La promesa que alimenta al monstruo [bl]

Capitulo 5:Un paso silencioso

Mithar salió del baño, aún envuelto en vapor. La casa se sentía inquietantemente silenciosa sin Doriam.

Mithar —¿De verdad se fue? —murmuró,

suspirando con fastidio mientras se secaba el cabello—. Siempre moviéndose de aquí para allá...

No podía evitar preguntarse qué le pasaba últimamente. Doriam siempre había sido un poco peculiar, sí, pero estos días su comportamiento era aún más extraño. Recordó el roce cálido de su mano contra su mejilla... y un escalofrío le recorrió la piel. No era del todo desagradable, pero sí desconcertante. Sacudió la cabeza, tratando de apartar esa sensación.
Ya vestido, se dejó caer sobre el sofá con un suspiro hondo.

Mithar —¿Siempre fue tan aburrido estar solo en casa?

Antes, la soledad era su refugio. Dormir, ver lo que quisiera... lo disfrutaba. Pero ahora, el silencio pesaba más de la cuenta. Se dijo a sí mismo que saldría a “comprar algo para la casa”, aunque la verdadera razón era escapar del hastío. Se dirigió al centro comercial de David, con la vaga idea de distraerse.
El lugar estaba abarrotado, con gente empujándose hombro con hombro. La verdad, no compró nada; solo comió y dio un paseo por ahí hasta que se hizo tarde. Ya estaba pensando en regresar.

Mithar —Ya recordé por qué no salgo los sábados... —refunfuñó, arrepintiéndose a medias.

En medio de la marea humana, se chocó de golpe con alguien. Una joven aparentemente menor que él cayó al suelo.

Mithar —¡Lo siento! ¿Estás bien?
Le extendió la mano, sintiéndose culpable. La joven la tomó. Al levantarse, le dedicó una sonrisa... que no tocaba sus ojos. Había algo en ella que le heló la sangre.

—Descuida, pasa seguido —dijo con una voz demasiado grave para su apariencia juvenil—. Pero deberías tener más cuidado… podrías tropezarte con algo que lamentes.

Mithar frunció el ceño, confuso. Dio un paso atrás, pero entonces un ardor fulminante recorrió su cuerpo. Sentía como si miles de agujas lo perforaran desde dentro. Su garganta se cerró. La cabeza le daba vueltas.

Mithar —¿Qué... me está pasando...?

murmuró, con la voz ahogada.

Miró a su alrededor, desesperado. Nadie parecía verlo. La gente seguía caminando, charlando, como si él y la chica no existieran. Era como si estuvieran fuera del mundo.

Ella le agarró del hombro. Sus dedos, fríos y fuertes, lo apretaron con crueldad. Se acercó a su oído.

—Ay, mi cielo... ni te molestes en pedir ayuda —susurró con una risa suave pero venenosa—. Esta gente no tiene ni idea de lo que ocurre bajo sus narices. Patético, ¿no?

Retrocedió apenas unos centímetros, solo para sostenerle la mirada con una sonrisa fría absoluta.

—¿Te duele? Es curioso cómo reacciona tu cuerpo ante cierta… energía

Mithar—¿Quién eres? —logró decir él, con la respiración entrecortada.

—Mmm… Qué decepción. Pensé que el “favorito”de Doriam sería un poco más despierto.

Mithar—¿Doriam...? ¿Tú... lo conoces?

—Mucho más de lo que él quisiera admitir —

susurró mientras sus dedos bajaban sutilmente por su brazo, hasta tomarle la muñeca.

Mithar quería alejarse, retroceder, alzar la voz… pero no podía. Su cuerpo estaba completamente inmóvil. Ni un solo músculo respondía. Como si algo invisible lo hubiera encadenado al instante en que ella lo tocó.

—¿Sabías que tu olor no es solo atrayente?.

susurró, mientras una energía oscura y espesa empezaba a brotar de su mano y filtrarse en la piel de Mithar, como raíces negras extendiéndose bajo la superficie

—Es una invitación abierta. Una melodía deliciosa para oídos monstruosos. Una debilidad... y una llave.

Mithar sintió cómo el ardor se intensificaba brutalmente. Era como si lo quemaran por dentro con fuego líquido. Ya no solo le ardía el pecho: cada vena, cada rincón de su cuerpo vibraba de dolor.

—¿Lo sientes? —murmuró Nyxara con crueldad

Su voz cambió de tono: más cortante, más oscura.

—Escúchame bien. Si no te alejas de él... de Doriam, esa aberración, seguiré acechándolos. No será solo una advertencia. Te perseguiré. Cada día que pase, verás cómo la oscuridad te consume... hasta que desaparezcas.

Se separó lentamente de él, sonriendo. Y en un parpadeo, desapareció entre la multitud. Como si nunca hubiera estado allí.

Mithar jadeó, llevándose una mano a la garganta.¿Qué demonios había sido eso?Salió del centro comercial lo más rápido que pudo. La noche había caído de golpe, como un telón oscuro que lo envolvía todo. Las luces de la ciudad parecían más lejanas de lo habitual, apagadas o distantes, como si el mundo hubiera decidido hacer silencio. Las calles estaban casi vacías, apenas cruzadas por el eco de algún motor lejano o el murmullo del viento. No había taxis a la vista, ni gente alrededor, así que no le quedó más remedio que caminar hasta la parada del bus. Iba temblando, aunque no sabía si era por el frío, el miedo o esa extraña sensación que le apretaba el pecho.

Mithar —¿Qué mierd# fue eso...? —murmuró, Mithar, con la voz rasposa, como si incluso hablar se sintiera pesado.

El calor en su pecho crecía, como una llama encendida desde dentro, quemando lento, pero firme. Cada paso lo sentía más ajeno, como si su cuerpo no estuviera del todo en sincronía con él. Finalmente llegó a la parada. Estaba desierta. Se sentó en una de las bancas de metal, todavía tibias por el calor del día, y trató de recuperar el aliento. Sacó su celular, más por costumbre que por necesidad. No había notificaciones, ni mensajes, solo el reflejo de su propio rostro en la pantalla negra. Se vio pálido, sudoroso... confundido.

Mithar—¿Quién era esa mujer...? ¿Qué conexión tiene Doriam con ella...? —murmuró, esta vez más bajo, como si temiera que alguien pudiera escucharlo en medio de ese silencio inquietante.




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