LAYLA
HACE TRES AÑOS...
El aula estaba en completo silencio. El profesor escribía algo en el pizarrón cuando, de repente, un murmullo empezó a recorrer el salón. Miré a mi alrededor, confundida, hasta que vi a Chase en la puerta.
Llevaba un ramo de rosas rojas en las manos y, atrás de él estaba Patrick, sosteniendo un enorme cartel con letras brillantes que decían: Layla, ¿serías mi cita para el baile de graduación?
Mi corazón dio un vuelco. Unos cuantos compañeros comenzaron a reír, otros aplaudían, y algunos lanzaban comentarios entre bromas y asombro.
—¡Qué romántico! —exclamó alguien.
—Qué cursi... —susurró otro.
Yo solo me quedé ahí, congelada. Sentí un nudo en el estómago. No por la sorpresa, sino porque en mi mente, la imagen de Osiel apareció como un recordatorio punzante.
Chase avanzó con su sonrisa radiante.
—Sé que esto es exagerado, pero tú mereces algo especial. No hay nadie con quien quisiera ir más que contigo.
Las risas y murmullos aumentaron. Sentí que el calor me subía al rostro. Miré las rosas y luego a Chase. Él siempre había sido así, espontáneo, sin miedo al ridículo. Y yo... yo no debía estar sintiéndome así.
Tomé aire y me humedecí los labios.
—Chase...
Mi voz sonó más temblorosa de lo que quería. Sabía lo que él sentía por mí, lo sabía desde hacía tiempo. Y aunque siempre intenté marcar una línea, en momentos como este, él la cruzaba sin dudarlo.
Mis dedos se crisparon sobre mi falda. Si aceptaba, ¿qué pensaría Osiel? Sabía que no era algo romántico, que Chase y yo solo seríamos dos amigos asistiendo juntos al baile... pero ¿Osiel lo vería de la misma manera?
—¿Eso es un no? —preguntó, y por primera vez, su seguridad vaciló un poco.
Alcé la mirada. Sus ojos brillaban con expectación, con esa esperanza que me hacía sentir culpable.
—Eres un tonto, Chase...
Él se inclinó un poco hacia adelante.
—Eso suena como un sí.
Suspiré y negué con la cabeza, pero mis manos ya estaban tomando las flores.
—Sí.
El aula estalló en aplausos y silbidos. Chase levantó los brazos, victorioso.
—¡Sabía que dirías que sí!
El profesor chasqueó la lengua y señalo la puerta.
—Fuera de aquí antes de que te ponga un reporte Chase.
Chase hizo una reverencia exagerada antes de salir. Yo solo me hundí en mi asiento, sintiendo que el resto de la clase no me quitaría los ojos de encima por el resto del día.
Pero más que eso, sentí como la culpa se enredada en mi pecho. Porque, aunque no había hecho nada malo, en el fondo sabía que Osiel no lo vería así.
—Al menos hay que reconocer que Chase hizo un buen trabajo —comentó Vianney mientras nos acomodábamos en la cafetería.
—Esto se sintió más como una confesión de amor que como una simple invitación —murmuró Grace, examinando las flores con interés.
Natalia no había pronunciado una sola palabra. Su silencio pesaba más que cualquier comentario, y yo sabía perfectamente por qué. Le dolía. Le afectaba ver a Chase pidiéndome ir al baile con él cuando todas sabíamos que estaba enamorada de él desde que éramos niñas.
Como lo había estado Chase de mí.
El ambiente en la mesa se volvió tenso, y aunque Vianney y Grace intentaban aligerarlo con comentarios sobre el esfuerzo de Chase, yo no podía ignorar la mirada de Natalia clavada en su bandeja, removiendo su ensalada sin interés.
Sabía que debía decir algo, pero ¿qué podía decirle sin que sonara como una excusa barata? ¿Cómo le explicaba que no había querido herirla, que ni siquiera había esperado que Chase hiciera algo así?
—Nat... —intenté, pero ella alzó la vista y forzó una sonrisa.
—No tienes que explicarme nada, Layla —su voz sonó tranquila, aunque sus ojos decían lo contrario—. Es obvio que él siempre ha estado detrás de ti, era cuestión de tiempo para que hiciera algo así.
—Pero... —insistí, sintiendo la culpa retorciéndose dentro de mí.
—No pasa nada —me interrumpió, dejando su tenedor en la bandeja con más fuerza de la necesaria—. De verdad, no pasa nada.
Pero sí pasaba. Lo sentía en la forma en que su sonrisa no alcanzaba sus ojos, en la rigidez de sus hombros.
—¿Vas a decirle que ya no? —preguntó Grace de repente, mirándome con expectación.
Abrí la boca, pero ninguna respuesta me pareció correcta. Porque no era tan simple como decir que sí o que no.
Porque decirle que sí significaba aceptar salir con alguien más, aun cuando tenía novio. Significaba traicionar, de alguna manera, lo que Osiel y yo éramos.
Pero decirle que no... significaba romperle el corazón a Chase.
Y, de alguna manera, también lastimar a Natalia.