La Promesa

ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 21

LAYLA

Hace tres años...

Lo unico que deseaba en ese momento era que sonara la campana que marcara el incio del almuerzo. Necesitaba ese tiempo para dormir un poco; me sentía fatal, y estaba casi segura de que un resfriado estaba en camino.

La clase de algebra parecía interminable. Natalia, a mi lado, prestana toda la atencion que yo deberia estar dedicando, pero mi mente estaba completamente en otro lado. Mis ojos no se despegaban del reloj que colgaba justo encima de la pizzarra, como si de alguna manera pudiera acelerar el tiempo con solo mirarlo.

El zumbido monótono de la voz del profesor llenaba el aula, mezclándose con el sonido de lápices escribiendo en hojas y suspiros de cansancio. Intenté enfocar mi vista en la ecuación que había escrito en el pizarrón, pero todo me resultaba borroso, como si mi cerebro se negara a procesar cualquier cosa que no fuera el tic-tac del reloj.

—¿Te pasa algo? —susurró Natalia, inclinandose ligeramente hacia mí sin apartar la vista de su cuaderno.

—Me siento fatal, creo que estoy a punto de resfriarme —respondí mientras intentaba contener un estornudo.

—Deberías avisarle al profesor e ir a la enfermería.

—Prefiero esperar a que suene la campana.

Natalia me lanzó una mirada de incredulidad.

—Layla, falta una hora para que termine la clase.

—¿Qué? ¿En serio? —mi tono era una mezcla de sorpresa y resignación.

Ella asintió, volviendo su atención a la ecuación qué el profesor seguía explicando con entusiasmo. Yo, por mi parte, Dejé caer la cabeza sobre mis brazos cruzados en el escritorio. Tratando de encontrar algo de consuelo en esa posición mientras el tiempo seguía avanzando con desesperante lentitud.

Con un suspiro resignado, levanté la mano para llamar la atención del profesor.

—¿Qué ocurre, señorita Fischler? —preguntó, ajustándose las gafas mientras hacía una pausa en su explicación.

—No me siento bien. ¿Puedo ir a la enfermería?

El profesor me observó por un momento, evaluándome, y luego asintió.

—Está bien, pero avisa si necesita ayuda para llegar.

Negué con la cabeza, tratando de aparentar que estaba en mejores condiciones de las que realmente estaba. Me levanté lentamente, sintiendo que las piernas me temblaban un poco. Caminé hacia la puerta con la mirada fija en el suelo, concentrándome en dar un paso tras otro.

Sin embargo, al cruzar el umbral, todo a mi alrededor comenzó a girar. El zumbido en mis oídos se intensificó, y antes de poder sujetarme de algo, el mundo se desvaneció en un mar de oscuridad.

♡*♡∞:。.。 。.。:∞♡*♡

Abrí los ojos con dificultad, sintiendo los párpados pesados. La luz de la habitación era tenue, y tarde un momento en darme cuanta de dónde estaba. El olor a alcohol y desinfectante me confirmó que estaba en la enfermería.

—Por fin despiertas —dijo una voz familiar, baja y tranquila.

Giré la cabeza hacia el sonido y, para mi sorpresa, ahí estaba Chase, sentado en una silla junto a la camilla. Sus ojos, siempre serenos pero intensos, estaban fijos en mí con una mezcla de preocupación y alivio.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté, mí voz apenas un susurro.

—Te desmayaste, y alguien tenía que asegurarse de que estuvieras bien. ¿Qué clase de amigo sería si te dejará sola?

—Gracias, Chase, pero... ¿y la enfermera? —pregunté, intentando incorporarme. El esfuerzo fue en vano; todo mi cuerpo se sentía pesado, como si hubiera corrido un maratón.

—Tuvo que salir un momento. Parece que uno del equipo de básquetbol tuvo un accidente y terminó sangrando por la nariz —explicó mientras se acercaba para ayudarme a sentarme con cuidado.

Su mano firme y segura me sostuvo por la espalda, y aunque no quería admitirlo, agradecí el apoyo. Mis músculos protestaban al mínimo movimiento, y un leve mareo me obligó a cerrar los ojos por un instante.

—Deberías tomarlo con calma —murmuró, ajustando la almohada detrás de mí para que estuviera más cómoda—. Pareces una muñeca de trapo a punto de desmoronarse.

—Gracias por el cumplido —repliqué con sarcasmo, pero mí tono carecía de la fuerza habitual.

Chase dejó escapar una leve risa, relajando la tensión en el ambiente, antes de tomar la charola de comida y colocarla sobre la cama, sonriendo de una manera despreocupada.

—La enfermera pidió que comieras algo. Así que, por favor, coopera. No quiero que te desmayes otra vez.

Lo observé mientras destapaba un pequeño planto de sopa. Sus movimientos eran tan naturales, como si estuviera acostumbrado a cuidar a alguien.

—¿Vas a darme de comer? —pregunté, alzando una ceja con escepticismo.

—Exactamente. Si no tienes fuerzas para mantenerte de pie, dudo que las tengas para sostener una cuchara. Ahora abre la boca —ordenó, levantando una cuchara de sopa y acercándola a mis labios con una sonrisa burlona.

—Esto es ridículo —bufé, pero abrí la boca de mala gana.



#1755 en Novela romántica

En el texto hay: mentiras, drama, secretos .

Editado: 15.01.2025

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