La Profecía Rota - Libro 3 de la Saga De Lug

CUARTA PARTE: El Señor de la Luz - CAPÍTULO 135

Desde el suelo, Lug volvió su mirada preocupada hacia la Cúpula.

—No sé cómo salvar a esa gente. Aun si tuviera energía suficiente para influir sus mentes y convencerlos de escapar de la ciudad, venciendo el condicionamiento de generaciones y generaciones, no hay salidas lo suficientemente grandes como para evacuar a todos a tiempo. Si se produce una estampida morirán de todas formas. Ojalá pudiera comandar los elementos, así podría al menos apagar el incendio— murmuró jadeante, haciendo un esfuerzo por respirar.

—Tal vez Calpar pueda ayudar con eso— dijo Nuada.

Calpar le lanzó una mirada furibunda.

—¿Qué quieres decir?— preguntó Lug.

—Nuada no sabe lo que dice— gruñó Calpar con los dientes apretados.

—Puedes hacerlo Calpar.

—No usaré mi habilidad, ya sabes lo que pasó la última vez— le respondió Calpar.

—¿De qué están hablando? Calpar, ¿cuál es tu habilidad?

Calpar permaneció en un obstinado silencio.

—Escúchenme los dos— les advirtió Lug, irritado—, hay medio millón de personas atrapadas en una Cúpula en llamas, más les vale que se dejen de rodeos y me expliquen si pueden ayudar o no.

—Calpar puede manejar el clima, esa es su habilidad— dijo Nuada.

—¿El clima?

—Vientos, sequía... lluvia— explicó Nuada, arqueando una ceja.

—¡Lluvia!— exclamó Lug—. ¡Eso podría apagar el fuego!

—Tendría que ser una lluvia muy fuerte para apagar eso— comentó Ana, señalando las grandes llamaradas que emergían de la ciudad.

—Calpar puede provocar toda la lluvia que quieras, puede hacer vaciar un océano de agua sobre la Cúpula— aseguró Nuada.

—Y ése es exactamente el problema— protestó Calpar—. El clima es muy delicado, desbalancearlo podría ser fatal— agregó, bajando la cabeza.

—Pero tú eres un ex-Antiguo, de seguro tienes experiencia en controlar tu habilidad, ¿no puedes controlar la cantidad de lluvia necesaria?— preguntó Dana.

—No es tan fácil— murmuró Calpar, aun con la mirada hacia el piso.

—Hay algo que no me están diciendo— intervino Lug—. ¿Qué es?— preguntó, paseando su mirada entre Nuada y Calpar.

—Una vez te expliqué que al ser ex-Antiguos, la oscuridad con la que alguna vez habíamos pactado seguía en nosotros. Aun habiendo roto el pacto con Wonur, no podemos deshacernos de la oscuridad mientras Wonur esté suelto, solo podemos controlarla, mantenerla reprimida— explicó Calpar—. Cada vez que uso mi habilidad, cada vez que convoco un fenómeno climático, debo liberar la barrera que sostiene y encierra esa oscuridad, y al liberarla, Wonur toma posesión de mi acción y la aumenta hasta que escapa de mi control. Una suave brisa, se convierte en un tornado, una lluvia pasajera se convierte en una tormenta infernal que arrasa con todo a su paso causando inundaciones y todo tipo de destrucción, una sequía... una sequía...— la voz de Calpar se quebró.

—Estia— murmuró Dana, comprendiendo—. La destrucción de Estia y la formación del desierto del oeste... ¿Ese fuiste tú?

Calpar asintió en silencio.

—Y eso no es todo— continuó Calpar—. La guerra de las cúpulas climáticas... también fue mi culpa.

—¿Cómo?— inquirió Dana—. No es posible, las cúpulas fueron un invento de Faberland.

—Las cúpulas fueron construidas por Faberland, sí, pero las cúpulas no manejaban el clima.

—¿Qué?

—Las cúpulas eran solo antenas que concentraban y distribuían mi habilidad, manipulando el clima para que fuera propicio en el tiempo indicado.

—Tiempo...— murmuró Lug—. Los diseños de los vitrales indicaban el tiempo en el que se debían producir los cambios.

—Sí— admitió Calpar, sorprendido de que Lug supiera de eso—. La idea de los diseños las saqué de...

—Los portales de Bress— terminó Lug.

—¿Cómo sabes eso? Nadie sabía eso— dijo Calpar, atónito.

—He aprendido un par de cosas en estos diez años— dijo Lug vagamente—. ¿Qué pasó después?

—Como te dije, Wonur se apoderaba de mi habilidad cada vez que yo la usaba y convertía mis buenas intenciones en catástrofes naturales. Pero esta vez, Wonur fue más allá: amplió la habilidad de Bress para que pudiera encargarse de comenzar una de las guerras más nefastas y destructivas del Círculo.

—La guerra de las Cúpulas— murmuró Dana para sí.

—¿Le dio a Bress el poder de manejar el clima?— quiso saber Lug.

—No exactamente. Le dio a Bress el poder de asimilar por breves períodos de tiempo las habilidades de otros.

—Pero en el Concilio ustedes me dijeron que no sabían cómo había ampliado Bress su habilidad— objetó Lug.




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