La Promesa Del Ángel

Donde Arde el Camino del Amor

El pueblo dormía..No había guerra, al menos no allí. No esa noche.

Las luces amarillentas de las calles apagadas pintaban sombras largas sobre los adoquines..El viento arrastraba el aroma a pan recién horneado desde la panadería la misma donde el mundo, alguna vez, había sido simple. Asmodeo se detuvo frente a la puerta cerrada..Su mano temblaba apenas. Una rigidez contenida en sus hombros delataba la tensión viva atrapada bajo la piel.

La llave brillaba entre sus dedos..Podía entrar. Podía encender la luz. Podía amasar, reír, preparar café. pretender..Pero no lo hizo. Porque el amor ya no era refugio.. Era desafío. Respiró hondo, como si la noche pudiera darle respuestas.

—Uriel… —susurró, y el nombre fue un latido del universo — Si tú asciendes, yo no me quedaré atrás.

Nadie lo escuchó. Pero la determinación, esa llama salvaje e infinita que lo había acompañado desde que dejó de ser príncipe del abismo, ardió.

Encendió una luz interna que se derramó en sus pupilas, como si el cielo despertara dentro de él. No por nostalgia..No por sufrimiento..Por orgullo amoroso..El mismo orgullo que lo había llevado a elegir la luz sobre su propia naturaleza caída..La convicción que lo obligaba ahora a merecer a Uriel, no como sombra, sino como igual..Cerró los ojos. Y cuando los abrió, el mundo cambió.

El aire tembló. El suelo bajo sus pies vibró con una energía antigua, demasiado pura para pertenecer al mundo humano. Con un movimiento lento, dolorosamente controlado, Asmodeo extendió sus alas. No celestes como antes. Más blancas que el alba nueva, con un brillo naciente de oro pálido, como si el perdón que ganó renaciera en cada pluma..Era un renacimiento silencioso, apenas visible a ojos no divinos..Pero para cualquiera capaz de ver el tejido del mundo, aquella era una declaración. Y él la pronunciaba sin temblar:

Seré más que redención..Seré gloria..Seré digno del amor que me eligió.

Sus dedos se cerraron en puño..La llave crujió. Sus alas se abrieron como el amanecer partiendo la oscuridad.

—No soy el caído que fui —murmuró, firme como piedra sagrada— Ni la sombra que temía no ser suficiente.

Alzó la vista hacia el cielo infinito, donde intuía la presencia de Uriel no como consuelo, sino como meta.

—Llegaré a donde estés —prometió— Y cuando vuelva a tocar tu mano, será como igual. Como arcángel que se forjó a sí mismo. Como amor que no fue regalo sino conquista.

Un trueno silencioso atravesó el firmamento. Un pacto nacido en una sola alma podía estremecer lo divino..Asmodeo dio un paso hacia adelante y el mundo respondió.

La calle se desvaneció..El pueblo se difuminó.. La realidad se abrió como un telón..Una vasta extensión de luz y sombra se desplegó: el umbral entre mundos, donde solo quienes buscan ascender podían entrar.

Un viento brutal lo golpeó..Prueba..Retiro divino. Forja viva..Cerró los ojos y avanzó, sabiendo que dolería, que rompería su cuerpo una y otra vez, que su alma sangraría y su fe sería arrancada y vuelta a nacer..Sonrió con los dientes apretados.

Porque amar a un arcángel como Uriel no se hacía con plegarias. Se hacía con voluntad. Con fuerza. Con fuego. Y él ardería hasta ser luz del todo. Entró en el portal..El mundo humano lo vio partir sin notarlo.. Pero la creación sí lo notó..Y vibró. Muy, muy lejos, en el corazón del cielo puro, Uriel abrió los ojos. Un estremecimiento recorrió su esencia no dolor, no angustia:.Reconocimiento.

Como si un hilo invisible, fuerte como juramento antiguo y suave como un susurro de primer amor, hubiera tirado de su alma..Y por un instante el arcángel sonrió..No en nostalgia..No en pérdida..Sino con un brillo suave, orgulloso y peligrosamente feliz.

—Asmodeo… —susurró con una calma que temblaba de emoción contenida— ….te oí.

Las campanas celestiales resonaron levemente, apenas perceptibles. Pero alguien más las escuchó. En un rincón olvidado del cosmos allí donde la oscuridad aprendía a querer tener forma la Entidad abrió los ojos. Y su voz, ahora más definida, siseó en el vacío:

El amor sube. Entonces yo bajaré.

El universo se agitó. Las estrellas parpadearon. El destino sonrió con crueldad y esperanza mezcladas. Porque el ascenso del amor siempre llama a la sombra y el próximo movimiento sería brutal.




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