El mundo estaba en llamas.
Fragmentos de edificios caían como ceniza de estrellas muertas. El cielo rasgado por sombras vivas rugía con tormentas negras y relámpagos rojos que parecían latidos de un corazón maligno. Y en medio del caos, dos luces resistían. Uriel, bañado en rosa ardiente. Luzbel, resplandeciente con destellos arcoíris como un amanecer hecho carne.
Pero el enemigo no temía al fuego del cielo ni al amor prohibido. Solo deseaba destruirlo. Una sombra colosal emergió detrás de Luzbel, su forma hecha de tentáculos oscuros y garras que brillaban como metal mojado. Cada paso dejaba grietas ardientes en la tierra, como si el suelo sangrara. Uriel gritó:
—¡Luzbel, cuidado!
Pero la criatura fue más rápida. Las garras cayeron sobre él como meteoritos. Luzbel extendió sus alas las siete, ahora vibrando en tonos dorados, violeta, turquesa y plata y abrazó a Uriel con ellas sin dudarlo.
La explosión sacudió el mundo. Un rayo púrpura abrió un cráter y lanzó a ambos por los aires. El cuerpo de Luzbel chocó contra una torre destruida y se desplomó sobre las ruinas. Sangre dorada brotó de su costado. La primera sangre celestial en eones. Uriel cayó de rodillas. Su voz tembló.
—¡Luzbel!
El querubín más antiguo tosió, levantando la mano con esfuerzo. Su mirada dorada ardía no de dolor, sino de amor y arrepentimiento y rabia sagrada.
—No… te distraigas —jadeó—nEse golpe no era para mí.nEra para ti.
Uriel apretó los dientes, temblando como una estrella al borde de colapsar.
—Nunca más quiero perder a nadie. Nunca más.
Y entonces, un susurro, apenas un eco desde algún lugar invisible:
Qué patético. Crees que puedes salvar a todos. Pero no puedes salvarlo a él.
Asmodeo.mEse nombre dolió más que cualquier herida. Uriel alzó la vista justo cuando Asmodeo o lo que quedaba de él bajo esa entidad descendía flotando, como una estatua de mármol viviente corrompida. Su piel estaba gris. Sus ojos, pozos negros sin alma. Sus alas, sombras fracturadas. Pero sus manos temblaban. Y Uriel lo vio. La luz apenas visible bajo esa oscuridad. Asmodeo luchaba.
—Uriel… —una voz rota escapó, por dentro, casi sin sonido— No me mires… así… .No puedo…
Las cadenas internas volvieron a sonar eco metálico en un vacío sin fin y Asmodeo gritó silenciosamente al interior de su prisión oscura, donde solo él y su dolor existían.
Dentro de la prisión mental de AsmodeoSu cuerpo celestial estaba suspendido por cadenas negras clavadas en sus muñecas y tobillos. Su piel brillaba en azul tenue, rota por grietas que dejaban escapar luz, como si fuera cristal a punto de estallar. Asmodeo sollozaba con rabia y desesperación.
—U… riel… por favor… no me odies…
Una risa goteó desde cada rincón del vacío.
Ya lo perdió todo. Eres un arma ahora. Ríndete. Es más fácil.
Asmodeo apretó los puños hasta que la luz brotó entre sus dedos.
—Prefiero romperme antes que rendirme. Él es mi hogar.
Una cadena estalló. Un rugido demoníaco llenó el vacío. Afuera, el cuerpo corrupto de Asmodeo tembló. Su mano se levantó violentamente, intentando atacar a Urie pero se detuvo. Un dedo. Una respiración. Un corazón latiendo más fuerte que el abismo. Uriel lo vio y su alma ardió.
De regreso al mundo físicoSin dudarlo, Uriel corrió hacia él no con una espada ni poder ni furia sino con sus manos desnudas y su corazón abierto.
—¡Asmodeo, soy yo! Vuelve a mí.
Una sombra saltó entre ellos para separarlos.
—¡URIEL! —Luzbel gritó, levantándose aunque sangraba— ¡No!
Demasiado tarde..Uriel extendió los brazos y se lanzó dentro de Asmodeo. No físicamente. Espiritualmente. Un salto de fe.bUn salto de amor. Un salto hacia la oscuridad. El mundo exterior se desvaneció. La batalla quedó atrás.nUriel cayó en un mar negro. Y gritó en silencio:
—¡ASMODEO! ¡TE ENCUENTRO, TE SALVO, O MUERO EN TU LUGAR!
Silencio. Y entonces….Un suspiro. Un llanto.
Una luz azul temblorosa apareció al fondo del abismo mental.nAsmodeo, encadenado, alzó la cabeza, su rostro bañándose en lágrimas.
—U… riel….No vengas aquí. No quiero que veas cuánto me he roto.
Uriel corrió hacia él.
—Tú nunca fuiste la oscuridad.
Una mano temblorosa tocó su mejilla.
—¿Y si no puedo salir? ¿Y si te arrastro conmigo…?
Uriel sonrió entre lágrimas.
—Entonces moriré aferrado a ti. Pero jamás te dejaré solo.
Y allí, en ese abismo las cadenas vibraron con una luz feroz. Afuera, el cuerpo de Asmodeo convulsionó..Luzbel, agotado, cayó de rodillas otra vez, ojos abiertos al ver lo imposible:
Una aureola rosa y azul surgió sobre la cabeza del cuerpo poseído.
En el aire, un murmullo invisible
Está entrando en la mente del condenado
Una sombra gigantesca se inclinó desde el cielo oscuro, observando con interés antiguo. Una voz profunda, anterior al tiempo, murmuró:
Si los salva, destruirá mi reino. Si falla, será mío para siempre.
Y en el abismo mental, una tercera figura comenzó a materializarse detrás de Uriel y Asmodeo. Alguien que jamás debía despertar.