Doriam seguía visitando a Mithar con la excusa de “verificar la herida”. En realidad, ya había sanado por completo. Pero eso poco importaba. Era la única razón para estar cerca de el.
Ya faltaban apenas dos días para que Mithar regresara al trabajo, y esas visitas se habían vuelto una rutina, casi como en los viejos tiempos. Con la diferencia de que ahora todo se sentía más cargado. Más intenso.
Doriam lo sabía. Estaba más pegado a Mithar que antes, pero no encontraba una explicación racional que le calmara esa ansiedad de saber si estaba bien, si comió, si soñó con algo extraño. Se sentía confuso se podía nervioso cada vez que se acercaba.
Ese día, tras aplicarle por última vez una pomada en la piel ya cicatrizada, Doriam se quedó en silencio más tiempo del habitual. Luego se puso de pie.
doriam—Tengo que irme.
Mithar—ah,pero si es temprano a la hora que siempre te vas
Doriam—recordé que tengo un asunto pendiente
Mithar —mm,Está bien (dudado) ¬_¬.
respondió Mithar,Había algo raro en la forma en que Doriam lo miraba. Como si una sombra lo empujara a retirarse antes de lo debido.
Doriam salió de la casa mientras la tarde comenzaba a descomponerse en sombras más densas. Esa sensación en el pecho, ese escalofrío, no era paranoia. Lo sentía cada vez más cerca.
Al llegar a su calle, su mirada se detuvo. Bajo un árbol que se alzaba solitario, dos figuras lo esperaban.
No eran humanos. Tampoco eran simples monstruos. Eran... otra cosa.
Parecían gemelos. De cuerpos alargados como humo, con voces agudas y punzantes que chirriaban como el viento en una tormenta. Sus formas fluctuaban como si no tuvieran un cuerpo definido, y sin embargo, se hacían notar.
Hacían ruidos extraños. Casi cantaban. Pero no era una canción, era una advertencia.
Doriam no se detuvo. Entró directo a su casa y cerró la puerta con rapidez. Las criaturas lo siguieron. Entraron sin pedir permiso, como si su existencia no respondiera a las reglas de este mundo.
—Venimos a entregarte lo que prometimos.
dijeron al unísono, sus voces chirriantes perforando la quietud del lugar.
De repente apareció una caja metálica dentro de ella habían partes humanas.
Doriam—….que paso aquel criatura que vino hacerme la propuesta?—¿Por qué tardaron tanto?
preguntó Doriam, sin molestarse en ocultar su desconfianza.
—Se nos dificultó llegar… detalles sin importancia
contestaron, esquivando el tema con rapidez.
Doriam—que quieres decirme con dificultades.
Pero las criaturas ya habían cambiado de tema.
—Sentimos su presencia. Aquel tipo..
Doriam se tenso .
Una de ellas, retorciendo su forma en una espiral flotante, siseó con burla:
—¿Por qué nos haces dar tantas vueltas si ya tienes tu platillo...?
—Ohhh... —interrumpió la otra, ladeando su forma como si espiara por una ventana invisible—. ¿Lo estás guardando para el final?
—Yo creo que lo protege —dijo la primera—. Qué lindo de Doriam... y qué inútil.
Sus carcajadas volvieron a quebrar el aire.
—Me gustaría hacerte una propuesta —añadieron, sus voces fundiéndose en una sola—. Escúchala bien.
El suelo parecía inclinarse,Doriam no confiaba de aquellas criaturas, pero no podía ignora el veneno que se deslizaba entre las sílabas.
—En la cuna del lobo yace el cordero,
marcado, maldito, condenado al fuego.
Pero si el lobo se entrega al invierno,
la bruja podrá cambiar su infierno.
—¿Entiendes, Doriam? —dijeron ambos a la vez, con una sonrisa que no necesitaba labios—. Entrégate. Antes de que sea tarde, A cambio podemos ofrecerle una cura al humano.A mithar. Su maldición se rompería. Viviría como uno más. Sin efectos. Libre.
—Ella... tiene el poder de romper la maldición —dijeron, estirando cada palabra—. Si vas voluntariamente, todo esto termina. Él vivirá en paz. Y tú... bueno, no tendrás que esconderte más.
Doriam bajó la mirada un instante. Dudó. Aunque fuera una mentira.
doriam—creen que soy ingenuo—murmuro Doriam,
Y sin pensarlo más, Doriam tomó lo primero que tenía a mano: la misma caja metálica que esas criaturas le habían traído como parte del trato.
Con una mezcla de desprecio y furia contenida, la arrojó con fuerza.
El impacto fue directo. Una de las figuras se deshizo al instante en una ráfaga de humo oscuro, soltando un chillido agudo que sacudió el aire.
La otra, aún flotando, tembló por un segundo... y luego comenzó a reír. Una risa hueca, burlona, que reverberó por toda la casa.
—Si vuelve a intentar algo más —murmuró con voz grave—. Si se atreve a jugar otra vez con mis decisiones…
Va a pagar por cada uno de sus engaños.
—Amenazas vacías, Doriam. No deberías jugar con lo que no comprendes.
Doriam no respondió. Solo la miró fijamente, con una intensidad helada.
Sus ojos, sin un parpadeo, le hablaban más claro que cualquier palabra.
Por un instante, la sombra pareció tambalear en el aire. Como si algo invisible, más grande, se hiciera presente.
Y justo antes de desvanecerse, soltó con una sonrisa torcida en la voz:
—A Nyxara le encantará la noticia que le llevo…
Sobre ti. Y tu querido
susurró, con esa voz aguda que se deshacía entre el humo.
Doriam no puede creer que las cosas están lleno abajo, No había visto a esa mujer desde hace mucho tiempos. Pero reconocía su rastro.
Y si esas cosas venían de ella, entonces las cosas apenas estaban comenzando a torcerse de verdad. Doriam lo sabía. No era un simple accidente : era una advertencia. Y cuando Nyxara enviaba advertencias, no eran sutiles ni inofensivas.