La Profecía Rota - Libro 3 de la Saga De Lug

TERCERA PARTE: El Sujetador de Demonios - CAPÍTULO 118

Ya habían pasado cuatro horas y solo habían logrado embarcar a cincuenta hombres. Ana había aprovechado para sanar a varios pescadores mientras esperaban las barcas, y Lug había ayudado también a pesar de las protestas de Ana de que debía descansar. En aquel momento, Ana y Lug estaban tendidos de espaldas en la arena de la playa, reposando, cuando Colib dijo:

            —¿Vieron eso?

            —¿Qué cosa?— preguntó Randall, dirigiendo su mirada hacia donde señalaba Colib.

            —Creo que ese fomore de allí se movió.

            —No es posible— aseguró Lug, incorporándose sobre un codo—. Desconecté sus sentidos por un ciclo de sueño completo, eso debería darnos por lo menos...

            —¿Qué dijo?— lo interrumpió Digar— ¿Ciclo de sueño? ¡Los fomores tienen un ciclo de sueño de tres horas!

            Lug se incorporó de golpe y se puso de pie, desenvainando su espada. Los demás lo imitaron de inmediato; incluso Ana sacó su puñal y lo sostuvo firmemente en su mano derecha.

            —¿Qué vamos a hacer?— preguntó Colib, temeroso.

            —¿Puede repetir el truco de desconectarlos otra vez?— preguntó Randall a Lug.

            —Puedo intentarlo pero no creo tener las fuerzas suficientes— respondió Lug.

            Varios fomores comenzaron a moverse y a despertarse con suaves gruñidos.

            —Estamos perdidos— murmuró Colib.

            —Debemos matarlos ahora, mientras están medio dormidos— propuso Verles, levantando su hacha.

            Sin esperar la aprobación de Lug, Randall se lanzó hacia los fomores junto con varios pescadores de la partida original de rescate, con Verles a la cabeza. Ana intentó seguirlos, pero Lug la tomó fuertemente de un brazo.

            —Tu trabajo no es matar fomores, tu trabajo es sanar pescadores— le dijo con firmeza.

            —Si los fomores los devoran, no habrá pescadores que sanar— protestó ella.

            —Y si tú mueres, no habrá quién los sane y morirán de todas formas.

            —¿Qué quiere que haga?

            —Quédate aquí. Si voy a detenerlos, debo estar muy concentrado, y no podré concentrarme si estoy preocupado por ti.

            Ella resopló, reticente, pero finalmente asintió con la cabeza. Lug avanzó hasta donde yacían los fomores que seguían despertando poco a poco. Lug sabía que eran demasiados. Aun tomándolos por sorpresa, Verles y los suyos no podrían con todos, no eran más que una docena de hombres contra miles de bestias. Detenerlos estaba en sus manos.

            Lug se arrodilló en la arena y apoyó la hoja de la espada de plano contra su frente. Inició sin demora la búsqueda de patrones. No tardó en reconocer los patrones de las innumerables bestias, aletargados, pero volviéndose más y más alertas a cada momento. Tenía que actuar rápido. Al principio, pensó en elegir primero los patrones más alertas y desconectar esos primero, tal vez su energía alcanzaría para eso, pero percibió que eran cada vez más los patrones que despertaban, y perder el precioso tiempo desconectando solo algunos, daría oportunidad a que otros pudieran despertar más rápido sin obstáculos.

            Volvió a concentrarse, siguió los pasos que había hecho antes: primero se desconectó de sus propios sentidos, ignorando todo a su alrededor, el movimiento de los fomores despertando, los gruñidos y los gritos de los fomores que caían a manos de Verles y los suyos, el olor de la playa, de los pescadores muertos en los postes, de los propios fomores. Se desconectó de todo y de todos hasta solo sentir dentro de su mente a aquellos patrones oscuros. Le pareció que había menos patrones que la primera vez, pero lo atribuyó a su cansancio, y a su dificultad para concentrarse y percibirlos a todos. Levantó la espada en alto, invocando la furia de mar, invocando su fuerza para amplificar la orden, para desconectar una vez más a los fomores. Las manos le temblaban y tenía dificultades para mantener la espada en alto. Él solo concentrarse en mantener los brazos en alto le quitaba energía. Apretó más la espada en sus manos y cerró los ojos con más fuerza. Notó que le costaba respirar. Los patrones despertaban más y más y lo abrumaban, lo debilitaban. Sintió que la espada caía de sus manos, sintió que se desmoronaba en la arena. No podía hacerlo, no tenía fuerza...




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