LAYLA
Observé la hamburguesa con papas que descansaba en mi plato, sintiendo una profunda indiferencia. En otro tiempo, habría devorado el mismo platillo en menos de cinco minutos. Pero ahora, seguía intacto, sin que siquiera me apeteciera probarlo.
—¿Layla, no te gustó? Puedo pedir que te lo cambien —comentó Chase, con un tono preocupado mientras me observaba con atención.
—No, para nada. Es solo que comí antes —mentí, esbozando una sonrisa que no alcanzaba a convencer ni a mí misma.
Había estado saliendo con Chase desde hacía unos días. Estar con él me permitía alejarme del caos que se había instalado en mi casa. Desde la visita de Frederick y la policía, mi madre había decidido no dirigirme la palabra. Mi padre, por su parte, se encontraba de viaje de negocios y lo poco que sabía de su regreso era gracias a Esther, que me lo mencionó de pasada. Mi hermano, había decidido mudarse de la casa, dejándome una nota con su nueva dirección "por si necesitaba algo". Y Chloe, desde la última vez, no se ha separado de mí, lo que ha provocado constantes quejas de su niñera.
Intenté concentrarme en la conversación con Chase, aunque mi mente seguía divagando entre todo lo que estaba ocurriendo. Él me hablaba de sus clases en la universidad y de un viaje que planeaba hacer, pero apenas podía prestar atención. Al final, sentí una punzada de culpa; él se estaba esforzando por hacerme sentir mejor, y yo ni siquiera podía disfrutar de un simple almuerzo con él.
—Entonces, ¿qué opinas? —preguntó Chase, esperando una respuesta que no había escuchado.
Lo miré, parpadeando para salir de mis pensamientos y asentí, aunque no tenía idea de qué había dicho.
—Suena genial, Chase, seguro que te irá muy bien —respondí con una sonrisa forzada, esperando que mi vaga respuesta encajara con lo que fuera que me hubiera preguntado.
Él sonrió de vuelta, aunque en sus ojos se percibía una ligera decepción. Sabía que había notado mi distracción, y eso me hizo sentir peor. Él merecía más que mi indiferencia y mi incapacidad de dejar de lado mis propios problemas por un rato.
—Oye, si no te sientes bien, podemos irnos —sugirió, inclinándose un poco más cerca de mí, tomando mi mano.
Negué con la cabeza rápidamente.
—No, Chase, en serio. Estoy bien. Solo... he tenido muchas cosas en la cabeza últimamente. —dije, intentando sonreír.
Chase asintió, sin soltar mi mano. Nuestros ojos se encontraron por un instante, y él me sonrió con esa calidez que siempre intentaba transmitirme. Quise devolverle la sonrisa, pero sentí que no lograba hacerlo de manera sincera. Finalmente, él se acomodo en su asiento.
—Entonces, ¿crees que a tu padre le gustará este detalle para su cumpleaños? —comentó mientras sacaba de su bolso una pequeña caja que contenía un reloj elegante, con un diseño clásico y refinado.
Lo observé sorprendida por un momento antes de asentir. —Es precioso... pero, ¿cómo sabes que será su cumpleaños? —le pregunté, desconcertada.
Chase me miró con curiosidad y soltó una ligera risa. —Tu madre envió una invitación bastante lujosa a mis padres. Me imagino que asistirán las mejores familias de la ciudad, como en cada evento que organiza. —Hizo una pausa, notando mi expresión de desconcierto—. ¿No sabías nada de la fiesta?
Intenté mantener la compostura mientras la confusión se apoderaba de mí. ¿Qué fiesta? ¿Por qué no sabía nada sobre esto?
—Claro, la fiesta... —improvisé con una sonrisa forzada, aunque por dentro no lograba entender cómo es que yo, de todos, no estaba al tanto de los planes de mi propia familia.
La incomodidad se asentó en mi estómago mientras intentaba asimilar lo que Chase acababa de decir. ¿Mi madre organizando una fiesta y yo sin saberlo? Una parte de mí se sentía herida, pero no era sorpresa que últimamente todo se manejara a mis espaldas. Intenté concentrarme en la conversación, aunque mis pensamientos seguían dando vueltas en torno a la situación.
—Bueno, espero que el reloj le guste —murmuré, volviendo la vista a la pequeña caja—. Mi padre tiene un gusto bastante exigente, pero esto es un acierto.
Chase me dedicó una sonrisa satisfecho por mi aprobación. —Eso espero. Quiero que sea un buen detalle... para ti también—agregó, buscando mis ojos con una mirada que parecía decir más de lo que las palabras dejaban ver.
Me removí en mi asiento, sintiéndome un poco atrapada. Chase era un chico dulce, atento, pero había algo en la forma en que me miraba que me hacía sentir culpable. Sabía que estaba tratando de construir algo entre nosotros, pero yo no podía dejar de pensar en Osiel y lo caótica que era mi vida en este momento.
—Gracias, Chase. De verdad —intenté suavizar el momento, rozando su mano con la mía antes de desviar la mirada hacia la ventana del restaurante, observando cómo las personas caminaban de un lado a otro—. Pero... creo que prefiero que nos vayamos.
Él asintió y se levantó al mismo tiempo que yo, con un gesto de compresión. Se acercó a la caja para pagar y sacó su tarjeta de crédito. Fue en ese momento cuando noté a la chica que le atendía, quien, de manera evidente, intentaba llamar su atención con sonrisas y miradas insinuantes. Sin embargo, Chase mantenía una expresión neutra, como si ella no existiera.