La Promesa de Cupido

Capítulo XXII

Las visitas de la Diosa Megara se habían vuelto impertinentes. La Diosa ni siquiera ayudaba sino que se limitaba a peinar a Amor a su antojo y a soltar comentarios burlándose de su situación.

Amor tenía sueños recurrentes donde Esmeralda Blake, su madre, la sostenía en brazos y luego la dejaban caer a un vacío, donde siempre terminaba encarcelada y sangrando en una de las celdas de Jacinda. Se despertaba a mitad de la noche, jadeando, sudando, a veces hasta gritando y sobresaltando a David, Brandon, y todos los que habitaban el departamento.

Aunque las visitas de la Diosa fueran impertinentes, eran mejor que tener pesadillas con su madre y con Jacinda.

No había vuelto al Sanatorio, ni había vuelto a buscar información sobre Esmeralda. Había guardado el asunto en una caja fuerte al fondo de su mente y no pensaba abrirla por nada del mundo.

Pero esa noche, después de soñar nuevamente con los ojos esmeraldas de la mujer que le dio la vida, no pudo evitar pensar en lo que le había pasado. Ahora que sabía, era imposible no darse cuenta de las cosas. Según la mujer que le había vendido los polvillos, su madre había sido una descendiente directa de Venus, pero no había tenido derecho a lo que le correspondía de poder ya que nunca había ido al Cielo. A ese rompecabezas aún le faltaban algunas piezas, por ejemplo qué había pasado después de que Amor nació y por qué se quedó con su padre en lugar de ella. Tenía la teoría de que el hecho de que Amor se hubiera ido a vivir con su padre podría haber sido el factor detonante que desató su locura.

Los días pasaban más rápido con el departamento lleno de sus amigas. Su tío se había puesto loco de felicidad cuando descubrió que tendría más aliados, y por lo tanto, más gente con la cual contar para liberar a los prisioneros de los calabozos. La llegada de sus amigas a la Tierra había ocasionado el retraso de la fase uno de la misión, pero Brandon le había restado importancia, decidiendo posponerlo.

Mientras tanto, Gemny le ayudaba a Brandon con los planos, pues era la que mejor conocía el lugar. David también se había incluido en la misión y todas las mañana les enseñaba a las chicas a dejar fluir sus poderes con ayuda de la meditación.

Amor había avanzado un poco con su meditación, incluso se había dado cuenta de que si se concentraba lo suficiente sus manos podían transmitir haces de luz. Si los haces de luz fueran letales, entonces serían perfectos para luchar, pero mientras fueran simples rayos que cumplían la única función de iluminar espacios oscuros, Amor tendría que seguir practicando y ver que habilidades peligrosas podía desarrollar. Aun así, David no perdía la esperanza y la animaba cada vez que podía.

Brandon había anunciado que la misión se llevaría a cabo esa misma noche. Así que esa madrugada, cuando Amor había despertado sobresaltada, creyó que de alguna forma su tío los había transportado el sótano de la Base sin siquiera avisarle.

Cuando se dio cuenta de que estaba a salvo, en la habitación y con David durmiendo pacíficamente a su lado, suspiró. Intentó relajarse pero algo la incomodaba, y no se dio cuenta de qué era hasta que se fijó en su bolso tirado en una esquina del armario de Esmeralda, el cual despedía un haz de luz roja. Se estremeció cuando recordó lo último que había pasado cuando la habitación había sido cubierta por un brillo rojo, proveniente de un objeto que ella conocía muy bien.

Se levantó con extremo cuidado, intentando no despertar al rubio, se agachó frente al bolso y metió su mano hasta que dio con un objeto pequeño, frío y de forma redondeada. En el momento en que lo sacó del bolso y lo tuvo en sus manos, el espejo dejó de transmitir la luz, y Amor, justo como la última vez, tocó el caliente rubí sobresaliente.

Como si hubiera encendido la televisión, una imagen comenzó a rodar y Amor se sentó nuevamente en la cama, por miedo a lo que sea que se mostrara.

La imagen comenzó borrosa, y la rubia pensó que quizás ella era la que estaba viendo mal, pero pronto comenzó a tomar nitidez. En un lugar oscuro, un anciano se lanzaba furiosamente contra las paredes y los barrotes de lo que parecía ser una celda.

De pronto la parte de arriba de la celda donde tenían encerrado al anciano, se iluminó y lo que parecían ser dedos tomaron al anciano de los brazos y lo jalaron hacia arriba. Amor frunció el ceño, estupefacta, parecía más una escena hecha con muñecos que la realidad.

La escena cambió de plano y Amor observó a unos dedos que sacaban algo diminuto que se movía de una pequeña bolsita negra atada al cinturón. La cosa diminuta fue depositada en una cápsula gigante que se cerró inmediatamente. La rubia presenció como la cápsula se llenaba de gas muy denso como para ver a través de él.




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