La Profecía Rota - Libro 3 de la Saga De Lug

CUARTA PARTE: El Señor de la Luz - CAPÍTULO 146

Lug entró como tromba en el consultorio.

—¿Qué pasó?— demandó con urgencia.

Zenir miraba el piso, ensimismado. Randall apretaba furioso la empuñadura de su espada y Akir sollozaba quedamente en un rincón.

—¿Qué pasó?— volvió a repetir Lug.

—Ana…— comenzó Akir, tratando de calmarse—. Ana…

—¿Dónde está?

—Desaparecida— dijo Zenir con la voz apenas audible.

—Secuestrada— corrigió Randall entre dientes.

—¿Qué?— inquirió Lug sin comprender. Luego vio la mancha de sangre en la pared—. ¿Fue atacada? ¿Dónde está?

—Secuestrada— repitió Randall.

—¿Secuestrada? ¿Por qué? ¿Por quién?

Randall suspiró.

—Explícale a Lug lo que pasó— le indicó a Akir.

—Es mi culpa— comenzó Akir.— Ana estaba cansada, debí hacerle caso, enviar a ese último paciente con Zenir.

—¿Un paciente? ¿Quién?— lo urgió Lug.

—No lo sé— sollozó Akir—. Dijo ser de Cryma, dijo que no aceptaría ser atendido por nadie excepto por ella.

—¿Viste su rostro?

—Fugazmente, parecía muy tímido.

—Pero lo viste— insistió Lug.

—Sí.

—Entonces lo recuerdas, lo recuerdas con todo lujo de detalles, ¿no es así?

—Sí— admitió Akir, un poco sorprendido— Tal vez podría intentar dibujar su rostro…

—No hay tiempo para eso— le respondió Lug—. Dame tus manos.

—¿Qué?— dijo Akir sin comprender.

—Confía en mí, sé sobre tu habilidad. Su rostro está perfectamente impreso en tu memoria y puedes transmitírmelo desde tu mente.

—¿Qué? No, no sé como hacer eso, ojalá pudiera pero…

—Solo concéntrate— le dijo Lug, tomándole las manos—. Cierra los ojos, evoca su rostro, proyéctalo hacia mí.

—No sé…

—Vamos, Akir, puedes hacerlo. Por Ana, por favor inténtalo.

—Inténtalo muchacho— lo animó Randall.

Akir cerró los ojos y frunció el ceño con fuerza, tratando de hacer lo que Lug le pedía. El recordar ese rostro le hizo correr escalofríos por la espalda. El rostro se formó claramente en su mente, y sin saber muy bien cómo, proyectó la imagen hacia la mente de Lug, esperando que el Señor de la Luz pudiera utilizar su poder para recibirla. Lug se sintió desfallecer. Cayó de rodillas con el rostro blanco.

—¿Lug? ¿Estás bien?— se acercó a él Zenir mientras Akir soltaba sus manos.

—Guilder— se escuchó el ahogado gemido de Lug, tratando de reponerse del contacto.

Zenir ayudó a Lug a ponerse de pie y lo acompañó hasta una silla. Lug se desplomó, descorazonado.

—Ese maldito— murmuró Lug—. Debí suponer que iría tras Ana, debí protegerla.

—No, yo debí protegerla— dijo Randall, angustiado.

—¿Qué vamos a hacer ahora?— preguntó Akir.

—Encontrarlo y matarlo— gruñó Randall.

En ese momento, Dana y Tarma entraron en el consultorio en busca de Lug.

—Lug— comenzó Dana, pero al verlo pálido sentado en la silla se detuvo. Paseó la mirada por los demás rostros: Zenir, ausente, con la mano apoyada en el hombro de Lug, Akir con los ojos enrojecidos, y Randall con la mandíbula apretada—. ¿Qué…?

—Guilder se llevó a Ana— explicó Lug.

—Oh, no. No, no, no, no— repitió Dana—. Entonces es ella…

—¿De qué hablas?— levantó la vista Lug. Pero Dana no encontraba las palabras ni la voz para responder.

—Encontraron el cuerpo de una mujer en el bosque, al sur. Eso veníamos a decirte— explicó Tarma.




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