Catherine
Y pensar que hace unos meses todo se veía en tonos grisáceos, donde los colores eran inexistentes hasta que encontré sus ojos color avellana que iluminaron mi alrededor dejandome contemplar por primera vez en toda mi vida los colores que existen.
Bien dicen que después de la tormenta siempre se puede encontrar el arcoiris.
Pensé que aquella frase era solo una mentira para apoyar al ser humano a seguir con vida y no rendirse en el camino, pero ahora puedo notar que esa frase es verdadera y solo tenemos que saber esperar para poder ver el arcoiris que tarde o temprano se muestra ante nuestros ojos.
Mi nana me ayudaba a poner en un bolso algunos vestidos que había conseguido en el pueblo para mí, dos pares de zapatos y algo de comida y dinero que yo había ahorrado en este tiempo.
Ayer durante la noche quedamos David y yo en que nos iríamos en el barco que sale todas las mañanas hasta un pueblo que queda a cinco horas y después tomaríamos otro para irnos a un reino donde mi padre nunca pensaría en buscarnos ya que es un lugar enemigo de él.
Nos iríamos cuando el amanecer comenzará a mostrarse, tomaríamos el caballo de la cabaña de mi nana para venderlo en el pueblo y después irnos.
Todo ya estaba planeado, la vivienda y el trabajo ya lo conseguiríamos cuando estuviéramos lejos de aquí.
–Lo único que me da tristeza es que no te volveré a ver– mi nana limpiaba las pocas lágrimas que habían caído por sus regordetas mejilla– pero se que es lo mejor.
Tomo mis manos entre las suyas dejando de lado el bolso.
–En nuestra próxima vida espero y sigas siendo mi nana– la rodee entre mis brazos y retire la lágrima traviesa que había caído.
–Yo estaré encantada de volver a serlo– acaricie una de mis mejillas– ¿A qué hora se irán?
–Unas horas antes de que el sol se muestre detrás de las colinas, nos veremos en un lugar que solo él y yo conocemos y después nos iremos.
–Te extrañare cada día– podía ver en sus ojos como luchaba por no seguir derramando lágrimas.
–Cuando me extrañes solo piensa en lo feliz que estaré, porque junto a David yo estoy bien.
Con David ya no recibiría golpes sino amor, en vez de insultos habría te amo.
Estaría con el hombre que amo, aquel que me demostró una vida sin dolor y lo que significa un amor verdadero.
Me mostró que a pesar de que el cielo este lleno de nubes debes de seguir buscando el sol hasta que en vez de oscuridad sea luz la que te rodé.
Al final David y yo estábamos equivocados, porque si podríamos ser felices sin la necesidad de tener que ocultarnos, podríamos caminar por las calles de algún pueblo sin tener que preocuparnos por lo que dicen las personas o si mi padre me llega a hacer algo.
Todo eso dejaría de preocuparnos y lo único que haríamos sería ser felices hasta el último día de nuestras vidas.
De eso estoy segura.
Terminamos de acomodar las cosas en el bolso y lo ocultamos detrás de unos vestidos en mi clóset, solo era precaución por si mi padre llegaba a entrar en mi habitación.
–¿Extrañaras a tu padre?– preguntó mientras yo cerraba la puerta del clóset.
–Por supuesto– gire sobre mis zapatos para poder verla– pero pienso en que nunca más me volverá a tocar y me convenzo de que esto es lo correcto.
Camine hasta sentarme en la orilla de la cama, mire a mi alrededor, porque en aquella habitación es donde más había recibido golpes de su parte.
–Lo querré hasta que me muera y me duele que él no me haya querido ni un poco.
Ya todo dejaría de doler, me iría de este palacio que se había convertido en mi calabozo lleno de lujos.
Quizás en otra vida mi padre sea amoroso conmigo, seríamos inseparables, yo sería su consentida a pesar de que tal vez mi madre y él hayan tenido más hijos, él me abrazaría en cada uno de mis cumpleaños y nunca me golpearía porque ya lo hizo lo suficiente en esta vida.
Quizás en otra vida mi madre nunca murió cuando yo nací y me vio crecer, me lleno de todo el amor que en estos momentos nunca pudo demostrarme, al igual que yo le demostraría todo el amor que en esta vida no pude.
Quizás en otra vida tendre una familia que es feliz y nos apoyamos los unos a los otros, donde el dolor no existe y solo existe la alegría.
Quizás en otra vida mi guardia y yo no tendríamos que huir para poder demostrarnos el amor que nos sentimos, lo presentaría a mi familia como el hombre de mi vida y con el cual estaría hasta la vejez.
Quizás en otra vida Adam y yo seríamos amigos inseparables que nunca se dejan ni en las buenas y mucho menos en las malas.
Quizás en otra vida mis miedos nunca existieron y solo sería una chica como las demás siendo feliz y encontrando el amor, que vive sin ninguna preocupación de algún día tener la corona en su cabeza y tener que gobernar a toda una nación.
Quizás en otra vida me compensen por todo lo que me quitaron en esta, porque sería una terrible noticia saber que sufriré lo mismo que sufrí en esta vida.
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Pase el bolso por mi hombro aferrándome a el, mire una última vez mi habitación en donde tantas veces llore rogando al cielo morir para dejar de sentir tanto miedo y dolor dentro de mi.
Los rayos de sol se comenzaban a ver detrás de las colinas y eso me indicaba que era hora de irme a nuestro jardín secreto donde de seguro mi guardia debe de estar esperándome.
Mis pasos eran silenciosos para evitar hacer un solo ruido, salí por la puerta trasera como siempre solía hacer cuando iba al pueblo con los niños.
A ellos también los extrañaría pero tenían que comprender que era lo mejor para mí, les dejé una carta con mi nana que ella les llevaría en algunos días, donde les explicaba porque nunca más volvería con ellos.
Me adentre en el camino de siempre pasando por los arbustos y árboles de siempre, hasta que llegue a la puerta de madera que durante varias noches me vio llegar.