La promesa de la luna

Capítulo 5 "Correr también es una forma de buscarte"

FRANK

—¿Raúl? —lo empujé un poco con el pie. Abrió un ojo y me miró mal—. Levántate. Tenemos que buscar un lugar, algo que hacer.

Se sentó, con cara de pocos amigos. —No tenemos dinero, Frank. No tenemos nada. ¿Qué crees que vamos a hacer?

—Solo camina —le respondí—. Ya encontraremos algo.

Caminamos durante horas, hasta que nuestras piernas no daban más. Fue entonces cuando vimos un cartel colgado fuera de un bar: "Se necesita ayudante". Me giré a ver a Raúl, y él entendió. Entramos. Nos acercamos a la barra y preguntamos por el jefe. Un chico detrás del mostrador nos pidió esperar. Minutos después, salió acompañado de una mujer.

Era una mujer guapa. Cabello marrón con toques rojizos, ojos celestes y una presencia que se hacia notar y ella estaba al tanto.

—¿Están aquí por el anuncio? —preguntó, analizándonos con la mirada.

—Sí —respondí. Raúl solo asentía.

—¿Qué edad tienen?

—Yo tengo dieciocho, él diecisiete —mentí. Sabía que era necesario. Raúl me miró, sin saber si debía seguirme el juego.

—¿Han trabajado antes?

—Sí —dije al mismo tiempo que Raúl soltaba un tímido "no". Le lancé una mirada rápida y añadí—: Como meseros.

La mujer no pareció muy convencida, pero tampoco le importó mucho.

—Bien. Podrán hacer lo mismo aquí. Empiezan hoy. A las 8, pero deben estar media hora antes.

Asentí con una sonrisa.

—¿Usted es la dueña?

—La hija del dueño —respondió, y se fue con una sonrisa que no supe cómo leer.

Cuando salimos, Raúl se me quedó mirando como si hubiera visto un fantasma.

—¿Qué acabas de hacer?

—Conseguirnos un milagro.

—¡Pero no sabemos hacer nada!

—Exacto. Aprenderemos.

No respondió más. Seguimos caminando y descansando de rato en rato. Habíamos tenido suerte. Solo esperaba que la paga fuera suficiente para sobrevivir.

Cuando dieron las 7, fuimos al bar "Private". Ella estaba ahí, esperándonos. Nos entregó camisas y pantalones, nos indicó dónde cambiarnos. El trabajo no era complicado: tomar pedidos, sonreír, servir. Fácil.

En uno de mis trayectos hacia la barra, me llamó. Me acerqué y se sonrió.

—Frank, ¿no?

Asentí.

—¿Un trago?

—¿Puedo?

—Sí, yo invito.

Nos sentamos en la barra. Pidió dos shots de tequila. Me miró.

—Sé que no tienes dieciocho.
Me reí.
—Lo imaginé.
—Tampoco importa. Tenían cara de necesitar el trabajo. Y no preguntaron por la paga. Eso me sirve.

Nos tomamos el tequila y sentí como me quemaba por dentro, quise toser pero me aguante.
—Tengo diecinueve —añadió, mirándome por encima del vaso.
—Vaya —dije, tragando saliva. Me ardía la garganta.

La conversación quedó ahí. Me levanté para volver al trabajo.
—Cuando quieras hablar… búscame —dijo, tocándome la rodilla antes de alejarse.

No supe si eso era parte del trabajo o algo más.

Volví a mi ronda. La noche pasó entre vasos, risas y humo.

Al menos era un comienzo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.