Las sirvientas me preparaban con esmero para el rito. No era una simple ceremonia, sino la más sagrada tradición del imperio Selunia. En esa noche, el gobernante asumía el deber de la diosa Nisha, guardiana de los sueños, aquella que vela por los sueños del mundo entero y las defiende de los espíritus que acechan en la oscuridad. El rito tenía lugar solo una vez al mes, bajo la luz plena de la luna, cuando su resplandor ofrecía el instante perfecto para desatar el poder oculto del soberano.
El atuendo que me aguarda es sagrado: una túnica blanca que cae como un río de luz sobre mi piel y un velo del mismo resplandor que cubre mi rostro. En la cabeza portó la corona negra, de puntas afiladas, símbolo del vínculo entre la oscuridad y la pureza.
El blanco no es un color elegido al azar; se dice que fue el manto de la diosa Nisha, quien en los albores del mundo descendía a la tierra envuelta en vestiduras inmaculadas. Aquello, sin embargo, ocurrió antes de que su destino se torciera por el amor prohibido hacia un mortal.
En cuanto terminaron de arreglarme, me dirigí al lugar donde se realizaría el rito. Antes de entrar, me crucé con aquellos tres hombres. Según la información que había obtenido, Vinceszo aparecería esa noche, y por eso era vital que ellos estuvieran presentes. Si me esperaba una emboscada, al menos tendría a tres aliados de mi lado.
En cuanto ellos me vieron, se inclinaron para iniciar el saludo. Pero los detuve, quería ahórrame tiempo en cosas inútiles.
—Quiero que los tres se dividan y observen a la distancia, y atentos a cualquier movimiento sospechoso.
—Disculpe, pero no traje mi espada.
—Sabia que el hijo menor de Onix era despistado, pero no imagine que llegaría a tal grado.
Respondí con molestia, antes de darle una espada que guardaba en mi pierna bajo la túnica.
—Toma cuidala bien, es una de mis favoritas.
En cuanto se la di, estaba apunto de retirarme. No obstante, no me fue posible pues Calloway, me detuvo.
—¿Hay algo que debamos saber del enemigo?
Calloway es alguien muy cauteloso en cuanto al campo de batalla se trata. Supongo que debo dejarlo a cargo de esta misión, pues ya posee experiencia en combate.
—No, nada mas tengan cuidado de ese muerto viviente. Y tú estarás a cargo, ósea puedes dar órdenes a esos dos.
Los dos idiotas parecieron molestos, que el simple hecho de que Calloway les diera ordenes, les parecía irritante.
—Lamento decirlo su majestad, pero odio que me den órdenes.
Avery parecía sonar tranquilo, pero en realidad era una tormenta por dentro.
—Yo odio que un tipo blando como él, me mande.
—¿Soy un tipo blando?
Calloway pregunto desconcertado, no entendía porque lo llamo así. Mayormente en el campo de batalla, e incluso sus caballeros solían temblar ante él.
—Oigan, ¿Acaso olvidaron su propósito aquí? No sean unas niñas lloronas y pónganse a trabajar.
—¿Niñas?
Al parecer, mis palabras hicieron que la tormenta creciera dentro de ellos. A pesar de que lo había dicho en voz baja, seguro que por dentro tenían muchas ganas de refutar lo que había dado por hecho.
Al terminar mi pequeño regaño, me retiré y los dejé solos. El escenario del rito aguardaba en silencio, iluminado por una luna que ascendía lentamente hacia el centro del cielo. Era justo allí donde debía plantarme, dejar que su luz me envolviera y, después, entregarme a la danza.
<< ¿A quién se le ocurrió bailar, para hacer la ceremonia? ¿No podía simplemente quedarme dormida y desde ahí hacer lo demás? >>
El sitio se encuentra en la parte más alta del castillo lunar, el cual se utiliza únicamente para ceremonias, bodas de la familia real y el rito.
El piso estaba hecho de mármol, y el lugar tenía un tamaño comparable al campo de equitación donde solían practicar. Solo se utilizaba el centro, donde cinco pilares formaban un círculo. En lo alto de cada uno se alzaba una media luna, y en el medio del piso había una gran luna llena bellamente dibujada.
Durante todo el proceso no puedes permitirte perder la concentración, pues un solo descuido bastaría para quebrar el lazo con el mundo de los sueños… y entonces el caos se desataría sin control
En cuanto me posicione en mi lugar, lo tambores empezaron a sonar dando a entender que el rito dio inicio.
--Huey tonanzen (Gran madre venerada) I palnemohuani ( Aquel por quien se vive) Tlazocamati (Agradezco con amor)
Pronuncié en voz baja una lengua antigua, invocando un cántico sagrado antes de cruzar al mundo de los sueños. Era una plegaria de gratitud a la luna, un escudo invisible que nos guardaba de todo mal al atravesar su umbral.
Sin más, cerré los ojos y comencé a bailar. No importaba cuántas veces repitiera aquel ridículo ritual: el mundo de los sueños seguía siendo un misterio abrumador, tan vívido y real que cualquiera sin sangre real habría perdido la razón. Yo, como mestiza, debía aferrarme a cada hilo de concentración, pues un solo desliz y mi alma se quebraría en mil fragmentos.
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Editado: 29.09.2025