La promesa que alimenta al monstruo [bl]

Capitulo 4:La promesa quebrada

Doriam le quitó la escoba a Mithar con una suavidad desconcertante, sin pronunciar una sola palabra. La dejó a un lado con calma, como si no tuviera prisa, como si el tiempo no importara. Y antes de que Mithar pudiera reaccionar, lo envolvió por completo.

Sus brazos lo rodearon desde atrás, apretándolo con fuerza. Pero no era un simple abrazo. No era físico, al menos no solo eso. Era como si intentara detener algo invisible, como si necesitara asegurarse de que Mithar no se desvaneciera frente a él.

Doriam apoyó la frente contra su cuello, hundiéndose en su calor, en su olor. El contacto era tan íntimo que Mithar se quedó quieto. No se atrevía a moverse. Solo respiraba. Cada inhalación era más lenta, como si su cuerpo entrara en pausa.

Doriam seguía aferrado a él.
Sus manos comenzaron a recorrer con lentitud su torso, subiendo y bajando con un ritmo suave, casi ausente. No era un gesto lascivo. Era algo más profundo. Parecía estar buscándose a sí mismo a través de él, como si necesitara asegurarse de que Mithar seguía ahí. Vivo. Real.

Mithar estaba paralizado. Sus labios entreabiertos, sin palabras. Solo su respiración hablaba, irregular y contenida. No sabía si era por nervios… o por algo más.
Pero el abrazo no le resultaba incómodo. No ahora.
El calor de Doriam era tangible. Cercano. Dolorosamente vivo.
Y, aun así, había algo que no lo dejaba tranquilo.

No era solo el contacto. Ni la cercanía.
Era esa sensación persistente que lo acompañaba desde el primer instante…
Desde que abrió la puerta y lo vio ahí, de pie.
En ese segundo fugaz donde la expresión de Doriam cambió.
Había algo que cargaba dentro. Algo que no dijo.
Y ahora, incluso con su cuerpo aferrado al suyo, esa sombra seguía ahí.

Mithar—¿Por qué viniste a mi casa?... Dime la verdad —preguntó finalmente, sin girarse.

Doriam no respondió al instante. No se movió.
Solo respiraba, todavía aferrado, todavía en silencio.

Doriam—Ya te lo dije… —susurró por fin—. Me sentía solo. Quería verte. Saber si estabas bien.

Pero Mithar no respondió.
No era toda la verdad. Lo sentía en el temblor contenido de sus brazos, en el nudo que vibraba en su garganta, en ese vacío entre una palabra y otra.

Doriam estaba actuando. De eso ya no tenía duda.
Y aunque no supiera exactamente qué lo había traído hasta allí, algo había pasado. Algo que ocurrió justo antes de salir de su casa.
Quizás minutos antes.
Pero no lo presionó.

Lo dejó abrazarlo, aunque su mente no dejaba de pensar.
Porque algo no encajaba. Y Mithar no era de los que ignoraban su instinto…

Doriam seguía ahí.
Su rostro hundido en su cuello, respirando con una calma que no parecía real.
Sentía su olor, su calor… y no quería soltarlo.
Pero Mithar empezaba a sentirse sofocado por tanta cercanía.

Mithar—Doriam… ya Es suficiente. Llevamos casi diez minutos así —dijo al fin, con una mezcla de resignación y cansancio.

Levantó una mano y, con suavidad, le sobó la cabeza.

—Si quieres… puedes quedarte a dormir aquí esta noche.

Doriam alzó apenas el rostro desde su cuello. Sus ojos quedaron a escasos centímetros del perfil de Mithar.
Lo miró con una calma extraña… y con una chispa en la mirada que decía más de lo que quería admitir.

Doria—Está bien —susurró finalmente.

Aunque deseaba seguir sintiendo la calidez de Mithar, se obligó a soltarlo. Se apartó con un dejo de pesar y caminó hacia el rincón donde él le había preparado un sitio. Mientras tanto, Mithar acomodaba unas cobijas al lado, dándole la espalda un momento.

Doriam—¿Pero por qué no podemos dormir juntos? —preguntó Doriam, con molestia contenida.

Mithar se giró con una expresión entre desconcierto y fastidio, como si acabara de escuchar una completa locura.

Mithar—¿Por qué?... Porque no —respondió con tono seco.

Doriam frunció el ceño. Su rostro se volvió serio, claramente irritado.

Doriam—Solo esta vez, no seas tacaño —espetó, sin suavizar el tono.

Mithar desvió la mirada, negando con la cabeza.
La frase le pareció absurda… pero no se atrevió a reírse.
Apretó los labios y siguió preparando el sitio.

Mithar, una vez finalizados los preparativos del espacio en el mueble que Dorián utilizaría para dormir, se dirigió a su propia habitación. Apenas se acostó, el silencio regresó, denso y con una tensión palpable que no se disipaba del todo. No pasaron ni diez segundos cuando escuchó pasos suaves que se acercaban por detrás.

Doriam—Lioooorn… —gimió Doriam, arrastrando la voz con un aire de súplica agotada—. Solo esta vez… quiero dormir a tu lado.

Mithar—No. —La respuesta fue rotunda.

Doriam lo miró con expresión seria, pero no agresiva. Vulnerable, incluso.
Mithar se mantuvo firme.

Mithar —Ya fue suficiente con lo que hiciste antes. No voy a caer otra vez en tu trampa. Anda, vuelve a tu lugar.

Doriam suspiró y giró hacia la sala, arrastrando los pies como si el mundo pesara el doble sobre sus hombros.
Exageraba cada paso. Cada suspiro. Esperaba que Mithar se arrepintiera.

Nada.
Solo el sonido de sábanas del otro lado.
Y un silencio que decía demasiado…

Mithar ya estaba dormido. Su respiración era tranquila, rítmica, como si por fin pudiera descansar sin miedo.

Pero Doriam no.

Acostado en el sofá, con los ojos abiertos hacia el techo oscuro, su mente repasaba una y otra vez lo ocurrido en su casa.
No esperaba volver a escuchar de ella jamas. Durante años no hubo ni una señal de que estuviera cerca. Pero ahora, después de tanto tiempo… ella había regresado.

Nyxara.

Y ahora sabía de Mithar.
Sabía quién era.
Sabía dónde vivía.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.