La Promesa de Cupido

Capítulo III

Amor caminó tranquilamente por la calle hasta llegar al café que estaba en frente de la universidad. Se llamaba Alegría Rose. Entró y le sorprendió como la relajante música, los penetrantes olores y la calidez del ambiente la envolvían.

Se sentó en uno de los sofás que se encontraban al fondo de la estancia, la cual estaba repleta de estudiantes universitarios; unos charlaban entre sí y de vez en cuando estallaban en carcajadas, algunos más leían mientras escuchaban música, y otros simplemente revisaban sus celulares. Amor miró por la ventana, en ese momento la universidad parecía estar completamente desierta.

Sacó el mapa bien doblado que habían metido en un bolsillo de sus pantalones y lo desdobló sobre sus piernas. Fue muy fácil encontrar el café en el mapa; estaba frente a la estructura más grande de la zona. A dos calles había un edificio marcado en rojo y una anotación a su lado "Anteriormente de Esmeralda Blake. Libre. Planta baja, apartamento número 101. Hay una llave sobre el marco de la puerta".

Amor suspiró, tenía ganas de quedarse otro rato en el café y observar más de cerca a las personas, pero sabía que no podía, tenía que cumplir su compromiso con Amanda y Dean. Aunque aún no supiera cómo. Así que se levantó del sofá y tan rápido como entró en el café, salió.

Caminó con paso rápido por las dos calles que la separaban del ex apartamento de Esmeralda Blake. Se sentía un tanto cansada, sólo quería llegar al departamento para comunicarse con sus amigas y echarse un rato a dormir.

Después de diez minutos de caminata llegó a un pequeño edificio, tendría más o menos cuatro pisos, de color verde y amarillo. Pasó por la puerta principal y fácilmente encontró la puerta número 101 pues era la primera. Tomó la llave que se escondía sobre el marco con calma, no había nadie en el pasillo. La introdujo en la cerradura y abrió despacio.

La invadió un olor a viejo.

Entró y cerró la puerta tras ella. Acto seguido empezó a inspeccionar el lugar.

Había una sala/comedor, una pequeña cocina y un corto pasillo con tres habitaciones. El comedor tenía una mesa de madera pulida y cuatro sillas alrededor de ella. La pequeña sala tenía dos muebles individuales, uno de los asientos frente a un televisor viejo y una inmensa ventana que ocupaba casi toda la pared. La cocina contaba con los utensilios básicos, además de una lavadora y secadora en la esquina de esta.

Amor avanzó por el pasillo y abrió la primera puerta con la que se topó, encontrándose con un baño. En frente del baño se encontraba otra puerta que daba paso a una gran habitación con una cama matrimonial y una pantalla en la pared, Amor se fijó en que el techo de la recamara había sido pintado con un gran cielo nocturno y decidió que definitivamente dormiría allí.

Finalmente, se volvió hacia la última puerta, cuando la abrió se encontró con un cuarto un poco más pequeño que el anterior. Tenía una cuna con dosel, peluches, muñecas sobre estantes y un pequeño vestido color rosa que colgaba de un gancho en la pared. Ella lo comprendió al vuelo; aquella era la habitación para una bebé.

Lo que no entendía era que si la casa estaba libre, como decía la anotación en su mapa, ¿por qué dejarla amueblada?, ¿y por qué dejar una habitación preparada para la llegada de un bebé?

La cabeza de Amor comenzó a doler por el cansancio y suspiró pesadamente, decidió que aquella noche no intentaría averiguar el pasado de aquél apartamento. Caminó hasta el cuarto donde dormiría y se lanzó en la cama para intentar hablar un rato con sus amigas.

Cuando Amor cumplió trece años sus amigas y ella compraron un raro dispositivo de comunicación a una antigua bruja que se había enamorado de un Dios, y tenía su residencia en el cielo. Ella les aseguró que funcionaba en cualquier parte y además, les dijo que "percibía" lo real que era la amistad entre las cuatro chicas. Les cayó tan bien la bruja que cada cuando, y a escondidas de sus padres, visitaban su tienda.

Era idéntico a un espejo de mano a excepción de un botón color rubí que se encontraba en la parte inferior del artilugio. Al presionarlo, este inmediatamente empezaría a hacer conexión y el dispositivo del otro lado emitiría una serie de sonidos, avisando al dueño que había una llamada entrante.

Por suerte para ella, luego de unos segundos los dispositivos lograron hacer conexión.

— ¡Chicas!, ¿cómo han estado? —dijo Amor, emocionada, apenas ver las siluetas de Aquarius y Junio.




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