La Profecía Rota - Libro 3 de la Saga De Lug

TERCERA PARTE: El Sujetador de Demonios - CAPÍTULO 121

—¿Cómo estás?— le preguntó Randall.

            —Más nerviosa que si tuviera que enfrentar a Wonur en persona— respondió Ana a su lado.

            Randall solo sonrió y tomó su mano con dulzura, besándola.

            —¿Estás seguro de que me veo bien?— le volvió a preguntar ella por quinta vez, alisando la falda de su vestido azul, el que Randall le había regalado.

            —Estás perfecta, hermosísima— le reiteró él una vez más.

            Los dos guardias vestidos con sus trajes ceremoniales abrieron las ornamentadas puertas que daban al salón del trono del palacio de Aros. Randall entrelazó su brazo con el de Ana, y ella lo apretó contra sí como buscando refugio, protección y apoyo, como si su vida dependiera de estar en contacto físico con él. Randall le dio un apretón en la mano para confortarla. Ambos suspiraron y comenzaron su avance por la mullida alfombra roja al compás de la música.

            Ana pensó que con los nervios, no podría apreciar nada, no podría siquiera recordar nada de la ceremonia, pero extrañamente, sus sentidos parecieron agudizarse. Percibió la música ejecutada por la orquesta real. Randall le había preguntado qué tipo de música le gustaría para la ceremonia, pero Ana solo se había encogido de hombros y había dejado la elección en manos de su futuro esposo, alegando que ella no sabía nada de música. Y ahora que escuchaba a la orquesta, se daba cuenta de que aquella música era bellísima y conmovedora, y que de alguna manera le serenaba los nervios y convertía aquel momento en algo sublime. Observó los rostros de todos los reunidos en el salón, cada uno observándola con admiración, y luego vio en el frente a Althem con su madre parada a su derecha en una plataforma levemente elevada. Detrás de ellos, pudo ver a Lug, sonriendo y asintiendo con la cabeza como un padre orgulloso de su hija.

A su izquierda, estaba Verles junto a su esposa María. El rey de Hariak tenía una sonrisa resplandeciente y sincera en el rostro, y hacía un esfuerzo para no explotar en una risa de alegría en medio de tanta solemnidad acartonada. Cuando Ana cruzó su mirada con la de él, Verles pareció recordar algo y contuvo la respiración, tratando de entrar su enorme panza para evitar que los botones frontales de su traje explotaran sin remedio. María bajó la cabeza para evitar que los demás vieran su sonrisa ante el esfuerzo de Verles. María había venido a pedirle a Ana consejo sobre cómo modificar el traje de Verles para que éste lo pudiera usar. Ana había aprendido algunos rudimentos de costura con Lorin en Cryma, pero no creía estar capacitada para coser un traje de gala, y menos aun, modificar uno. Además, la hermosa y fina tela verde con la que estaba hecho era imposible de conseguir para el día siguiente. Ana y María estuvieron pensando por un largo rato hasta que a Ana se le ocurrió coser la parte delantera del traje sobre otra ropa de Verles que le quedara bien. Usaron partes de la espalda del traje para completar la parte delantera pero de esa manera, la espalda de Verles quedaría cubierta por una simple tela de algodón descolorida que nada tenía que ver con la rica seda verde con elaborados bordados del traje original. El problema se solucionó cuando repentinamente, Althem se presentó con una hermosa capa negra de terciopelo como regalo para Verles. Verles sospechaba que Ana había tenido algo que ver con aquel inesperado y conveniente regalo, pero ella solo se encogió de hombros, negándolo descaradamente. Al probarse el traje con la capa, Verles quedó encantado con el resultado, aunque aquel arreglo no le permitiría sacarse la capa durante toda la noche.

—Nos complace hoy coronar de alegría y agradecimiento este día de renacimiento para Aros, con la unión de estas dos personas cuyo amor y devoción los llevó a tomar la decisión de compartir sus vidas de una manera más formal en el compromiso del matrimonio— comenzó Althem con voz solemne, paseando su mirada por la audiencia—. Agradezco el privilegio de ser quien oficie la ceremonia para unir a estas dos almas que de por sí ya están unidas por un amor incondicional ampliamente demostrado. Este es un mero acto para compartir su felicidad con todos nosotros—, y luego dirigiéndose a Ana: —Lady Ana, la Valiente, Embajadora del Círculo, este es Randall, Capitán de la Guardia Real de Aros, con quien has decidido unirte.

Colib se acercó por un costado y entregó a Ana una gema azul unida a una cadena de plata. Ana la tomó con manos temblorosas y la puso alrededor del cuello de Randall, recitando la fórmula:




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.