La Promesa de Cupido

Capítulo VII

Cinco minutos después, Amor observaba como las personas entraban al establecimiento para refugiarse de la lluvia torrencial. Un grupo en particular le llamó la atención, dos chicos y tres chicas que fueron a sentarse en una mesa del fondo, reían, se hacían bromas los unos a los otros, estaban empapados y se veían completamente felices. Ella sonrió, pensando en que quizás ella y su grupo se veían así cuando estaban felices, Amor sólo esperaba que ellas hubieran logrado salir de la Base sin ser descubiertas.

Amor había descubierto, en aquellos cinco minutos, que el lugar era un establecimiento donde vendían café y una especie de pasteles pequeños, llamados cupcakes. Ella había pedido un café con leche mediano y decidió probar un cupcake de chocolate con fresas. Una chica menuda y de cabellos castaños le había pedido la orden, y Amor esperaba pacientemente por ella, aunque empezando a sentir como su estómago se retorcía por la falta de comida.

Cuando vio a Jordan pasando por la puerta, el corazón de Amor se aceleró, más de lo que ella querría admitir. Jordan, que en ese momento no llevaba una gran sonrisa en su rostro, sino que fruncía el ceño, recorriendo el lugar con la mirada. Amor sonrió cuando él la vio y comenzó a caminar hacia su mesa.

Se sentó frente a ella y antes de que pudiera abrir la boca para decirle algo, cualquier cosa, una camarera lo abordó.

—Un café moca y una caja de cupcakes de chocolate con glaseado de fresa y gotas de chocolate —dijo sin mirar a la chica, porque sus ojos estaban puestos sobre Amor. Ella lo sabía, pero no lo veía, su mirada estaba fija en sus manos.

—No me han llegado los mensajes hasta hace un momento —confesó Amor, un tanto nerviosa, aún sin verlo.

—Lo importante es que, al final, respondiste —le respondió él, y algo en su tono hizo que ella levantara la mirada. Y sonrió cuando vio que Jordan también estaba sonriendo.

—Así que, ¿cómo llegaste tan rápido?

—Vivo en unas residencias a la vuelta de la esquina. Acababa de llegar de la universidad —comentó. Amor se sintió un poco culpable, aunque no lo mencionó, estaba feliz de que él estuviera allí, le ayudaba a distraerse.

— ¿Por qué tan tarde? —le preguntó ella, y la sonrisa de él se ensanchó.

—Trabajo en un gran y nuevo proyecto, y muy especial, es para la feria anual de la Facultad. Asisten jurados de diferentes universidades y artistas de gran renombre, los proyectos ganadores pueden ganar entre presentar su obra en una verdadera galería de artes, un gran porcentaje para tu calificación final, e incluso una beca de un semestre. Todo depende de qué tan grande sea tu obra.

A ella le gustó la forma como Jordan hablaba de aquél proyecto, de aquella feria. Sus ojos adquirían un bonito brillo, y su tono reflejaba emoción al igual que su gran sonrisa. Por segunda vez, sintió una punzada de celos, quizás porque Melody Ross era merecedora de alguien tan increíble como Jordan.

Se dio cuenta de que quizás Jordan era algo así como la falsa ilusión de Amor, si las almas gemelas existieran también para alguien como ella.

La chica menuda, de cabellos castaños, se acercó a la mesa y dejó la orden de Amor frente a ella. Luego se volteó hacia Jordan y Amor presenció cómo ésta le dedicaba una sonrisa coqueta.

—Hola —le dijo con una voz tremendamente chillona—. Soy Anna, y dime, ¿ya te tomaron la orden?

—Sí —le respondió él, sus ojos aún fijados en Amor—. Debería estar aquí dentro de poco.

—Una pena —le contestó la chica llamada Anna, mientras se daba la vuelta para irse, con la charola con la que entregaba la comida bajo el brazo.

Amor fijó la vista en su cupcake, la versión diminuta de un pastel en su plato. La base era marrón, por el chocolate, tenía una cobertura color crema, una fresa en el tope de ésta y muchas chispas de chocolate. Se veía esponjoso y apetitoso.

Amor alzó la mirada, y se dio cuenta de que los ojos de Jordan seguían sobre ella.

— ¿Qué? —preguntó mientras tomaba el vaso con café y lo llevaba hasta sus labios. En el Alegría Rose, no llegó a tomar mucho café, y por lo que recordaba, las veces que lo pidió era sólo y con mucha azúcar. Pero aquel era completamente dulce y cremoso.

—Fue graciosa —comentó, y al ver la expresión de confusión en la cara de Amor, soltó una risita y se explicó—. La mirada que le diste a la chica, Anna.

—No le di ninguna mirada —se defendió ella.




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