Catherine
Todo sufrimiento en algún momento de la vida llega a su fin, por muy lejos que veamos aquellas palabras siempre llegan. En el momento más indicado y cuando menos nos lo esperamos.
Ya sea que nos demos cuenta o no.
Los moretones ya casi habían desaparecido, solo quedaban unos pocos con su color verdoso, aunque no serían muy visibles si los ocultaba con maquillaje.
Su dolor se había reducido y nunca antes me había sentido tan bien como hoy, porque después de toda una semana volvería a ver a mi guardia.
A los pocos días de que mi padre me golpeara se fue a ver a los padres de Adam para terminar de organizar los preparativos de aquella boda.
Ayer me había dicho que en solo dos días serían mis pruebas para mí vestido de novia, lo confeccionaria aquel diseñador que la señora Odette me había dicho.
Tome la perilla de la puerta sobre mi mano y al abrirla lo que vi fue a mi guardia recargado sobre el tronco del árbol con los ojos cerrados.
Cerré la puerta detrás de mi con delicadeza y tratando de no despertarlo, cuando llegue a su lado deje que su cabeza se reposará sobre mi hombro.
Así dormido parecía un niño pequeño, su cabello le cubría el rostro y los suspiros brotaban de su garganta, de seguro el ser un guardia del palacio debe de ser muy cansado.
Cuando quise retirar unos mechones de su rostro sus ojos comenzaron a abrirse, esas dos estrellas conectaron con mis ojos.
–Que bonito es despertar y que tu rostro sea lo que vea, mi princesa– una pequeña sonrisa apareció en sus labios.
–Perdon, no quise despertarte– baje la mirada al césped que se comenzaba a ver amarillo ya que la estación del otoño estaba cercana.
–Es mejor verte en persona que en mis sueños– dejo un beso en mi mejilla– ya te extrañaba.
–¿Llevas mucho tiempo esperándome?
–Llevo más de dos horas aquí, quise dormir mientras te esperaba, porque al menos en mis sueños te podía ver.
–Ya me tienes en persona– ahora yo le dejé un beso en su mejilla.
Sus ojos no abandonaban los míos, como si estuvieran desnudando mi alma en busca de algo, mientras que yo veía en sus ojos un mundo entero.
Un mundo lleno de tranquilidad y dónde solo existe el amor y la tristeza nunca se llega a experimentar. Su mundo es muy diferente al mío.
–Que te paso en el ojo– las yemas de sus dedos acariciaba la zona.
Mi cuerpo se paralizó, me quedé callada tratando de encontrar algún indicio en su rostro que me dijera que mentia. Yo había ocultado muy bien mis moretones con el maquillaje.
A menos de que se derritiera o haya sido en vano el haberlos ocultado.
–¿Qué tengo?– pregunté para no delatarme.
Porque quizás tenía alguna mancha o un poco de lodo en el rostro, prefiero primero informarme para poder saber que decir.
–Se ve morado– una fina línea se formó en sus labios– ¿quién te hizo ese moretón?
Pensé en algo para que no se levantará ninguna sospecha sobre lo que sucedía dentro del palacio y muy pocas personas lo sabían.
Aunque la otra mitad de mi corazón me pedía decirle la verdad de una vez por todas, para que él tomara la desición de si seguir o terminar todo aquí, pero preferí seguir callando para no separarme ni un solo segundo de él.
–Cuando estaba saliendo de la bañera me resbale y me pegue– una sonrisa fingida apareció en mi rostro– no quería preocuparte y por eso lo oculte con maquillaje.
Una mentira más.
Una mentira que seguía alimentado la bola de nieve que cada vez se iba haciendo más grande, hasta que un día ya no soportará más y terminara de explotar.
Solo así todo terminaría.
Aunque está mentira ha sido la que más me ha dolido decir, porque le estaba ocultando a David, al amor de mi vida lo que realmente sucedía.
–Mi princesa– sus manos acunaron las mías– tengo una pregunta acerca de ti.
–¿Qué pregunta es?– mi voz salió en un hilo.
–He llegado a escuchar por la sirvientas del palacio sobre algo que sucede dentro y la verdad deseo que sea una mentira, ¿es verdad que el rey te golpea?
El mismo miedo que sentía cuando mi padre elevaba la mano para golpearme fue el que me invadió en cuanto termino de formular su pregunta.
Pensé que la servidumbre del palacio era más discreta, que nunca murmuraban fuera del palacio lo que sucedía.
Solo Dios sabe el enorme esfuerzo que hice aquella noche para que las lágrimas no cayeran y me delataran.
Porque aún no era tiempo de decirle mi verdad a David, aún no estoy preparada para mirar en sus ojos la lástima.
Aunque ahora que lo pienso nunca estaría preparada para ver la lástima en sus ojos, porque él era mi única razón para seguir y si sus ojos me miraban de otra manera que no fuera amor, ya no podría soportar seguir en este mundo.
Esa era la única razón por la que que no podía decirle todo, por miedo a perderlo y que no quisiera volver a verme.
¿Que cambiaba el que David supiera sobre los golpes que mi padre me daba? Él no podía hacer nada, porque a la primera que se revelará sería mandado a matar y no podría soportarlo.
Después de toda una vida por fin tenía un poco de felicidad y no estoy dispuesta a perderla.
Es por eso que no le diré la verdad a David, al menos no está noche.
Así que con toda las fuerzas que albergaban en mi interior fue que retuve todas mis lágrimas y me trague el nudo que se había generado en mi garganta.
–No, eso es una mentira, no te niego que a veces si discutimos pero es lo normal– sonreí a medias– no siempre los padres he hijos están de acuerdo.
–¿En serio?– asentí.
–Confía en mi– acaricie su mejilla.
Sus ojos volvieron a ser tranquilos dejando de lado la preocupación, eso es lo que también le estaba evitando a él.
–Siempre estaré para ti, mi princesa– dejo un casto beso en mi coronilla– ya sea en un buen momento o en los peores momentos.