El viento cesó. El fuego se extinguió. Y por un instante el mundo se detuvo. El silencio que siguió fue tan profundo que los latidos del corazón de Uriel parecían truenos en medio del vacío. Asmodeo seguía de pie, sosteniéndolo, con las alas desplegadas para protegerlo de los últimos fragmentos de oscuridad que flotaban en el aire. El cielo, rasgado, mostraba una luz mortecina, un amanecer sin color. Pero esa calma no era paz..Era el respiro antes de la catástrofe. Uriel se incorporó lentamente, apoyando una mano sobre el pecho de Asmodeo..Su mirada dorada estaba fija en el horizonte, donde la grieta del abismo se cerraba… o eso creían. Porque de su centro, algo mucho más oscuro comenzaba a emerger.
—No puede ser… —susurró Uriel—.
—¿Qué ocurre? —preguntó Asmodeo, su voz temblando apenas.
Uriel sintió el estremecimiento del aire. Era distinto. No era la oscuridad que conocían. No era Belial, ni el eco del enemigo anterior. Era algo más. Una fuerza antigua, sin nombre, sin rostro, sin forma definida.
—Esto… —Uriel tragó saliva, su respiración se volvió pesada — …esto no tiene principio.
El suelo bajo ellos comenzó a vibrar.
Las ruinas del pueblo se desmoronaban una vez más, las piedras se elevaban como si el propio planeta temblara de miedo.
Un sonido se alzó desde las profundidades. No era un rugido ni un canto. Era algo más..El eco del primer silencio. La voz que existió antes de la creación. El aire se volvió ceniza. La temperatura descendió. Las sombras se condensaron formando una columna que ascendía al cielo.nDentro de ella se abrían y cerraban ojos de distintos tamaños, cada uno mirando a los ángeles con una conciencia que traspasaba el alma. Uriel cayó de rodillas, el peso de aquella presencia lo aplastaba..Asmodeo gritó su nombre y lo sostuvo, pero también sintió el mismo terror invadiendo sus huesos. Y en ese instante, la Primera Sombra habló. Su voz no provenía de ningún lugar, sino de todos. Una voz que sonaba como miles de pensamientos superpuestos.
El amor me dio forma una vez. La rebelión me dio libertad.
Ahora, ni el cielo ni el abismo pueden contenerme.»
Uriel apretó los dientes.
—¿Qué eres? —logró articular con dificultad
Soy lo que precede a la luz. Soy el pulso que el Padre ocultó bajo la creación. Soy la duda, la ausencia, el silencio de Dios.
Asmodeo se interpuso frente a Uriel. Sus alas resplandecieron con una luz azul intensa, pero la sombra absorbió ese brillo con facilidad. El poder de ambos parecía insignificante frente a aquella vastedad.
Muy lejos, en la prisión de mármol, Luzbel sintió un estremecimiento en su alma..El canto que había liberado resonó en su interior, pero ahora la vibración era otra:
una disonancia, un llamado antiguo que reconoció de inmediato. La Primera Sombra..El eco de la entidad que existió antes de la creación. Antes incluso de él.
— No…— susurró dentro de su prisión — No otra vez…
Intentó mover su cuerpo petrificado, pero no podía. Sin embargo, su espíritu sí. Se expandió como una llamarada dorada que atravesó la materia, proyectando su conciencia hacia la Tierra. Y allí los vio. Uriel y Asmodeo enfrentando a algo que no podía ser enfrentado. El miedo lo atravesó, pero también la decisión.
Padre no me dejes mirar sin actuar otra vez..Si he de redimirme, déjame ser la chispa que despierte la esperanza.
Un sonido seco resonó. Una grieta recorrió el mármol de su pecho. Y por primera vez, una lágrima líquida se deslizó por la mejilla de piedra..El mármol tembló..El fuego dorado creció. En la Tierra, Uriel levantó la vista..Las nubes negras se habían abierto dejando entrever el sol aunque aquel sol parecía enfermo, débil, sangrante..La Primera Sombra se movía lentamente, y cada paso suyo desintegraba el terreno..Los árboles envejecían, las piedras se convertían en polvo, las montañas se encogían..El tiempo mismo se derrumbaba bajo su avance. Uriel se impulsó al aire. Sus alas se desplegaron por completo, envolviéndolo en una llamarada rosada. Asmodeo lo siguió, formando un arco azul a su alrededor.
Ambos se elevaron frente a la Sombra..Y aunque sabían que no podían vencerla, lo intentaron..Porque esa era su naturaleza: Luchar aunque la derrota fuera segura. Uriel alzó su espada, cuya hoja brillaba con la mezcla de sus luces unidas..Golpeó el aire, lanzando una onda de energía que atravesó la negrura. El impacto fue tan violento que el cielo rugió, pero el enemigo solo se estremeció y luego rió.
¿Crees que tu luz puede herirme? La luz nació de mí, y volverá a mí.
Una ola oscura los golpeó con tal fuerza que fueron lanzados en direcciones opuestas. Uriel cayó sobre las ruinas de una torre. Asmodeo atravesó un campo, su espalda golpeando el suelo con violencia. Uriel se arrastró, jadeante, con la espada aún en la mano. La sangre, dorada y brillante, manchaba su labio. Levantó la cabeza..El enemigo avanzaba lentamente hacia él. La luz huía a su paso. Pero entonces, escuchó una voz. Una voz cálida. Una voz que había creído perdida para siempre.
Uriel… no te rindas.
Era Luzbel..Su espíritu, liberado parcialmente del mármol, se manifestaba como un espectro dorado detrás de la Sombra. No tenía cuerpo, pero su presencia era suficiente para que el enemigo se detuviera.
— Tú otra vez… —gruñó la Sombra.
— Sí — respondió Luzbel con serenidad— Y no pienso huir esta vez.
El espectro dorado se interpuso entre el enemigo y los dos ángeles. Su voz retumbó en toda la tierra:
Asmodeo, Uriel… escúchenme..Yo no puedo destruirlo, pero ustedes sí. La única fuerza que nunca ha sido tocada por el abismo… es el amor.
Asmodeo se incorporó, aún sangrando, y miró a Uriel. Su mirada, cargada de dolor y ternura, lo dijo todo. Uriel lo entendió sin palabras. Ambos extendieron sus manos. Sus luces rosada y azul se unieron una vez más. La energía los envolvió, ascendiendo en una espiral luminosa. En el cielo, el canto de Luzbel volvió a escucharse, grave, profundo, ancestral.