La Promesa

ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 37

OSIEL

—¡No, Osiel, no! —La voz de Janet resonó en la habitación con una incredulidad y furia—. No puedes pedirme esto.

Su rostro estaba desencajado, sus ojos brillaban con una intensidad peligrosa. Se aferraba a la idea de nuestro matrimonio como si fuera la única verdad que le quedaba.

—Por favor, entiéndelo —exhalé, sintiendo el peso de cada palabra en mi pecho—. No puedo seguir con esto.

—¡Es por ella! —espetó, su expresión transformándose en puro resentimiento—. Layla es la culpable de todo esto, ¿cierto? Debí haber hablado aquel día, debí haberles dicho a tus padres y a los de ella lo que pasó aquella tarde.

Su amenaza flotó en el aire como un puñal listo para hundirse.

Negué con la cabeza, mi mandíbula tensa.

—Layla no tiene nada que ver en esto —repliqué con firmeza—. Jamás fue responsable de mi decisión de pedirte matrimonio. Fue un error desde el principio, algo que nunca debió haber pasado.

—¿Cómo puedes decir eso? —La desesperación en su voz se volvió palpable, casi quebradiza—. ¡Tú me amas! Lo que pasa es que estás confundido por ese beso.

Respiré hondo, sintiendo la certeza crecer en mi interior como un fuego imposible de apagar.

—No, Janet. No estoy confundido. De hecho, creo que nunca he estado más seguro de algo en mi vida... Nunca dejé de amar a Layla.

El sonido seco de su mano contra mi mejilla rompió el aire, ardiente y certero. Mi rostro se ladeó por el impacto, pero no hice ningún movimiento para alejarme.

Los ojos de Janet ardían con rabia y humillación.

—No voy a cancelar nada —su voz era un susurro afilado, cargado de veneno—. Y si no quieres que haga un escándalo en el que estén involucradas tu familia y la suya… más te vale que te cases conmigo.

Sus palabras cayeron sobre mí como una sentencia. En su mirada había una determinación feroz, una promesa de guerra si me atrevía a desafiarla. Y por primera vez, entendí que Janet no estaba dispuesta a perder, sin importar el costo.

El silencio que siguió fue sofocante. Janet me miraba con el pecho agitado, los puños apretados a los costados como si se contuviera para no golpearme otra vez.

Me pasé una mano por la mandíbula, el ardor en mi mejilla todavía presente. Sabía que no se detendría, que si me daba la espalda ahora, encontraría la forma de hacerme pagar por esto.

—¿Realmente crees que puedes obligarme? —pregunté con voz grave, sosteniendo su mirada desafiante.

Janet soltó una risa corta y amarga.

—No necesito obligarte, Osiel. —Sus labios se curvaron en una sonrisa venenosa—. Solo necesito hacer que las cosas sean demasiado complicadas para que puedas elegir.

Di un paso hacia atrás, sintiendo una oleada de frustración recorrerme.

—Esto no está bien, Janet. No puedes retenerme con amenazas.

Ella cruzó los brazos, su expresión se volvió más oscura.

—No son amenazas. Es la realidad. ¿Crees que tu familia aceptaría que canceles la boda después de todo lo que han invertido en ella? ¿Después de lo que significamos como pareja para ellos? Y ni hablemos de la familia de Layla… ¿Realmente quieres arrastrarla a esto?

Mi estómago se revolvió. Lo sabía. Sabía que mi madre no lo aceptaría, que su padre tampoco. La boda ya no era solo nuestra, era un evento de alto perfil, una unión que convenía a ambas familias.

Pero lo que más me inquietaba era Layla.

Si Janet era capaz de utilizar a nuestras familias como una barrera, también era capaz de ir tras ella.

—Déjala fuera de esto.

Janet se encogió de hombros, con una indiferencia calculada.

—Eso depende de ti.

Me quedé en silencio, sintiendo el peso de la trampa en la que había caído.

En el rostro de janet apareció una expresión fría, calculadora. Se llevó una mano al vientre de forma casi teatral, como si estuviera recordándome lo que realmente estaba en juego.

—Ah, y por cierto… —su voz adquirió un tono venenoso—. No olvides que estoy esperando a tu hijo, Osiel.

Sentí que el suelo se desmoronaba bajo mis pies.

—¿Qué estás diciendo?

Janet ladeó la cabeza, con una expresión de burla.

—¿Qué crees? Que si cancelas esta boda, si decides correr tras Layla como un estúpido adolescente enamorado, nuestro hijo crecerá sin su padre. Y no solo eso, Osiel. —Sus ojos brillaron con una malicia que no había visto antes—. Me aseguraré de que todo el mundo sepa que lo abandonaste. Que prefieres estar con otra mujer antes que con tu propia familia.

Mi garganta se secó.

—No puedes hacerme esto…

—Puedo, y lo haré. —Sus uñas se clavaron en la tela de su vestido mientras me miraba con furia contenida—. Porque tú fuiste quien me puso en esta posición. Y no voy a permitir que me dejes en ridículo.

Inspiré hondo, tratando de mantener la calma, pero sentía que el aire no llegaba a mis pulmones.



#2558 en Novela romántica

En el texto hay: mentiras, drama, secretos .

Editado: 16.04.2025

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