La promesa de las Rosas

Capítulo 6

Entrada de diario – 15 de julio de 1883

El peso del compromiso

Es difícil poner en palabras lo que siento ahora.

Hoy, mientras recorría la casa, mis pensamientos se vieron invadidos por una conversación que mi madre tuvo con el señor William Hargrove, un amigo cercano de la familia. Se discutió, sin ningún tipo de disimulo, un compromiso entre nosotros. Un acuerdo, casi tácito, que ya está escrito en los libros de la historia de nuestra familia. Yo… yo no lo había sabido hasta ahora. Pensaba que era solo una formalidad. Algo que ellos esperaban, pero nunca había sido confirmado.

Mi madre mencionó la fecha. La fecha en que, según ella, se celebrará la unión. Todo parecía tan distante hasta ese momento, pero ahora siento el peso de las palabras como si me estuvieran aplastando. No tengo la libertad de elegir, no la tengo. Mi destino ya está sellado, aunque mi corazón grite lo contrario.

¿Y él? El hombre que se ha convertido en una sombra constante en mis pensamientos. El que me mira como si me conociera mejor que nadie, el que me hace desear lo que no puedo tener. ¿Qué debo hacer? Mi razón me dice que debo aceptar el camino que se me ha trazado, que mi deber está primero, que las promesas de familia son más importantes que cualquier deseo pasajero. Pero mi corazón… mi corazón grita su nombre, como si él fuera la única verdad que jamás he conocido.

Hoy, cuando lo vi en el jardín, me hizo sonreír. Esa sonrisa que no deja de perseguirme en mis sueños. Y aún con ese momento, sentí una punzada en mi pecho. La realidad me golpeó, y entendí que tal vez nunca podré estar con él. Tal vez todo esto no sea más que un deseo imposible, un espejismo en medio de la niebla.

Me pregunté: ¿puedo seguir adelante con esto? ¿Puedo vivir con la idea de un futuro con William, un hombre que nunca me ha tocado el alma de la manera en que él lo hace? Mi corazón no sabe cómo responder. Pero mis ojos, mis pensamientos, siguen volviendo a él, una y otra vez.

El destino no se puede desafiar tan fácilmente, pero ¿realmente puedo quedarme en este compromiso si mi alma pertenece a alguien más?

E.




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