Entrada de diario – 22 de julio de 1883
Su nombre
Hoy hablé con la tía Clarisse.
No fue una conversación extensa. Con ella nunca lo son, y sin embargo, siempre me deja sintiendo que dijo más de lo que pronunció.
Estábamos en el salón amarillo, junto a la ventana que da al naranjal. Ella tomaba té con una elegancia desganada, como si las costumbres de esta casa aún no hubiesen logrado domarla del todo.
Le dije, sin rodeos, que no quería casarme con William.
Fue la primera vez que lo dije en voz alta.
Ella no se sorprendió. Solo levantó la vista, me observó largo rato y dijo:
—Entonces no lo hagas.
Como si fuera tan simple.
Pero en su voz no había burla ni ligereza. Solo una verdad dicha con firmeza.
—¿Y si no tengo otra opción? —pregunté.
—Siempre hay otra opción, Eloise. A veces cuesta más. A veces duele más. Pero existe.
Luego se inclinó hacia mí y agregó:
—No dejes que decidan por ti solo porque naciste mujer. El amor no es un lujo, es un derecho.
Y volvió a su té, como si acabara de leerme un poema en voz baja.
Salí de la habitación con el pecho agitado. Como si hubiese inhalado un aire distinto.
El mundo no había cambiado, pero algo dentro de mí sí.
Caminé sin rumbo por la casa hasta terminar en la biblioteca. No sé por qué fui allí. Quizás porque es uno de los pocos sitios donde puedo escucharme.
Y él estaba.
Sentado junto a la ventana, hojeando un libro que parecía demasiado viejo para leerse aún.
Al verme, levantó la mirada y me sonrió. No esa sonrisa amplia y audaz, sino la otra, la que parece tener un secreto escondido detrás.
Me acerqué. No dije nada al principio.
Solo lo miré.
Y entonces, como si una voz dentro de mí tomara el control, le pregunté:
—¿Cuál es su nombre?
Sus cejas se alzaron apenas, como sorprendido de que nunca lo hubiese preguntado. O tal vez porque esperaba no tener que decirlo aún.
Pero respondió, sin apartar los ojos de los míos:
—Ezra.
Ezra.
Un nombre que parece tener raíces en la tierra y al mismo tiempo resonar en algún tiempo futuro, como si perteneciera a algo aún por escribir.
Ezra.
Lo he repetido en mi mente todo el día.
No sé si eso cambia algo.
Pero ahora tiene un nombre.
Y eso lo hace real.
E.
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Editado: 09.08.2025