Catherine
Las sirvientas me terminaban de ajustar el vestidos mientras que otras me peinaban y solo una me maquillaba para terminar de ocultar los moretones que mi padre había dejado en mi rostro.
El vestido de un rosa palo con mangas largas que cubren mis brazos y los moretones que tienen, en la parte del escote es de corazón con algo de pedrería, se ajusta a la cintura y la parte baja de la falda es amplia y vaporosa con algunos detalles de flores.
Hoy conocería a esa persona importante por la que mi padre me ha pedido que me vista de una manera más elegante y formal.
En solo unos minutos comenzaríamos a fingir que somos una familia feliz a pesar de no tener a mi madre junto a nosotros, comenzaríamos a fingir que él no me golpea hasta el cansancio y es por eso que hace tantos años que no uso vestidos sin mangas.
–Su alteza, ya está lista– todas hicieron una reverencia antes de comenzar a caminar.
Yo las seguía por detrás a dónde quiera que me llevarán, quizás hoy conocería al hombre que mi padre me había elegido para casarme con él.
Un casamiento del que no tendría escapatoria, y si lo eligió es porque era el mejor candidato para unir nuestros reinos y hacer que nuestro reinado fuera el de los mejores.
Llegamos hasta el segundo piso a la terraza donde pude ver un matrimonio platicar con mi padre mientras a su lado se encontraba un hombre de mi edad que solo los veía con una expresión de seriedad.
Si cabello era rubio, la piel un poco bronceada, unos ojos verdes y podía notar que era dos cabezas más alto que yo.
Cuando estuve junto a mi padre hice una reverencia que las personas enfrente de mi excepto mi padre imitaron para darme un cordial saludo.
–Buenas tardes– saludé.
–Buenas tardes– dijeron los tres al unísono haciendo una reverencia.
–Vaya que tú hija es muy bella, Liam– el hombre paso un brazo por detrás de los hombros de mi padre.
–Catherine– hablo mi padre con un tono más delicado del que siempre suele usar conmigo– ellos son Enrique y Odette, reyes de Bolivia, él es su hijo Adam.
–Un placer– el chico tomo mi mano para besar mis nudillos como todo un caballero.
Él sería el hombre al que uniría mi vida sin siquiera sentir un poco de amor, tendría que formar una familia con un hombre del que solo conozco su nombre.
Pero lamentablemente así es la vida de la realeza, siempre se casan las personas de la realeza con personas de su mismo estatus para tener mayor terreno para gobernar.
Y claramente, yo me tengo que casar si es que algún día quiero ser reina, ya que en este mundo y en este tiempo una mujer necesita de un hombre para poder ser alguien.
–Hija, ¿porque tú y Adam no dan un paseo por los jardines del palacio?– mi padre paso una de sus manos en mi hombro haciendo algo de presión para que le obedeciera.
De alguna manera u otra siempre tenía que causar miedo en mi para que yo pudiera obedecerle. Porque lo único que le importaba a mi padre es el poder.
–¿Vamos?– Adam asintió permitiéndome ser la primera en salir del balcón donde nos encontrábamos.
Pasamos por varios pasillos del palacio hasta que llegamos al jardín principal, ninguno de los dos se atrevía a decir una sola palabra, quizás ya él también sabía nuestro destino.
Un matrimonio sin un poco de amor.
Él solo se dedicaba a mirar a nuestro alrededor sin expresión alguna, los guardias cuando pasaban a nuestro lado hacían reverencias para después seguir con su camino.
–¿Usted ya lo sabe?– fue Adam quien rompió el silencio deteniendo nuestros pasos a mitad del jardín.
–¿Que nos casaremos?– asintió levemente– eso lo sé desde que era pequeña, solo que aún no sabía con cuál hombre es con el que me casaría.
Desde pequeña me enseñaron que para poder hacer cualquier cosa siempre necesitaría un hombre, que llegada yo a cierta edad me casaría con alguien que me ayudaría a gobernar.
¿Dónde quedaba el amor? Pues solo se podía ver en los libros donde las parejas se conocen de una manera que los unirá para siempre, pero desde el inicio siempre hay algo donde tu sabes que habrá amor.
La realeza solo pensaba en formar un mayor reino, tener más poder que otras personas y sobre todo que todos sepan que los deben venerar.
El amor en la realeza no existe.
A menos de que las dos personas se hayan conocido desde pequeños y se fueran enamorando poco a poco hasta que llegó el momento de casarse.
Justo como le pasó a mis padres que se conocían desde la niñez y se enamoraron para después unir sus vidas hasta que la muerte los separó.
–No podemos hacer nada ante su desición de casarnos– mire a un punto inespecífico.
–En eso tiene razón, no niego que usted es muy bella y se nota que es una buena persona y puede llegar a ser una buena esposa– bajo la mirada evitando la mía– pero usted no sería la persona que yo eligiría para casarme.
–Usted se ve que también sería un buen monarca y esposo, pero claramente no seríamos la pareja ideal de un cuento de hadas– una pequeña sonrisa se mostró en la comisura de mis labios mientras un suspiro salía de mis pulmones– le propongo un trato, en nuestro matrimonio solo seremos amigos y nada más.
Extendí mi mano para estrecharla con la suya y así formalizar este trato que haríamos de solo ser amigos en nuestro matrimonio, ya que los dos sabemos y deducimos que ni siquiera con el tiempo podríamos llegar a amarnos.
Él me observo por varios segundos para después pasar su mirada a mi mano.
–Trato– estrecho su mano con la mía– desde ahora usted y yo solo seremos amigos y nada más.
Tal vez no podríamos dar descendencia a nuestros padres, quizás no seríamos el matrimonio que todo el mundo quisiera tener, tal vez ante la sociedad y en los eventos tendríamos que fingir que nos amamos, pero en el palacio, donde viviríamos llegado el momento de estar casados, solo seríamos amigos.