Catherine
La luz de la luna iluminaba nuestro camino, no muy lejos de donde nos encontrábamos se podían notar las casas de las personas del pueblo.
–¿Le puedo preguntar una cosa?– pregunto David, a pesar de ir detrás de él en el caballo se que estaba sonriendo.
En todo el camino habíamos estado en silencio, íbamos rumbo al pueblo donde de seguro los niños me esperaban ansiosos por saber lo que continuaba en la historia de “para siempre y jamás", hace algunos días que ya no iba al pueblo y ahora que los moretones ya no son tan visibles creí que era momento de volver.
–Haga su pregunta, David– asentí.
Se tomó el tiempo para pensar en su pregunta, los pasos del caballo no eran muy rápidos pero tampoco tan lentos como para llegar al amanecer al pueblo.
–¿Por qué viene durante las noches a leerles a los niños?– ladeó la cabeza.
¿Que mentira podía decir? Porque el decirle la verdad del porque iba con los niños durante la noche tenía mucho que ver con las golpizas de mi padre.
De todas las preguntas que podría haberme hecho eligió la que más me cuesta encontrarle una mentira.
–Porque al menos así alguien puede escuchar lo que escribo– y en parte no era mentira– las noches son mucho mejores porque así cuando los niños se van a dormir pueden soñar con lo que les leí.
–¿Por qué sale por la pared?
Porque mi padre me tiene prohibido salir del palacio a menos de que sea para una ocasión especial donde tenemos que ir con las personas de la realeza o cuando son algunas festividades del pueblo donde nos vemos obligados a asistir.
–Porque no me gusta que mi padre me mande tantos guardias detrás de mi– esa fue mi respuesta.
–Eso lo tome muy personal– puso una mano sobre su pecho.
–Al principio no quería que me acompañará, pero cuando el primer día me acompaño supe que usted no sería como los otros guardias con sus caras de seriedad o haciendo a un lado a los niños que se me acercaban– negué varias veces– usted es muy diferente, me ayudó a leerles y con algunos diálogos, se rió y se integró con ellos. Por eso tiene el sello de mi guardia favorito– recalque las últimas palabras.
Escuché como de su garganta brotaba una pequeña risa que me contagio, al llegar al pueblo pasamos por varias calles llenas de comerciantes, muchos me saludaban o hacia reverencia hacia a mi.
Hasta que llegamos a la biblioteca y dejamos al caballo amarrado sobre el mismo árbol de siempre.
David me ayudó a bajar del caballo y cuando mis pies tocaron el suelo su cuerpo seguía muy cerca del mío, su aliento sobre el mío y nuestros ojos conectados queriendo nunca dejar de verse.
–¿Le digo algo, mi princesa?– asentí muy levemente– usted también es mi princesa favorita.
–Soy la única princesa que conoce– negué con una sonrisa en el rostro.
–Pero aunque conociera a todas las princesas de la realeza ninguna le llegaría ni a los talones, porque usted siempre sera mi princesa.
No me había dado cuenta que sus manos seguían sobre mi cintura, su pecho estaba a solo pocos centímetros del mío, estábamos a punto de fundirnos en un beso, cuando...
–¡Su alteza!– grito uno de los niños saliendo de la biblioteca con una sonrisa en el rostro.
David se hizo para un lado cuando el niño corrió hasta mis brazos, tuve que ponerme en cuclillas para acogerlo entre mis brazos, el niño decía lo mucho que todos me habían extrañado y ansiaban en saber cómo continuaba la historia.
El niño al ser tan pequeño lo tome entre mis brazos para así adentrarnos en la biblioteca, el cuerpo ya no me dolía tanto como para no poder cargar al niño.
David nos seguía por detrás asegurándose de que haya amarrado bien al caballo.
Lo espere cuando estuve a punto de entrar en la biblioteca.
–De seguro cuando usted sea mamá se verá muy bella con su bebé en brazos– fue lo primero que dijo cuando nos alcanzó.
Tomo al niño entre sus brazos y él al instante se fue con David, iba jugando con algunos mechones de su cabello.
–Y usted también se vería bien con un bebé en brazos– sonreí a medias.
Porque para que él fuera papá se tendría que casar con una mujer del pueblo y yo para poder ser mamá me casaría con Adam, el hijo de los reyes que muy pronto será mi esposo.
Y algo muy dentro de mi me decía que mi deber era decirle a David que pronto me casare y no tendre otra escapatoria.
Pero el solo pensar en decirle y que él se aleje de mi suena mucho peor que mantenerlo en secreto, así que mantendré esto de mi matrimonio en completo silencio hasta que ya no lo pueda ocultar más.
–¿Acaso usted tiene planes de casarse, David?– ladé la cabeza.
–Si, pero nunca seré alguien ante los ojos de la mujer que amo– soltó un suspiro.
En sus ojos ya había alguien, una mujer que probablemente no era yo porque existen mujeres mil veces mejores que yo. Y David tenía todo el derecho de encontrar a alguien que lo ame porque seguramente si se llegará a enamorar de mi lo nuestro nunca se podría hacer realidad, ya que mi padre se encargaría de separarnos.
–¿Quién es esa mujer?– pregunté con la mirada perdida en algún punto de la biblioteca.
Su respuesta fue interrumpida por las voces de los niños quienes nos daban la bienvenida y saludaban con esas sonrisas que me alegraban las noches.
Me senté en la silla de siempre, mi cuerpo estaba en esa biblioteca en medio de tantos niños, pero mi mente estaba en otro lugar pensando en como sería ver a David con alguien más.
Mientras les leía podía ver cómo David al igual que los niños sonreía y se emocionaba con algunas escenas, me ayudó con diálogos y se puso a jugar con los niños.
A veces quisiera meterme en las historias que escribo, donde mis protagonistas no sufren y siempre se quedan con las personas que aman.