Entrada de diario – 1 de agosto de 1883
El rincón entre los libros
Hoy regresé a la biblioteca.
Sabía que él habría leído mi carta. Lo sentí apenas crucé el umbral, como si su presencia se hubiera quedado flotando entre los estantes.
El libro Jane Eyre ya no tenía mi carta.
Solo eso bastaba para acelerar mi corazón.
Di algunos pasos al interior, fingiendo buscar otra obra. Y entonces, al girar hacia el pasillo central de la sala, allí estaba él.
Ezra.
De pie, con una expresión que parecía reunir todas las cosas que no nos habíamos dicho.
—Leí tu carta —dijo, sin más.
Me bastó escucharlo para saber que algo había cambiado.
No supe qué responder al instante. Me limité a asentir, y luego bajé la vista.
Pero él no se acercó más. Solo esperó.
—Marie me contó una historia —dije, finalmente—. Sobre una mujer que logró anular su compromiso fingiendo enfermedad.
—¿Y lo considerás? —preguntó Ezra, con un brillo extraño en los ojos.
—Sí. Si eso me acerca a ti, sí.
Se acercó entonces. Con una calma temblorosa.
Y por primera vez, nuestras manos se rozaron.
Apenas un instante.
Pero suficiente para que mi cuerpo sintiera lo que mis palabras no alcanzaban.
—Te juro que si tú das el primer paso —murmuró él—, yo encontraré la forma de no dejarte caer.
Hubo un silencio. Uno de esos que no incomodan, sino que sellan algo.
—¿Y si no resulta? —pregunté.
—Entonces lo intentaremos de nuevo —respondió, como si el fracaso no tuviera fuerza ante nosotros.
Me quedé allí un rato más. Escuchando su respiración cerca.
Y por primera vez sentí que no estaba sola.
Que esto —nosotros— podía existir, aunque el mundo dijera que no.
E.
#5654 en Novela romántica
#2348 en Otros
#568 en Relatos cortos
sentimientos imposibles de ocultar, cartasalamor, confesiones pasadas
Editado: 09.08.2025