El mundo había quedado inmóvil. Los cielos se fracturaban como un espejo herido, y en el centro del caos, una única figura flotaba entre la luz y la sombra. Uriel o lo que quedaba de él se había convertido en su propia prisión.
El falso Uriel, el Ángel del Crepúsculo, había tomado el control absoluto de su cuerpo, de su voz, de sus alas..Ahora hablaba en su nombre, juzgaba en su lugar y el universo lo escuchaba.
Pero el verdadero Uriel seguía allí, atrapado en lo más profundo de su alma. Un abismo interno de fuego y hielo. Una celda sin barrotes, construida con su propia culpa.
En su interior, todo era silencio. Un silencio tan denso que incluso los recuerdos dolían. Uriel se vio a sí mismo suspendido en un vacío transparente. No había cielo ni suelo. Solo reflejos infinitos de su propio rostro mirándolo desde todas partes..Cada reflejo le hablaba con una voz distinta:
—Fallaste.
—Creíste ser dios.
—Por amor, traicionaste el cielo.
Uriel cerró los ojos, pero los rostros no desaparecieron. Se multiplicaron..El eco de su duda era más fuerte que cualquier canto divino.
—¿Esto es castigo o verdad? —susurró, con la voz quebrada.
Y entonces escuchó una risa. Su risa..Pero no la suya. Del fondo del vacío, el falso Uriel emergió, caminando sobre un suelo invisible, envuelto en un resplandor dorado y negro..Su expresión era calma, casi dulce.
—Deja de resistirte, Uriel.
—No eres yo —dijo el verdadero, retrocediendo.
—Soy todo lo que negaste ser —respondió la sombra— Tu deseo, tu miedo, tu poder sin misericordia. El Padre me expulsó cuando te hizo puro… pero tú me trajiste de regreso.
El falso Uriel alzó la mano, y cadenas de luz surgieron del aire, envolviendo los brazos y las alas del verdadero.
—Descansa. Déjame a mí terminar lo que tú no pudiste.
—¿Qué quieres de mí? —preguntó Uriel.
—Nada —sonrió el impostor— Ya lo tengo todo.
Las cadenas se cerraron. El silencio volvió.
Y Uriel desapareció dentro de sí mismo. En el mundo exterior, Asmodeo observaba horrorizado cómo el cuerpo del que había amado irradiaba una luz antinatural. Los cielos respondían a su nuevo amo, el Ángel del Crepúsculo. Los serafines lo seguían, confundidos, creyendo que aún servían al verdadero arcángel..Pero Asmodeo sabía la verdad. Podía sentirla. El alma de Uriel gritaba dentro de su propio cuerpo.
—Uriel… —susurró, con el corazón desgarrado—.Sé lo que sientes. Yo también estuve allí.
Cerró los ojos y recordó su tiempo en el infierno, cuando su cuerpo era solo un recipiente del odio de otros. Cuando su mente era un campo de batalla y su alma un prisionero. La desesperación lo atravesó, pero esa misma desesperación lo impulsó.
—No te dejaré solo.
Asmodeo extendió sus alas, que resplandecieron con fuego azul. La energía celestial y demoniaca se mezclaron, abriendo un portal que lo conectaba con la esencia del Uriel verdadero..En la prisión interna, Uriel alzó la cabeza. Una luz azul comenzó a atravesar la oscuridad. Su pecho ardía. Era la voz de Asmodeo.
Uriel no luches solo. Recuerda quién eres. Si alguien puede vencer su propia sombra, eres tú.
El verdadero Uriel lloró en silencio. Por primera vez en milenios, no con rabia, sino con amor. Asmodeo lo estaba alcanzando.
Pero el falso Uriel lo sintió también..El entorno tembló..Su voz resonó, furiosa y divina.
—¡No te atrevas a interferir!
De un movimiento, extendió sus alas negras y rasgó la conexión, lanzando a Asmodeo de nuevo al mundo exterior. El príncipe cayó al suelo, jadeando, la sangre azul manchando sus labios. Pero sonrió. Había logrado lo que quería: que Uriel lo oyera.
Dentro de su mente, Uriel se arrodilló.
Las cadenas aún lo rodeaban, pero ahora brillaban con fisuras de luz..Su mirada se alzó al vacío infinito, y su voz fue apenas un susurro.
—Padre… he fallado.
—No —respondió una voz que no venía de fuera, sino de su propio corazón—.No has fallado, hijo mío. Has sentido. Has amado. Has dudado. Y en eso, eres más mío que nunca.
La voz del Padre resonó con ternura y poder, llenando el abismo.
Confío en ti, Uriel. Puedes revertir la situación, hijo mío.
Las cadenas se rompieron una a una.
El resplandor creció, llenando la oscuridad.
El verdadero Uriel extendió sus alas, ahora doradas y rosadas, ardiendo como el amanecer.
—No me creaste para destruir —susurró— Me creaste para purificar.
El falso Uriel gritó, retrocediendo, sintiendo cómo la luz lo atravesaba..Pero el verdadero avanzó, su voz convertida en fuego:
—Y la primer alma que purificaré será la mía.
Desde el exterior, Asmodeo vio cómo el cuerpo del Ángel del Crepúsculo temblaba, su luz oscilando violentamente entre oro y negro. El cielo rugió, los mares se levantaron, y una grieta se abrió sobre el planeta..Una sola frase resonó en todas las dimensiones, en boca del verdadero Uriel:
La purificación comienza.
El resplandor se expandió como una explosión divina, cubriéndolo todo..Gabriel, horrorizado, gritó:
—¡Se está desatando el Juicio antes de tiempo!
Asmodeo sonrió con lágrimas ardientes en los ojos.
—No…
—¿Qué dices? —preguntó Rafael.
El príncipe alzó la vista al firmamento en llamas.
—Digo que por fin Uriel ha despertado.
El cielo se partió en dos.