La Promesa de Cupido

Capítulo XXVII

Corriendo por los pasillos y muros que una vez creyó conocer, Amor se acercaba cada vez más a lo que se había convertido en un campo de batalla, tanto que podía escuchar el sonido de las armas chocando contra sí. En incontables ocasiones había tenido que frenar su carrera por los pasos pesados y apresurados que llegaban del otro lado del pasillo y la obligaban a mantenerse a salvo, no podía ser encarcelada de nuevo.

Una ventana al final del largo pasillo le mostraba una escena que bien podría ser de película; el sol comenzaba a alzarse e iluminaba pequeños cuerpos en guerra, a sus lados yacían algunos otros con heridas e incluso tendidos sobre charcos de su propia sangre. Amor se estremeció y cuando se aseguró de que no se escuchaban pasos emprendió nuevamente la carrera.

Aún no sabía quién había osado a enfrentarse a Jacinda, pero sabía que pelearía a su lado aunque eso trajera consecuencias futuras. Lo único que importaba en ese momento era no dejar que Jacinda ganara la batalla.

La rubia asomó su cabeza por una esquina, para asegurarse de que no había nadie en el siguiente pasillo y continuó el camino hacia los Jardines. A mitad del pasillo algo hizo que los vellos de su nuca se erizaran y rápidamente se puso alerta, sacando su daga. Algo que había aprendido era que cuando sus instintos intentaban decirle algo, ella definitivamente tenía que escucharlos.

No veía nada, pero sentía que algo estaba allí así que se quedó quieta, empuñando su daga unos minutos más.

Nada ocurrió.

Suspiró, creyendo que la sensación de peligro había desaparecido, sacudió la cabeza y caminó lentamente hasta la siguiente esquina, al asomarse para comprobar si el pasillo estaba vacío sintió su corazón saltar y como si hubiera olvidado respirar. No pudo detallar nada, sólo consiguió ver una cabellera rubia y unas vestimentas blancas que corrían imparables hasta su posición.

Sintió sus ojos llenarse de lágrimas al mismo tiempo que unos conocidos brazos fuertes la rodeaban, protegiéndola y casi dejándola sin respiración. No le importó. Le devolvió el abrazo aún más fuerte a David y dejó su cabeza reposar entre su pecho que subía y bajaba rápidamente. Él acariciaba y besaba sus cabellos.

— No… estás… muerta —dijo aliviado, luego lo escuchó reír suavemente—. No es que creyera que lo estuvieras… Bueno yo no sabía que creer.

Amor se apartó por milímetros para poder observar sus ojos.

— Lo siento tanto.

Él negó, situó una mano en su nuca y la atrajo hasta sus labios en un beso feroz, desesperado, dulce, apasionado… No sabía que un beso pudiera tener tanta carga sentimental y emocional, pero eso la alegró aún más. Enterró las manos en su cabello, ¡lo había extrañado tanto!

— Debes estar enfadado —murmuró cuando se separaron, sus manos seguían enredadas en su cabello—. Estuve a punto de morir… creí que no volvería a verte.

Las facciones de David se suavizaron más de lo que había imaginado posible, Amor no pudo evitar acariciar sus sonrojadas mejillas y pasar un dedo por sus labios.

— Creo que lo entiendo. Pero desde que supe que te habías ido, no dejé de intentar convencer a Brandon para venir y él sólo me decía que esperara y que esperara —rodó los ojos—. Estuve a punto de pisar este lugar yo solo, porque la angustia me estaba matando.

Amor no pudo evitar sonreír, pero negó lentamente cuando los sonidos de la batalla que se libraba en los Jardines la trajo de nuevo a la realidad.

— ¿Qué está pasando allá abajo?

— Como que le declaramos la guerra a Jacinda por el Cielo y al principio íbamos ganando porque no se lo esperaban… pero han conseguido reponerse a una increíble velocidad y ahora nos doblan en número —su expresión cambió a la completa desilusión—. Si no podemos ganar esta batalla, al menos me aseguraré de tú no acabes sangrando en el piso, nos iremos e idearemos otra forma de contraatacar, ¿me entiendes?

Asintió.

— Eso no significa que tengan que dejar de luchar, no por eso hay que dejar de intentar. Tengo un plan.

Los ojos de David brillaron mientras Amor le contaba lo que había encontrado hacía tanto tiempo, el regalo que su madre le había dejado. Le explicó que tenía casi todo lo necesario para llevarlo a cabo, que lo había practicado y que lo único que necesitaba para llevarlo a cabo era un poco más de tiempo.

— Debemos bajar ya si queremos que salga bien.




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