- Según las indicaciones del mapa, solo hay que mantenerse en el sendero, creo que será fácil – aseguró Gilbert.
- ¿Qué pasa si te sales del sendero? – preguntó Elisabeth quien caminaba al lado de él.
- El bosque tiene vida – le explicó el joven con el mapa en las manos – Te mostrará tus recuerdos más valiosos y dolorosos – explico – Solo son recuerdos, forman parte del pasado, siendo así atravesar el bosque será pan comido.
- Tienes razón, quizás atravesarlo sea fácil, pero eso de dejar los recuerdos en el pasado no es tan fácil – le respondió Elisabeth mientras observaba el hermoso y gran bosque dejando ver cierta melancolía en su rostro – Los recuerdos no se dejan atrás de la noche a la mañana, duelen y duelen mucho, los recuerdos tristes se vuelven más tristes, pero lo que es irónico es como los recuerdos felices se hacen dolorosos.
El joven noto la tristeza en sus palabras y la tomó de la mano para dejar en ella un suave beso, añadiendo
- Ahora tú eres la que tiene la razón, pero sin embargo cada quien elige cómo sufrir sus recuerdos o si los recuerda como algo maravilloso
Avanzando por aquel sendero que parecía no tener fin, Gilbert noto una pequeña cortada en la pata del perro, sacando un pañuelo de su bolsillo trató de amarrar la herida. Asombrada por la belleza del lugar, Elizabeth camino un poco por delante de ellos para seguir apreciando la hermosura del bosque, miles de flores adornaban el lugar, había árboles frondosos de todos tamaños y tipos, quién diría que un lugar tan bello pueda causar tanto daño en una persona o en este caso, en un alma.
Al mismo tiempo que contemplaba el panorama las palabras de su amado daban vueltas en la cabeza de la chica – He sufrido por los recuerdos de Gilbert durante estos 2 años, he llorado y llorado sin cesar, la tristeza ha gobernado en mente, debería alegrarme por haber conocido un gran nombre, me he encerrado tanto en mi soledad que no he notado todo lo que pasa a mi rededor – todas esas osas rondaban sus pensamientos.
Mientras tanto, Gilbert terminaba de amarrar su pañuelo en la pata del perro, recibiendo como recompensa lamidas del perro por toda la cara - Ahhh gracias, pero quítate de encima – decía el chico cayendo al suelo.
En esos momentos de distracción el bosque ponía en práctica su juego de pensamientos y sentimientos.
- Oye, no corras tan rápido, no puedo alcanzarte – exclamó una voz sacándola de sus pensamientos.
Por un momento volteo a ver a Gilbert y Sialurif, pero ellos estaban tan entretenidos jugando. Observando a su alrededor logró divisar una niña corriendo entre los arbustos.
- Oh no, se perderá – pensó y sin dudarlo un momento salió del sendero, alejándose poco a poco, perdiéndose entre los árboles y arbustos, hasta que el joven y el perro quedaron atrás.
- ¡Holaaa! pequeña ¿Estás ahí? - gritaba esperando una respuesta, tras unos segundos de silencio profundo escuchó la risa de unos niños, corriendo hasta donde provenían las risas se llevó una gran sorpresa – No puede ser – dijo casi sin habla, topándose con la viva imagen de Gilbert y ella de niños jugando y riendo, el bosque le mostraba sus más valiosos recuerdos.
Los niños parecían no darse cuenta de su presencia, todo esto debido a que solo eran simples representaciones de sus recuerdos.
- El día en que nos conocimos – murmuró Elisabeth para así, contemplando aquella escena que el bosque le mostraba, observaba atenta con sus ojos llenos de lagrimas
Por otra parte, Gilbert giró su cabeza buscando observar a Elizabeth, pero al darse cuenta de la ausencia de su amada rápidamente le pidió a Sialurif que olfateara su esencia, adentrándose a ambos a la gran vegetación del bosque en busca de la joven
Entre tímidas sonrisas y amargas lágrimas, la chica observaba cada recuerdo
- El día que me viste de hombre para cuidarlo… El día en que nos hicimos novios – dentro de ella había un vaivén de emociones, hasta que un último recuerdo coronó su gran tristeza, el día en que le dijeron la noticia de la muerte de Gilbert, para luego mostrarse al mismo en el ataúd. Envuelta en lágrimas, observaba aquel el escenario – ¡Nooo! – dijo casi sin voz, acercándose poco a poco ese ataúd sentía como un nudo se formaba en su garganta y una terrible fuerza le oprimía el pecho, al observar dentro del ataúd y ver a su amado en él sintió como sus piernas temblaban, dejándose caer de rodillas al suelo soltó un profundo llanto, cada recuerdo fue maravilloso, pero cargado de suma tristeza – No quiero, no quiero separarme de nuevo – decía entre llanto.
El bosque le había mostrado sus más valiosos y dolorosos recuerdos