Entrada de diario – 20 de julio de 1883
La idea prohibida
Hoy me he sorprendido imaginando un mundo sin él.
Sin William.
Sin la ceremonia, sin los invitados, sin la jaula disfrazada de celebración.
Me he sorprendido pensando —solo pensando— en cómo podría evitarlo todo. Anularlo. Romper ese pacto invisible que fue sellado con apellidos y no con afecto.
No lo había permitido antes. Me sentía culpable solo de considerarlo.
Pero hoy… no.
Hoy sentí alivio.
Por primera vez.
No sé qué me está ocurriendo.
¿Estoy perdiendo el juicio? ¿Estoy corrompiendo todo lo que se me enseñó desde niña? ¿O es que por fin estoy empezando a escucharme?
Hay un susurro dentro de mí que me dice que no debo aceptar este destino sin lucha.
Que este compromiso, este matrimonio arreglado, no es una cruz que deba cargar por el resto de mi vida.
Y entonces lo pienso a él.
A veces me basta cerrar los ojos para verlo.
Sé que sería imposible… imprudente… rebelde…
Pero si él me tendiera la mano, si me dijera que no estoy sola, ¿me atrevería a escapar?
¿Podría escribir mi propia historia?
Las mujeres como yo no tienen muchas opciones.
Lo sé.
Pero también sé que no quiero pertenecerle a alguien que no me conoce, que no me ve.
William habla de mí como si yo fuese una pieza más del mobiliario heredado.
Él, en cambio…
Él no me posee, pero me entiende.
Y eso es mucho más peligroso.
Tal vez mañana hable con mi tía Clarisse. Ella siempre ha sido distinta.
Tal vez ella pueda decirme si existe un camino que no termine en un altar al que no quiero llegar.
E.
#5507 en Novela romántica
#2202 en Otros
#548 en Relatos cortos
sentimientos imposibles de ocultar, cartasalamor, confesiones pasadas
Editado: 09.08.2025