La Promesa de Charlotte: Diario de Entrenamiento.

Intermedio: El mayordomo demoniaco y su difícil trabajo.

—¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja!—mi amo ríe sin parar.

Ha estado así durante algunas semanas y comienza a preocuparme su comportamiento.

—Disculpe, mi señor, pero no logro comprender que le da tanta gracia—comento con intriga.

Él sofoca su risa rápidamente.

—Lamento si te preocupé, es solo que no puedo superar lo que pasó en esa cueva hace algunos días—responde con tono burlesco.

—Si me disculpa, mi señor, no me parece gracioso. Aniquilaron a todo un nido de nuestra especie—contesto con algo de pesar.

—Lo que me causa gracia, Latham, es que el tonto de los globos haya pensado que el rey demonio o yo íbamos a destruir todo algún día solo para vengarlo a él y a todos los caídos. Se mereció esa muerte por haberme llamado perro faldero del viejo ese—responde con repulsión.

—¿Y no es ese el plan, mi señor? ¿Acabar con lo que queda del cielo y asimilarlo junto a la tierra para que forme parte del infierno?—le recuerdo lo planificado.

—Es la idea del viejo, pero yo aspiro a más. Además, no falta mucho para que el rey demonio muera, ambos hemos existido el mismo tiempo pero estoy seguro que él desea retirarse, así que le aconsejé hace unos años que buscara a un sucesor que ya encontró, solo hace falta que lo entrene junto a las brujas para el ritual—contesta.

—¿Y dónde entra usted en ese plan?—cuestiono una vez más.

—No lo haré. Cuando Charlotte salga a su aburrida reunión con dioses de otros mundos, el rey demonio pondrá en marcha su plan. Para ese entonces yo voy a estar en otro lado haciendo lo mío—formula malévolamente.

—Y supongo que para eso va a requerir a las chicas que raptó—deduzco mirando hacia una esquina.

En la habitación oscura hay otras dos personas. Una es un demonio de clase A, está encadenada y amordazada. La otra es un espíritu y está en un letargo desde que llegó aquí.

—Una me pertenece, soy su dueño. La otra… bueno, es suficientemente linda para que sea mi esposa—responde.

—¿No le parece poco cortés y honorable raptar y obligar mujeres a que sean sus esposas?—pregunto con algo de precaución. No es bueno hacer enojar a mi amo.

—Pero solo estoy reclamando mi propiedad. Y bueno, para cuando mi plan esté en marcha, ambas estarán profundamente enamoradas de mí—añade sonriendo.

Puede que yo sea solo un demonio más pero me parece repulsiva su manera de ver a otros. Tal vez mi amo sea una de las criaturas más poderosas, la personificación de la mentira misma, pero no me parece correcto tratar a los demás como objetos. Sin embargo me guardo mis pensamientos para mí mismo, de otro modo puedo hacerlo enojar.

—Cambiando de tema, ¿qué hay de Kiriel? Mientras exista, ni el rey demonio ni usted podrá llevar a cabo su plan, incluso si contamos con Shiro—comento mirando de reojo a las chicas en la habitación.

—Shiro podría matar a Kiriel si se lo propone, es posiblemente el demonio más poderoso de todos, diseñado para derribar a los mismísimos dioses; sin embargo y gracias al maldito dios primigenio, Shiro requiere algo de tiempo y preparación para volver a tener sus antiguas capacidades. Dejemos que Kiriel se encargue del rey demonio mientras nosotros nos preparamos en otro lugar, incluso si los humanos y ángeles ganan, quedarán muy debilitados. Charlotte se encontrará un panorama algo… desolador cuando regrese—responde dando risas burlonas.

A pesar de su buen humor el día de hoy, no lo he escuchado hablar tarareando frases con rimas.

—Entiendo—suspiro.

—Por cierto, esa chica, Scarlet, es anormalmente fuerte. Puede que incluso llegue a estar casi al nivel de Kiriel—analiza mi amo.

—Así es, mi señor. Es increíble como los humanos se han adaptado para sobrevivir. Solo imagine un escenario donde todos los cazadores tengan su fuerza, da escalofríos imaginarlo—afirmo.

—Tengo curiosidad por ver qué tan letal es… Latham, amigo mío, ¿podrías ir allá y mostrarme que tan bien se desenvuelve en un combate contra un demonio que no sea débil?—solicita.

—Si le soy sincero, mi señor, preferiría no formar parte de este teatro hasta que sea necesario. Pero si son ordenes suyas no me queda más que cumplirlas—comento con pesar.

—Perfecto, no hace falta matar a Frank, quiero que viva para que sufra hasta que finalmente podamos vernos las caras. Con respecto a la cazadora… puedes matarla si te apetece. Si sientes que no podrás ganar tienes mi permiso para retirarte y volver aquí—ordena mi amo.

—Sí, señor—contesto.




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