OSIEL
Los primeros rayos de sol se colaban por las cortinas, golpeando mi rostro. Parpadeé lentamente, tratando de desperezarme, y fue entonces cuando me di cuenta de que no estaba solo. El cuerpo cálido de Janet yacía a mi lado, su respiración tranquila llenaba el silencio de la habitación. Cerré los ojos de nuevo, inhalando profundamente, intentando aferrarme a la calma antes de que el día comenzara de verdad.
Con movimientos cuidadosos, me incorporé y caminé hacia el baño, deseando eliminar los rastros de la fiesta de anoche. El agua fría me devolvió al presente, despertando cada uno de mis sentidos.
Al salir, envuelto en el vapor, vi cómo Janet se alzaba ligeramente sobre la cama, sus ojos aún soñolientos pero su sonrisa iluminando la habitación.
—Amor, deberías haberme despertado —murmuró mientras se acercaba lentamente—. Podríamos haber compartido la ducha.
Sentí sus labios rozar los míos en un gesto suave. Me aparté con delicadeza, buscando mi ropa mientras intentaba organizar mi agenda mental.
—Tengo que ir a la oficina —contesté, apresurandome al vestir.
Ella se quedó de pie, observándome con una expresión juguetona, sus ojos brillando con esa chispa tan característica.
—La próxima vez, no te salvas. Compartiremos esa ducha, te lo aseguro —soltó, y una suave risa escapó de sus labios mientras se acercaba para dejar un último beso.
Me aparté de su besó, sonriendo de lado mientras ajustaba el último botón de la camisa. Me giré hacia ella, observando cómo se dejaba caer nuevamente en la cama, jugueteando con las sabanas, claramente cómoda en la quietud de la mañana.
—No me tientes, Janet —bromeé, tratando de aligerar el aire—. Pero sabes que el trabajo no espera.
Ella se estiró perezosamente, cómo un gato satisfecho, antes de soltar un pequeño suspiro teatral. Sabía que detrás de esa fachada juguetona había comprensión, una aceptación de la vida ajetreada que llevábamos. Pero también sabía que sus juegos estaban lejos de ser inofensivos.
—Más te vale compensármelo luego —dijo con una sonrisa seductora, aunque había un toque de seriedad en su voz.
Asentí mientras recogía mi maletín y las llaves del auto. Me acerqué una última vez para darle un besó en la frente. El reloj seguía avanzando, h con cada segundo, la oficina parecía llamarme más fuerte.
—No lo dudes —contesté antes de salir de la habitación.
El camino a la oficina transcurrió rápidamente, y en cuestión de minutos me encontré inmerso en una pila de documentos, centrando en los detalles del nuevo modelo de automóvil que estábamos a punto de lanzar en unos meses. Los papeles se apilaban frente a mí, y mí concentración era absoluta, hasta que un golpeteo en la puerta interrumpió mis pensamientos.
—Adelante —autoricé, sin levantar la vista de los informes.
Al apartar los papeles para ver quién había entrado, una figura familiar cruzó el umbral.
—Eden, qué gusto verte —me levanté de inmediato para saludarla con un besó en la mejilla, correspondiendo a su cálida sonrisa.
—Osiel, rápido, pon las noticias —exclamó con un tono de urgencia en su voz.
Inmediatamente, alcancé el control remoto y encendí la televisión de la oficina. Las palabras "Noticia de Última Hora" aparecieron en la pantalla, seguidas de una imagen que me dejó inmóvil.
Noticia de Última Hora: Layla Fischler reaparece en público tras tres años de ausencia y genera controversia por su apariencia
San Francisco, CA – Después de tres años de mantenerse alejada de los reflectores, Layla Fischler, la hija menor de la renombrada empresaria y diseñadora Tessa Chevalier y del magnate Albert Fischler, fue vista hoy en un supermercado local. Su inesperada aparición ha causado un revuelo entre los medios y ha desatado una ola de comentarios sobre su aspecto físico.
Vestida de manera casual y acompañada por una mujer mayor y una niña pequeña, Fischler fue abordada por reporteros a las Alida del establecimiento. Sin embargo, lo que más llamó la atención fue el Estado de la joven, quien lucía visiblemente delgada, con un semblante pálido y agotadl. Varios testigos afirmaron que la socialité parecía nerviosa y retraída, lo que ha generado especulaciones sobre su estudio de salud mental.
Me quedé mirando la pantalla, con el corazón latiendo con fuerza. Las imágenes pasaban frente a mí, pero lo único que resonaba en mí cabeza era su nombre: Layla Fischler había regresado.
—Layla Fischler... —repetí su nombre una vez más, sintiendo cómo las memorias y las emociones del pasado comenzaban a aflorar, golpeándome como una marea imparable.
Eden permanecía a mi lado, dándome espacio para digerir la noticia. Finalmente, levanté la vista hacia ella, buscando algún anclaje a la realidad.
—Es increíble pensar que ha vuelto después de tanto tiempo —murmuró, con asombro importante de mí pasado.
Respiré hondo, intentando contener la avalancha de pensamientos desordenados. Porque Layla Fischler no era solo un nombre; era un capítulono resuelto de mi vida.
El impulso de actuar me invadió. Tomé el teléfono de la mesa, mi mente ya proyectando una ruta directa para encontrarla. Estaba listo para salir cuando Eden intervino, colocando suavemente una mano en mi brazo.