La Promesa

ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 35

LAYLA

Terminé de preparar el desayuno, asegurándome de que todo estuviera listo para Amanda. La resaca la estaba matando, y sabía que lo último que quería era levantarse temprano. Ayer, siendo viernes, habíamos decidido ir a un bar después del trabajo. Chase se ofreció a llevarme, y al igual que Mike, el novio de Amanda, era un buen tipo, aunque su hábito de fumar era algo que me costaba un poco tolerar, ya que fumaba como si fuera una chimenea.

Mientras estaba en la cocina, acomodando los platos sobre la mesa, sentí su presencia detrás de mí. Su respiración cálida acarició mi cuello antes de que apoyara su barbilla sobre mi hombro, rodeándome por la cintura con su mano firme pero cariñosa.

—Huele delicioso —comentó, su voz suave y rasposa.

Al principio, cuando comencé a salir con Chase, nunca imaginé que nuestra relación podría durar tanto. Pero contra todo pronóstico, las cosas entre nosotros se habían vuelto más fuertes, más profundas. Lo que comenzó como algo casual, se transformó en una conexión genuina. Sin embargo, a pesar de todo, había algo que no podía sacudirme: su imagen, la de Osiel, seguía apareciendo en mi mente en momentos inesperados, como una sombra que no lograba desvanecerse del todo. Cada vez que Chase me besaba, la culpa me devoraba por dentro, como una punzada en el pecho que no lograba ignorar.

Traté de concentrarme en el desayuno, en el olor del café recién hecho y los huevos revueltos que había preparado, pero mi mente seguía siendo un torbellino de emociones. No quería que la culpa se interpusiera en lo que estaba construyendo con Chase. Sin embargo, cada vez que me acercaba a él, la imagen de Osiel aparecía, como un eco persistente de un pasado que aún no lograba soltar por completo. Intentaba concentrarme en lo que tenía frente a mí, en la rutina que trataba de llevar adelante, pero el peso de los recuerdos me nublaba la mente.

Chase parecía notar mi distracción, pero no lo mencionó. En cambio, sus manos siguieron descansando con suavidad en mi cintura mientras se acercaba más.

—¿Quieres que te lleve a la casa de tus papás más tarde? —preguntó, rompiendo el silencio, con su tono suave pero curioso.

Le había comentado que planeaba ir a visitar a Esther más tarde. La preocupación en su voz era genuina, y de alguna manera eso me hacía sentirme más cerca de él.

—Sí —respondí sin pensarlo demasiado—. Pero antes quisiera ir al supermercado. Me toca comprar la despensa este mes.

La rutina de las compras, aunque aparentemente sencilla, me brindaba una sensación de control sobre algo en mi vida. Tal vez no pudiera controlar todo lo que pasaba en mi cabeza, pero al menos podía decidir lo que compraría, lo que comería, lo que pondría en mi despensa. Un pequeño acto de independencia que me daba paz.

Chase asintió, y su rostro se iluminó con una sonrisa traviesa.

—¿Supermercado, eh? —se burló ligeramente, como si fuera un plan mucho más emocionante de lo que realmente era—. Espero que no compres demasiados snacks, ¿eh? No quiero ser el culpable de tus antojos.

Le sonreí, intentando ocultar la incertidumbre que se aferraba a mi pecho. A pesar de las bromas, sentía que algo en mi interior estaba cambiando, algo que me preocupaba y, al mismo tiempo, me hacía sentir viva. Chase era tan diferente a lo que había conocido antes. Con él, todo parecía sencillo, incluso en medio de la tormenta que aún rondaba en mi mente.

—No te preocupes —respondí con tono juguetón—. No soy de las que compran demasiados snacks. Solo lo necesario. Aunque… no prometo nada si veo mis galletas favoritas en el pasillo.

Chase soltó una risa baja antes de girarme suavemente hacia él y capturar mis labios en un beso lento, lleno de ternura. Sus manos se deslizaron con suavidad por mi espalda, y por un instante, todo a nuestro alrededor dejó de importar.

—Te amo, Layla —murmuró contra mis labios cuando nos separamos apenas lo suficiente para respirar, pero antes de que pudiera responder, volvió a buscar mi boca, como si temiera perder ese instante.

—Ey, hay una habitación justo al lado —interrumpió Mike con su habitual tono burlón, logrando que nos apartáramos de golpe.

Amanda le lanzó una mirada de fastidio antes de cruzarse de brazos.

—No molestes, Mike.

Él solo se encogió de hombros con una sonrisa traviesa, pero Chase y yo ya nos habíamos separado, con mi rostro ardiendo de vergüenza.

Amanda rodó los ojos y tomó su taza de café, como si estuviera acostumbrada a las interrupciones de Mike.

—Deberías aprender a leer el ambiente —le reprochó, llevándose la taza a los labios.

—Por favor, estaba siendo un buen amigo —se defendió él, alzando las manos en un gesto de inocencia—. Si no decía nada, estos dos habrían terminado desayunando en la mesa... pero no precisamente comida.

—Idiota —murmuré, tratando de ocultar la vergüenza mientras tomaba mi plato y me sentaba en la mesa. Chase solo negó con la cabeza, reprimiendo una sonrisa.

El desayuno transcurrió entre risas y bromas, con Mike y Amanda discutiendo sobre si el café debía llevar azúcar o no, mientras Chase mantenía su mano sobre mi muslo, acariciándome distraídamente con el pulgar. Me obligué a disfrutar el momento, a concentrarme en la calidez de su contacto y en la sensación de normalidad que me brindaba estar con él.



#2557 en Novela romántica

En el texto hay: mentiras, drama, secretos .

Editado: 16.04.2025

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