La promesa del amor

Capitulo 26

Catherine

¿Acaso el dolor era la manera en que nuestro cuerpo nos pedía dejar de sufrir?

¿Acaso verdaderamente las lágrimas purificaban el alma?

Cuántas veces tuvimos que llorar para dejar de sentir aquel nudo en la garganta que nos ahogaba y sentíamos que no podíamos respirar, cuántas veces tuvimos que decir que estábamos bien cuando en realidad estábamos más rotos que un plato cuando cae al suelo.

La sociedad ha normalizado el decir que estamos bien cuando es todo lo contrario, ha normalizado que el ver llorar a alguien es un signo de debilidad o de burla, ha normalizado el suicidio porque es la forma más fácil de terminar con el sufrimiento que llevamos por dentro.

Hemos normalizado tantas cosas que el significado de la vida ha perdido su sentido y ahora todos se lo toman como un juego.

Esta vez mi cuerpo se encontraba tirado en medio de un pasillo del palacio, con la sangre saliendo de mi boca por sus constantes golpes en la parte de mi estómago.

Y la verdad es que ya estaba harta de todo esto, de tener que despertar y que todo el cuerpo me duela por su culpa, quiero dejar de tener miedo, quiero unirme a la fila de los valientes que dicen a lo que le temen.

Quiero gritarle al mundo todo lo que sucede dentro del palacio, pero lo que me detiene es el amor que todavía le tengo por muy mínimo que sea.

–¡Llévatela a su habitación!– mi padre  le ordenó a mi nana.

Ella me tomo de los hombros para poder ayudarme a ponerme en pie, pero no me deje ayudar, necesitaba estar lejos de este palacio y el único lugar que se me ocurrió fue el jardín secreto.

Con las pocas fuerzas que me quedaban me puse en pie para irme, camine al lado contrario del palacio, algunas sirvientas me miraban como siempre, con lástima.

Salí del palacio sin importarme que los guardias me vieran, hoy queria estar lejos de toda la realeza, camine hasta que llegue a los jardines traseros y me introduje por el mismo camino de siempre.

Mis pasos eran lentos y casi no podía sostenerme en pie, pero no sé de dónde saque fuerzas para así llegar hasta ese jardín, mire a mi alrededor pero David no estaba.

Deje que mis piernas se doblaran pero antes de que tocaran el suelo sus brazos me acogieron, deje pegar mi cabeza a su pecho donde podía escuchar los latidos de su corazón, una sonrisa se mostró en mis labios porque él si había llegado.

Sus dedos retiraban los mechones que habían en mi rostro, mi sangre manchaba su armadura y sus ojos mostraban preocupación.

Pero nunca lástima.

–Si llegaste– solté un suspiro.

–¿Quién te hizo esto?– con su pañuelo quitaba los rastros de sangre de mi rostro.

–Cuando me preguntaste quien me había hecho todos esos moretones no te quise responder– con dificultad trague mi saliva– porque tenía miedo y lo sigo teniendo, pero ya me cansé de tener miedo, quiero que está agonía termine y ser plenamente feliz contigo.

»Por favor vámonos lejos de este palacio, llévame a un lugar donde nadie nos pueda encontrar, donde nadie nos conozca y sobre todo donde mi padre ya no me pueda hacer daño, porque es él quien me ha generado cada uno de estos golpes.

Su mano retiraba las lágrimas que caían con cada vez más frecuencia por mis mejillas.

Necesitaba irme, y tenía que ser con David porque solo con él encontraría la verdadera felicidad, quiero irme para dejar de sentir todo esto que me rodea y dónde podamos ser una pareja normal.

Ya quiero dejar de sentir miedo, ya no quiero tener moretones en mi cuerpo y mucho menos llorar todos los días suplicando al cielo porque todo mi dolor desaparezca.

Es mejor que nos vayamos, así mi padre y yo nos dejaremos de lastimar el uno al otro, yo dejaré de recordarle a mi madre y él ya no me dañará cada día más el cuerpo.

–¿Cuándo quieres que nos vayamos?– preguntó mi guardia.

–En tres días, así podremos llevarnos lo esencial y encontraremos un lugar donde nadie nos pueda encontrar– asentí.

–Bien– dejo un casto beso sobre mi coronilla– en tres días nos iremos de este palacio y te juro que nunca más, nadie te volverá a lastimar, porque si lo hacen primero tendrán que matarme.

Mis días en este palacio ya estaban contados, pronto me iría para encontrar mi propia felicidad dejando a mi padre y el dolor atrás.

Porque ya era mi momento de dejar de sufrir.

 

 

 




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