La Promesa

ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 26

OSIEL

Faltaban solo tres días para el lanzamiento del nuevo modelo de automovil. Todo parecia estar bajo control. Mientras supervisaba cada detalle del evento, mi mente divagaba. Grover estaba ajustando los ultimos detalles técnicos y negociando con algunos inversionistas. Mi secretaria, eficiente como siempre, se encargaba de enviar las invitaciones y confirmar las asistencias.

Todo estaba en marcha, pero no podía evitar sentirme inquieto. No por el evento, sino por algo más personal, algo que me estaba consumiendo desde dentro. Janet estaba inmersa en los preparativos de nuestra boda. La semana pasada había ido a probarse algunos vestidos y ahora quería que juntos revisáramos las opciones del banquete. Su entusiasmo contrastaba con mi indiferencia. Todo lo relacionado con la boda me agobiaba; no sabía si estaba tomando la decisión correcta.

Hace tres años, las cosas habrían sido diferentes. El matrimonio era una de las metas que anhelaba con fervor, un sueño que parecía tangible. Sin embargo, ahora me encuentro sumido en la incertidumbre, preguntándome si estoy tomando las decisiones correctas o si, por el contrario, estoy cometiendo un error irreparable. La razón de esta duda es simple: no voy a casarme con la mujer de la que he estado enamorado desde que su hermano nos obligaba a jugar juntos cuando éramos niños.

Layla era mi único pensamiento, mi razón de ser. No tenerla cerca me resultaba insoportable, como si una parte esencial de mí hubiera sido arrancada. Pero lo que hice fue imperdonable. Le mentí, rompí la promesa que le hice y la dejé sola en el momento en que más me necesitaba. Ahora estoy con otra mujer, alguien con quien nunca imaginé que estaría. Mentí, traicioné mi palabra y la decepcioné. Sé que me odia, y ese odio me duele profundamente, porque ella era mi todo. Y, estúpidamente, la perdí. Mi cobardía me venció, la influencia de mi madre me nubló el juicio y el miedo se apoderó de mí, consumiéndome por completo.

Cada vez que recuerdo que ahora está con Chase, siento que la sangre me hierve en las venas. Nunca debí dejarla ir. Si nada de lo que nos pasó hubiera ocurrido, ella estaría a mi lado en este momento, organizando la boda de ensueño que siempre soñamos. Aquella boda que ella describía con tanto entusiasmo, con detalles que parecían sacados de un cuento de hadas. Un vestido de corte sirena, la iglesia decorada con rosas blancas que desprendían un aroma delicado y embriagador. Y siempre me la imaginé entrando por el pasillo de la iglesia, radiante mientras sonaba Just the Way You Are de Bruno Mars, esa canción que tanto me gustaba y que, de alguna manera, parecía escrita para nosotros.

Una sonrisa inconsciente se dibuja en mis labios al recordar aquellas charlas. Cómo le brillaban los ojos cuando hablaba de sus sueños, cómo su voz se llenaba de emoción al describir cada detalle. Era como si el mundo se detuviera cuando ella hablaba, y yo no podía hacer más que admirarla, sabiendo que era la mujer con la que quería pasar el resto de mi vida. Pero ahora, todo eso se ha desvanecido, convertido en un recuerdo doloroso que me persigue cada día.

La culpa me carcome, el arrepentimiento me ahoga. Y aunque sé que no hay vuelta atrás, no puedo evitar preguntarme qué hubiera pasado si hubiera sido más valiente, si hubiera luchado por lo que realmente quería. Layla era mi todo, y la perdí. Y ahora, solo me queda vivir con las consecuencias de mis decisiones, sabiendo que el amor de mi vida está con alguien más.

El sonido de unos golpes suaves pero firmes en la puerta me arrancó de mi ensoñación, devolviéndome bruscamente a la realidad. Respiré hondo, ajusté mi postura en la silla y, con una voz que intentaba sonar serena, invité a entrar a quienquiera que estuviera al otro lado. La puerta se abrió lentamente, revelando a Eden, quien cruzó el umbral con una expresión tranquila pero ligeramente preocupada. En sus manos llevaba una bolsa de papel marrón, cuyos bordes se doblaban bajo el peso de su contenido. Sin esperar una invitación, se dirigió hacia el sillón frente a mí y se sentó con naturalidad, como si aquel espacio le perteneciera.

—Sabía que estarías aquí —comentó Eden, colocando la bolsa sobre la mesa de centro con un suave golpe. Sus ojos, de un tono cálido y familiar, se posaron en los míos con una mezcla de complicidad y preocupación—. Sé que no has comido, así que te traje algo. No puedes seguir así, sabes que no es saludable.

Miré la Bolsa, intentando ignorar el aroma tentador que escapaba de ella. Mi estómago rugió en silencio, traicionándome, pero me negué a ceder.

—Gracias —respondí, intentando que mi voz sonara firme, aunque el cansancio y la distracción se colaban en cada palabra—. Pero no tengo hambre. Además, tengo una reunión en una hora y no quiero llegar tarde.

Eden me miró con una expresión que mezclaba preocupación y exasperación, como si supiera que mis excusas eran solo una fachada para evitar enfrentar lo que realmente me agobiaba. Con movimientos calmados pero decididos, sacó un sándwich de la bolsa de papel marrón y lo colocó frente a mí sobre la mesa. El aroma a pan recién horneado y los ingredientes frescos se esparcieron por la habitación, tentándome a pesar de mi resistencia.

—Vamos Osiel —insistió, su voz suave pero firme, como si estuviera hablando con un niño pequeño—. Solo es comida. No puedes seguir así, sin alimentarte. Te estás presionando demasiado, y no es necesario. El evento va a salir increíble, lo sabes tan bien como yo.

Sus palabras eran reconfortantes, pero no lograban disipar el nudo de ansiedad que llevaba en el pecho. Miré el sándwich, luego a ella, y finalmente bajé la mirada hacia mis manos, que descansaban inquietas sobre la mesa.



#2551 en Novela romántica

En el texto hay: mentiras, drama, secretos .

Editado: 16.04.2025

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