Catherine
En la vida tenemos dos opciones, o nos quedamos callados y no decimos lo que verdaderamente sentimos, o hablamos con la verdad así tengamos que contar cosas que verdaderamente nos duelen.
Pero bien dicen que los cobardes se quedan atrás mientras que los valientes siguen avanzando hasta que llegan a la meta.
Nosotros somos quienes decidimos si nos quedamos atrás como cobardes y después arrepentirnos sobre lo que pudimos haber hecho o ser valientes y ver qué es lo que sucede conforme vamos avanzando.
Pero aveces el ser valiente también te genera miedo, todo en esta vida tiene una parte donde el miedo puede llegarte a paralizar al punto hasta en que parpadear te cueste.
Mis pasos eran dudosos conforme me iba adentrando en los jardines traseros del palacio, espero y deseo que él se encuentre en nuestro jardín.
Aunque sea unos pocos segundos quiero verlo, saber que sigue en el palacio y no se ha ido por mi culpa.
Quiero verlo para decirle que lo amo y que esté compromiso es solo por obligación y no porque verdaderamente ame a Adam, que si él siente lo mismo podremos encontrar una forma de poder ser felices.
Hoy seré valiente y le diré que el único hombre por el que he sentido algo verdadero en toda mi vida es solo él.
Solo David.
Cuando llegue a la puerta de madera dude por algunos momentos en entrar.
¿Y si él no siente nada por mi?¿Y si solo me estoy haciendo ilusiones?¿Y si él no quiere encontrar alguna alternativa para poder estar juntos?
Pero cuando gire la perilla sobre mi mano supe que ya no había vuelta atrás, tendría que confrontar mis miedos.
Al cerrar la puerta detrás de mi pude ver cómo él caminaba en círculos en medio del césped con la mirada en el suelo conforme daba cada paso.
En cuanto elevó la mirada chocando con la mía, mi corazón latió de una forma desenfrenada, con solo verlo volví a sentirme mejor.
El dolor de cada moretón desapareció, quise acercarme a él y rozar su mano con la mía, pero en cuanto di un solo paso él lo retrocedió.
Su rechazo dolía como una espada encargada en la espalda, de esas que te traspasan todo el cuerpo hasta que llega el punto de la agonía donde más te duele la muerte.
Siempre pensé que el mayor dolor que sentiría en la vida eran los golpes de mi padre hacia a mi, pero realmente lo que más duele es ver cómo David me mira con los ojos cristalizados.
–David– susurré su nombre teniendo un nudo en la garganta.
Esta vez eran de esos nudos que por más que luchas no lograbas deshacerte de ellos porque te quemaba la garganta hasta que dijeras lo que tenías que decir.
Esos que te dejan sin aliento y hace que de la desesperación las lágrimas se retengan en tus ojos para que nadie te vea llorar.
Él permaneció en silencio, sus ojos abandonaron los míos para bajar la mirada hasta mi mano donde seguía el anillo que confirmaba mi compromiso con un hombre que no amaba pero que David pensaba lo contrario.
Y es lógico, porque si yo viera un anillo entre sus dedos también pensaría que es porque se va a casar con una mujer.
–Tenemos que hablar, tengo que decirle que...– me interrumpió.
–Usted y yo no deberíamos estar hablando– volvió a elevar la mirada– no está bien que la heredera al trono le dirija la palabra a un guardia.
–¿Acaso algún día nos ha importado eso?– las lágrimas comenzaron a descender por mis mejillas– lo necesito más que nunca, David. Yo lo...– pero no pude decirlo.
Al final la cobardía me había ganado pensando que él podría rechazarme y no creerme al decirle que no me casaba por amor.
Que así siempre había sido en la realeza y no era la única princesa en casarse sin amor.
Tuve miedo a decirle cómo es mi vida y que termine alejándose porque no quiere a una mujer como yo por haber recibido tantos golpes en la vida.
Pero mi mayor miedo fue pensar que tal vez no era suficiente para él.
–No me necesita a mi, porque claramente tiene a un prometido– sus palabras caían sobre mi corazón como dagas que sabían el lugar donde dolía más.
No me había equivocado la vez que dije que yo haría que todo esto se fuera a la borda, es mi culpa que David se comporte de esta manera conmigo, tan cortante y sin una pizca de amor o amabilidad.
Una vez más arruine todo.
–Tengo que irme– hizo una reverencia– será mejor que vuelva al palacio a preparar las cosas para su boda, su majestad.
Camino por un lado mío sin siquiera mirarme, las lágrimas corrían por mis mejillas como cascadas.
¿Así terminaría todo?
Camine lo más rápido que pude hasta que lo abrace por detrás haciendo que detuviera sus pasos.
Recargue mi cabeza sobre su espalda escuchando los latidos de su corazón, su respiración por unos segundos se había detenido.
–Por favor David, que esto no termine asi, al menos dime mi princesa una última vez– solloce– por favor, haz que sienta que alguien me quiere aunque sea mentira.
Nos quedamos por un largo momento sin decir nada, lo único que se escuchaba eran mis sollozos, por dentro súplicaba que esto no terminará así.
No podía.
No debía terminar así.
Entonces la valentía volvió a mi, pero creo que fue un poco tarde.
–Te amo, David– las palabras brotaron de mis labios.
Sus manos fueron hasta las mías quitando mis brazos de encima suyo, giro sobre sus zapatos dejando mis manos. Por sus mejillas corrían algunas lágrimas.
–¿Entonces por qué se va a casar con otro hombre?– ladeó la cabeza– si usted sintiera aunque sea un poco de amor hacia a mi no se casaría.
–¡Estás equivocado!– pase una mano por mi cabello– si tan solo supieras como es todo realmente, entenderías porque tengo que casarme.
–¿Y como es todo Catherine?– pensé que el día en que escuchará mi nombre salir de sus labios seria en un momento único y bonito, no en este momento donde lo dice lleno de dolor– mejor solo di de una sola vez que no soy de tu misma clase social y nunca podré darte todo a lo que tú estás acostumbrada.