La Promesa

ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 17

LAYLA

—¿Qué te parece este vestido? —preguntó Vianney, sosteniendo un vestido rojo con brillantes incrustados. Era preciso.

—Está bien —respondí de manera seca, volviendo la mirada hacia los otros vestidos. No podía ocultar mi desgano. Me habían arrastrado al centro comercial, literalmente desde mi casa hasta aquí, y todo para buscarle un vestido a Vianney para una cita con un chico del que no sabía nada. Ni siquiera el nombre. Solo me dijo que era alguien que había conocido hace tiempo, pero que nunca había llegado a presentarme.

—Vamos, amiga, necesito que alguien me ayude a elegir el vestido perfecto. ¿Puedes al menos fingir una sonrisa o actuar como si te importara un poco? —insistió Vianney con súplica.

Suspiré, cruzándome de brazos.

—Lo siento, pero ¿por qué no se lo pediste a Natalia o a Grace?

Vianney suspiró, algo exasperada.

—Grace se fue con Patrick a visitar a sus padres, y Natalia está hasta el cuello con la mudanza a su nuevo departamento en Nueva York. Sabes que se va en unos días.

Rodé los ojos, sabiendo que no había salida fácil. Ella me lanzó una mirada como quien pide ayuda en una misión imposible, y aunque no lo quería admitir, me hizo sonreír un poco.

Me acerqué a examinar el vestido que sostenía con expectación. Lo observé detenidamente, sus detalles, el brillo de las piedras, el tono intenso del rojo que definitivamente llamaría la atención en cualquier lugar.

—Bueno... sí, creo que este es "el" vestido. Tiene todo lo que necesitas para deslumbrar —comenté, finalmente dejando escapar una sonrisa.

—¿Lo ves? Sabía que, en el fondo, te interesaba —me respondió con un guiño, y colgó el vestido sobre su brazo como si ya lo hubiera decidido—. Además, ¿qué tal si vamos por algo de café después? Lo necesitamos urgentemente—bromeó mientras señalaba las ojeras que seguramente llevaba.

—Muy graciosa —repliqué, poniéndome las manos en la cintura—. Pero sí, una taza de café no me vendría nada mal.

Terminamos en una de esas pequeñas cafeterías que tienen luces cálidas y una vista perfecta del caos del centro comercial. Mientras esperábamos nuestras bebidas, noté que Vianney miraba la bolsa donde estaba el vestido con una sonrisa tonta, casi perdida.

—Así que... ¿me vas a contar algo sobre ese chico misterioso o me vas a dejar adivinando? —pregunté, dándole un empujoncito para que hablara.

Vianney bajó la mirada, como si se debatiera entre mantener el misterio o revelarme el secreto. Finalmente suspiró y me miró con una media sonrisa.

—No es tan misterioso. Es alguien que conocí hace mucho, pero las cosas nunca se dieron. Es... como una segunda oportunidad, ¿sabes? —dijo, y en su voz había un toque de nostalgia que rara vez le escuchaba.

Sentí un punzada de curiosidad y, a la vez, una leve preocupación.

—¿Alguien que conozco? —pregunté, inclinándome hacia ella, tratando de recordar si alguna vez había mencionado algo parecido.

Vianney hizo una mueca, evitando mi mirada, y cambió de tema con rapidez.

—Mejor cuéntame qué hacías con Osiel en la fiesta de tu padre. Los vi conversando... ¿de qué hablaban?

Sentí como si el momento se arruinara por completo. ¿Por qué tenía que sacar ese tema?

—De nada —respondí, sin ganas de entrar en detalles.

—Vamos, Layla, soy tu mejor amiga. Y se lo que pasó entre ustedes —insistió, su tono era casi un susurro, pero sus ojos brillaban de curiosidad.

La miré, entre frustrada y resignada.

—No sabes todo, Vianney.

—Entonces, cuéntamelo.

Solté un suspiro y desvíe la mirada, intentando acabar con la conversación.

—Ya te dije que no. Prefiero hablar de otra cosa.

Ella me observó en silencio durante unos segundos, notando mi incomodidad, y finalmente asintió.

—Grace esta organizando una fiesta de despedida para Natalia. Será el sábado en la noche —comentó justo cuando nuestras bebidas llegaron a la mesa.

Después de tomar nuestras bebidas, salimos de la cafetería y, mientras caminábamos, retomamos la conversación sobre la fiesta sorpresa.

—No me la perderé. No puedo creer que se vaya a Nueva York. La voy a extrañar tanto.

—Todos la vamos a extrañar.

—Sí, y... siempre me sentí un poco mal por lo de chase.

Vianney levantó una ceja, mirándome con curiosidad.

—Layla éramos niños, aparte ella sabía que él siempre ha estado detrás de ti. Hasta la fecha, ¿verdad?

Asentí, algo incómoda.

—Sí, pero no sé... Chase es solo mi amigo.

—No entiendo, ¿por que no lo intentas con él?

Suspiré, sabiendo que la pregunta iba a venir, pero sin estar segura de la respuesta.

—No quiero hacerle daño. Sabes que...

—... que Osiel es tu primer y único amor —terminó ella, con un tono suave.



#12302 en Novela romántica

En el texto hay: mentiras, drama, secretos .

Editado: 28.11.2024

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