La luz de la mañana se filtraba a través de la neblina, derramándose suavemente sobre la habitación.
Ariana abrió los ojos de golpe, respirando con fuerza.
El aire olía a lluvia, como si el sueño todavía no la hubiera soltado.
Miró a su alrededor: la habitación seguía igual —la cama desordenada, la planta medio seca junto a la ventana, los rastros de su vida cotidiana—.
Y, sin embargo, sentía una extraña disonancia, como si estuviera entre dos mundos.
Bajó la mirada hacia su mano.
El cristal estaba ahí, frío como la primera vez.
—¿Cómo… llegó aquí? —murmuró casi sin voz.
Las imágenes de la noche anterior regresaron en destellos: las dos lunas, el viento, los ojos de aquel hombre… y aquella frase:
> “Recordarás todo.”
Ariana apretó los labios y levantó el cristal hacia la luz.
Dentro de él danzaban líneas azuladas, como una corriente viva.
Entonces, el brillo se intensificó.
El aire en la habitación se volvió pesado, y los sonidos del exterior desaparecieron.
Solo quedó un murmullo, antiguo y profundo:
> “Llave del guardián… abre el sendero.”
El cristal emitió un resplandor cegador.
De su luz nació una red de hilos plateados que se extendieron por el suelo, trazando formas misteriosas.
Y en la esquina del cuarto, donde la luz se concentró, surgió una puerta.
No era una puerta de madera ni de metal.
Era una superficie líquida, ondulante, como hecha de agua y luna.
Ariana dio un paso hacia atrás, con el corazón golpeándole el pecho.
—¿Este es su propósito…?
Extendió la mano.
Al tocarla, una corriente helada recorrió su brazo.
El suelo desapareció bajo sus pies, y una ráfaga de luz blanca la envolvió por completo.
El viento volvió.
Y, al abrir los ojos, se encontró nuevamente en el bosque de las dos lunas.
Las hojas brillaban con destellos de plata y azul, el aire olía a vida antigua, y un arroyo lejano reflejaba las estrellas.
Ariana comprendió entonces: el sueño había sido una guía.
El cristal, una llave entre mundos.
El viento rozó su rostro, y una voz familiar le susurró al oído:
> “Bienvenida de nuevo, Ariana.”
Se giró lentamente.
Él estaba ahí, de pie bajo la luz de la luna, con una sonrisa suave.
El bosque respiraba alrededor de ellos.
La brisa movía las hojas, bañando su rostro con reflejos plateados.
Ariana lo observó en silencio.
Todo era tan real, tan imposible de negar.
—¿Quién eres realmente? —preguntó.
El hombre dio un paso al frente, silencioso como el aire.
—Aquí, los nombres no importan —respondió—. Pero alguna vez… me llamaste Lin Mu.
—¿Lin Mu…? —repitió ella, como si pronunciara un recuerdo olvidado.
Él asintió.
—Dijiste “bienvenida de nuevo”. Pero… yo nunca he estado aquí —dijo Ariana, con voz temblorosa.
Lin Mu la miró, con esa calma que parece venir de siglos.
—Tal vez tu cuerpo no… pero tu alma pertenece a este bosque desde hace mucho.
—¿Mi alma? Eso suena… como un sueño.
—Los sueños son los puentes entre los mundos —contestó él, extendiendo la mano.
En su palma brillaba un cristal idéntico al suyo.
—Esa piedra es la llave y la memoria. Te trajo de regreso. Es parte del destino.
Las luces de ambos cristales comenzaron a resonar, latiendo al unísono.
—¿Destino? ¿Tú sabías que vendría?
—Sí —dijo con voz baja—. Porque tú eres la guardiana elegida.
Esa palabra la estremeció.
—¿Guardiana? ¿Por qué yo?
Lin Mu alzó la mirada hacia el cielo.
Las dos lunas se estaban alineando, su brillo fundiéndose en un solo resplandor.
—Porque solo tú puedes despertar los recuerdos sellados —dijo—.
Y esos recuerdos decidirán el destino de ambos mundos.
El bosque gimió suavemente, como si las raíces mismas respiraran.
El viento levantó el cabello de Ariana, y el cristal brilló entre sus dedos.
Quiso preguntar algo más, pero el cielo se rasgó.
Entre las lunas apareció una grieta plateada, como una herida luminosa.
Lin Mu se puso serio.
—El tiempo se acorta… Ellos ya saben que has regresado.
—¿Ellos? ¿Quiénes son?
Él miró hacia las profundidades del bosque, donde la luz se desvanecía.
—El otro extremo del destino… las Sombras Perdidas.
Su voz se volvió fría como la piedra.
—Debes encontrar la Fuente de la Memoria antes de que las lunas se separen. Si no… este mundo colapsará.
El viento rugió. Las hojas se elevaron como espejos de luz.
Ariana sintió una fuerza desconocida despertando dentro de ella.
—Lo haré —dijo con determinación.
Lin Mu la miró con una sonrisa serena.
—Ese es tu destino, Ariana.
La guardiana del destino.