David
Al llegar a mi casa tome un bolso de mi armario para así poner algo de ropa y comida en él, trate de acomodar todo a la perfección para que todo cupiera.
Estaré junto a mi princesa así ella no quiera, porque se que ella necesita de alguien y ese alguien quiero ser yo, así podré curar su corazón si es que está herido.
Haré que quiera mi compañía así como yo quiero la suya, quizás y algún día pueda verme aunque sea como un amigo, con eso yo estaría más que conforme.
–¿A dónde vas rastrero?– pregunto Sabine desde el umbral de mi puerta.
–No es asunto tuyo– volte a verla arrepentido de haberle respondido así y fue cuando le sonreí como un niño pequeño y puse mis ojos más tiernos– ¿Me puedes prestar dos vestidos que le queden a la princesa?
Sabine sabía perfectamente que llevaba tiempo acompañando a mi princesa al pueblo, al igual que durante algunas noches me la pasaba platicando con ella y que vimos un amanecer juntos.
Es mi hermana, ella más que nadie sabe de lo mucho que amo a mi princesa aunque sea un amor imposible y de la forma en que la conocí.
Ella rodó los ojos antes de salir de mi campo de visión, aunque solo en cuestión de minutos regreso con dos prendas entre sus manos dejándolas sobre mi cama al igual que unos pares de zapatos muy diferentes a los que mi princesa está acostumbrada a usar.
Pero al menos podría descansar de ese enorme vestido que usaba cuando la dejé en el bosque.
Primero me asegure de vigilar muy bien a dónde iba, hasta que entró en la cabaña donde por las noches íbamos por el caballo para irnos al pueblo juntos.
–Estos son mis mejores zapatos y vestidos, cuídalos con tu vida o tendrás que comprarme unos nuevos.
_Te quiero hermanita– bese su mejilla antes de guardar las prendas en el bolso– cuida a mamá, yo volveré pronto.
–Lo que hace tu amor por su majestad– salió de mi habitación.
Esto es muy poco comparado a lo que me atrevería a hacer solo con tal de verla sonreír todos los días, incluso ser el primer hombre en tomar una estrella entre sus manos solo para entregársela a ella.
Aunque se que ninguna estrella brillaria tanto como ella.
Salí de mi casa rumbo a la cabaña donde ella se encontraba, camine por todo el bosque y aceleré el paso cuando vi como la luna se comenzaba a mostrar detrás de las colinas.
Tarde casi una hora en llegar pero a falta de caballo tenía que caminar, así fuera hasta el otro lado del mundo solo con tal de verla unos pocos segundos.
Al llegar a la cabaña di unos pequeños golpes a la puerta de madera, no recibí una respuesta así que decidí entrar con cuidado.
Al entrar la pude ver recostada sobre la cama, durmiendo con tanta tranquilidad, en ese momento de verdad parecía un verdadero ángel, la mire tanto como pude para dejarme grabado en la mente la manera en que se ve dormida.
Cuando la vi llorando en aquel bosque me sentí tan impotente porque no podía hacer nada para que su llanto parara, ¿que la haría llorar de esa manera?
Deje el bolso sobre una barra cerca de la que pienso es una cocina, abrí el pequeño armario de madera y me encontré con algunas sábanas, mantas y almohadas, tome algunas para ponerla en el suelo y así poder dormir.
Mañana le explicaria a mi princesa como es que llegue a dormir junto a ella.
Antes de recostarme sobre las mantas que había acomodado en el suelo, deje un casto beso sobre su coronilla deseándole una buena noche.
____
Me había despertado mucho antes que mi princesa, quería tratar de cocinar algo, lo que había en la alacena de aquella cabaña eran platos y vasos, al igual que un poco de fruta, agua y leche.
En mi bolso había podido meter unos cereales y unas galletas que me servirían para hacerle algo básico de desayuno.
Sería solo un cereal con leche, unas galletas y algo de fruta que con mucha dificultad había logrado picar.
No soy chef, soy un guardia que solo sabe defender al palacio de ladrones o enemigos que quieran atacarlo, pero por mi princesa estoy dispuesto a ser cualquier cosa que ella quiera.
Sus pequeños quejidos empezaron a resonar en mis oídos, fue cuando tome la bandeja que había encontrado sobre la barra para llevar con cuidado su desayuno.
Ella se tallaba los ojos para poder abrirlos mejor, su cabello estaba algo desordenado pero no por eso dejaba de ser bella.
–Buenos días, mi princesa– me senté en la orilla de la cama dejando sobre sus piernas la bandeja llena de comida.
O al menos la poca comida que había podido hacer.
–¿Que hace usted aquí?_ ladeó la cabeza llena de dudas– le dije muy claramente que no lo...– la interrumpí.
–Usted podrá decirme que me quiere en lo más profundo de la tierra y nunca más volver a verme, pero cuando la miró a los ojos ellos me suplican por quedarme a su lado– acaricie su mejilla, sintiendo su fría piel sobre la mia– bien dicen que los ojos nunca mienten.
Sus mejillas se comenzaron a tornar rojas, no se si por la caricia o por mis palabras. Pero realmente se veía tierna con las mejillas en ese tono.
–Le prepare fruta picada, cereal con leche y unas galletas– tome la cuchara entre mis manos para llevarla hasta su boca.
Ella miró por algunos segundos la cuchara, fue tiempo suficiente para darme cuenta que ella estaba acostumbrada a comer cosas muy diferentes a lo que yo le estaba ofreciendo. En ese momento volví a la realidad donde su mundo es muy diferente al mío en muchas cosas.
Dos mundo tan diferentes como para nunca ser compatibles.
–Perdon– me disculpé– usted está acostumbrada a comer otras cosas, yo solo...– fue ella ahora quien me interrumpió.
–No es eso– retiro con un rápido movimiento de mano la lágrima que había caído por su mejilla– simplemente no se cómo actuar cuando una persona me presta tanta atención.