La promesa que alimenta al monstruo [bl]

Capitulo 1: La puerta entreabierta

Hace 7 años atras

Pasos, pasos…

La puerta se abre con un golpe seco.

Mithar Rivas, un hombre de treinta años con un buen empleo y una vida aparentemente tranquila, llega exhausto a casa. Ese día fue especialmente largo: discusiones con un cliente molesto por una pieza defectuosa y la carga extra de trabajo por culpa de sus compañeros.

Entra tirando sus pertenencias al suelo y se deja caer de espaldas en el sofá con un suspiro de puro agotamiento.

Mithar¡Aaaah, qué estrés acumulado!
(se gira a un lado, buscando el celular)
…No lo saqué de la maleta.

Se incorpora con un quejido para ir por su mochila. Justo cuando encuentra su celular para revisar la hora, escucha que llaman a la puerta.

Mithar(Fastidiado) ¿Quién será ahora?
(mira el celular)
7:30 p.m.
¿Quién toca a estas horas… si apenas hay vecinos por aquí?

Se acerca y abre la puerta.

Allí está: un hombre alto, de postura impecable, vestido con un uniforme elegante. Su cabello negro, ligeramente ondulado, cae hasta el cuello. Sus ojos dorados brillan con una calma hipnótica. Sonríe.

Desconocido — Buenas noches. Disculpa la hora, pero te vi llegar y quise aprovechar para saludarte. Me llamo Doriam. Me mudé recientemente… a la casa de dos pisos al final de la calle.

Su voz era suave, casi envolvente.

Mithar lo observa con una ligera tensión en el ceño. No hay nada obviamente amenazante en él. Todo en su rostro parece… normal. Pero su cuerpo reacciona con un escalofrío inexplicable. Una advertencia sin forma.

Mithar — Ah… no se preocupe.
Bienvenido, siéntase libre de pasar cuando necesite algo.
Me llamo Mithar Rivas, pero puedes decirme Lior, si prefieres algo más corto.

Sonríe con nerviosismo.

Doriam — Encantado, Mithar.
Es bueno saber que no soy el único por aquí. La zona es tan apartada… solo vi tres casas adelante, pero no encontré a nadie cuando fui a presentarme.

MitharSí… eso pasa por aquí.
(se apoya en el marco de la puerta, sonríe irónicamente)
“penso”—La verdad, cualquiera que se mude por esta zona… debe ser un lunático ocultando algo.

El silencio que sigue es espeso. Mithar evita la mirada de Doriam, y él, en cambio, parece buscar una manera de continuar.

Doriam — Ha sido un placer conocerte…
Espero que podamos conocernos mejor con el tiempo.

Su sonrisa sigue allí, tranquila. Demasiado tranquila. Mithar lo observa alejarse y, aunque todo parecía haber sido una conversación amable, no podía evitar pensar:

"¿Por qué me siento tan incómodo?"

Presente

Han pasado 7 años desde aquella vez

Mithar y Doriam viven puerta con puerta, como viejos conocidos. No son amigos cercanos, pero hay una rutina compartida, una extraña intimidad silenciosa. Mithar ya no se cuestiona tanto la presencia de Doriam… aunque las dudas siguen latentes.

Hay cosas que no cuadran.

Algunas noches, Mithar escucha ruidos provenientes del patio trasero de Doriam. Uñas escarbando en la tierra húmeda. Cuando se asoma, a veces cree ver una figura inclinada sobre el suelo. Pero al parpadear… no hay nada. Solo tierra mal removida.

Cuando lo mencionó, Doriam solo rió, con su eterna sonrisa apacible.

Doriam — Seguramente es un animal.
Algunas alimañas vienen por las noches.

Pero sus ojos no reían.

Y estaban sus desapariciones.

Doriam podía pasar días encerrado en casa, sin luces, sin sonido. Como si hubiese desaparecido. Y cuando reaparecía, lo hacía impecable: bien vestido, sin rastros de cansancio ni enfermedad. Al contrario.

Cuando salían a comer, era Mithar quien devoraba su plato. Doriam apenas tocaba la comida.

DoriamTengo el estómago delicado.
Lo decía como quien recita una excusa ya gastada.

Una noche fría, 11:00 p.m.

Mithar regresaba murmurando su frustración.

Mithar — Otra vez ese Omar con sus errores…
¿Por qué sigue trabajando allí? Gracias a él salgo tan tarde…

(Sonido de algo rasgando)

Voltea hacia la casa de Doriam, con sarcasmo en su voz:

Mithar — Otra noche normal, ¿verdad?

Pero algo lo detuvo.

En el umbral de la puerta de Doriam, una mancha oscura se extendía como una lengua roja. Sangre. Recién derramada. Su pecho se apretó.

Mithar — ¿Doriam…?

Intentó llamar al 104. La señal fallaba. El celular no respondía.

Actuó por instinto.

Atravesó la calle. A medida que se acercaba, un olor fétido a carne podrida lo envolvió. El charco de sangre seguía ahí, fresco. El corazón le latía con fuerza.

Nunca antes había entrado en la casa de Doriam. Siempre evitaba que Mithar pasara, con excusas como "está desordenado". Pero ahora no había excusa válida.

Rebuscó en su mochila y sacó un taser. Siempre lo llevaba por precaución. La puerta estaba entreabierta.

Entró.

Mithar — ¡Doriam! ¿Estás bien? “Penso” —¿Por qué huele tan mal aquí?

Silencio.

Avanzó por el pasillo. Cuanto más se adentraba, más pesado se volvía su cuerpo. Una presión invisible parecía empujarlo hacia abajo.

Llegó a una habitación.

Allí, cuchillos. Bolsas. Una gran mesa cubierta de sangre. En el centro, una bolsa enorme. Se acercó, temblando.

Dentro… un cuerpo. Descuartizado. Sin cabeza.

Mithar — ¿Qué…?

Un sonido detrás de él. Se giró.intento dejar todo como estaba antes..

Y vio a Doriam, estaba en la entrada, sonriendo. Esa sonrisa... no era humana.

Doriam — Oh, querido vecino. Qué sorpresa verte por aquí.
Qué atento de tu parte venir a visitarme…




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