Mithar se despertó de una larga siesta y notó que Doriam estaba muy cerca de él, con uno de sus brazos extendido sobre su cuerpo.
Doriam parecía tan agotado que cualquier movimiento podría romper aquella calma.
Se incorporó lentamente, cuidando de no hacer ruido, y se inclinó un poco hacia él. Observó el ritmo pausado de su respiración, el leve movimiento de su pecho al inhalar y exhalar. Por un momento, la escena le pareció casi… humana.
Mithar —Se ve tan tranquilo… —murmuró Mithar, casi en un suspiro—. Si alguien lo viera así, jamás creería todo lo que pasó anoche.
Se rascó la cabeza, intentando despejar la maraña de pensamientos que lo rondaban. La habitación estaba teñida por un tono anaranjado; el sol comenzaba a ponerse, bañando las paredes con una luz cálida y serena. La claridad se reflejaba sobre el rostro de Doriam, dándole una apariencia apacible, casi inocente.
Mithar suspiró.
mithar —Supongo que fue una noche difícil para los dos… —dijo en voz baja—. No me extraña que estés así de cansado.
Se dio media vuelta, se vistió con calma y tomó su maletín . Antes de salir, se acercó otra vez a la cama.
mithar—Descansa, Doriam. No hagas ninguna trastada mientras no estoy —bromeó con suavidad, mientras pasaba su mano por su cabeza, acariciando su cabello con cuidado.
Al cabo de unos minutos, Doriam despertó. El calor del cuerpo de Mithar ya no estaba a su lado, y el espacio vacío le provocó una punzada de pánico. Se incorporó de golpe, con la respiración agitada, hasta que revisó su teléfono.
Un mensaje.
“Estoy en el trabajo. Si necesitas algo, mándame un mensaje.”
El pánico se disipó de inmediato. Doriam exhaló lentamente, apoyándose en la cama.
Doriam —No te imaginas el susto que me diste… —murmuró con una sonrisa apenas visible, aliviado de saber que Mithar seguía bien.
Cuando Mithar regresó al trabajo, notó enseguida que algo no estaba bien.
El ambiente, normalmente monótono, se sentía pesado, casi silencioso. Las voces que solían llenar la oficina habían sido reemplazadas por susurros apagados y miradas preocupadas.
Dejó su bolso sobre el escritorio y miró a su alrededor. Nadie parecía concentrado en sus tareas.
Mithar —¿Qué pasa aquí? —preguntó con el ceño fruncido mientras se sentaba en su puesto.
Su compañera, Clara, que trabajaba justo al lado, alzó la mirada del teléfono con el rostro pálido.
Clara—¿No te has enterado todavía? —dijo en voz baja, acercándose un poco.
mithar—No —respondió Mithar, desconcertado—. Apenas llego. ¿Qué está pasando?
Clara suspiró, bajando aún más la voz.
—Estos últimos meses han estado ocurriendo cosas… raras. Personas desaparecen sin dejar rastro, cosas extrañas se ven por las noches… —hizo una pausa, mirando alrededor antes de continuar—. Y lo peor fue lo de ese pueblo pequeño.
—¿Qué pueblo? —preguntó Mithar.
Clara—Uno a las afueras de la ciudad —explicó ella—. Encontraron a todos muertos. Todos, Mithar. Solo hubo una sobreviviente, pero estaba herida… y dicen que murió a los pocos días, sin causa aparente.
El silencio se apoderó de ambos. Mithar tragó saliva, una sensación helada recorriéndole la espalda.
Mithar —¿Y nadie sabe qué lo causó? —preguntó finalmente.
Clara negó con la cabeza.
—La policía no dice nada. Solo que fue un “ataque animal” —respondió con escepticismo—. Pero nadie cree eso. Dicen que los cuerpos estaban demasiado… destrozados.
Mithar guardó silencio unos segundos tras escucharla. La atmósfera en el trabajo se sentía pesada; todos murmuraban entre sí con miedo y preocupación. Sentía un extraño nudo en el estómago.
Mithar—Algo debe estar pasando…—pensó.—Para que las criaturas o esas cosas estén saliendo de la oscuridad, tiene que haber una razón.
Entonces, un pensamiento cruzó su mente con fuerza.
¿Y si esa tal Nyxara tiene algo que ver con todo esto?
Recordó lo que Doriam le había contado sobre ella, y también lo que había dicho la noche anterior.
Después de todo… nada de eso sonaba tan imposible ahora.
Se quedó un rato perdido en sus pensamientos, y por un instante también recordó la propuesta que Doriam le hizo: irse lejos, a un lugar donde Nyxara no pudiera encontrarlos. La idea, que en su momento le pareció exagerada, ahora ya no sonaba tan descabellada.
—¿Mithar? —la voz de Clara lo sacó de su trance—. ¿Y tú qué opinas de todo esto?
Mithar parpadeó, tratando de volver al presente.
Mithar —No lo sé… —respondió, fingiendo calma—. Es raro, pero tampoco soy de creer mucho lo que dicen en las redes.
Clara asintió con un suspiro, mientras el murmullo del lugar continuaba, cargado de incertidumbre.
Mithar se reclinó en la silla, intentando concentrarse, pero su mente volvía una y otra vez a la noche anterior. Recordó las palabras de Doriam, la forma en que lo miró tan cerca, el calor de su mano sosteniendo la suya y aquel beso suave que le dejó en los dedos.
El recuerdo lo golpeó con fuerza, tan claro que casi podía sentir de nuevo el roce de su piel.
Una oleada de calor le subió por el rostro, obligándolo a llevarse la mano a la nuca y mirar hacia otro lado, esperando que nadie notara cómo se le encendían las mejillas.
—Por favor, Mithar… —murmuró para sí mismo, con una mezcla de nervios y frustración—. No es momento para pensar en eso.
Le llegó un mensaje a su celular. Era Doriam.
Doriam: ¿Por qué no me despertaste
(T ^ T)
Mithar: Dormías demasiado profundo… no quería molestarte.
Doriam: Pero… quería verte antes de levantarme. Me siento raro sin saber cómo estás.
Mithar: …Estoy bien. No necesitas preocuparte tanto.
Doriam: Lo sé… pero igual me preocupa. Solo quería asegurarme de que estás bien.
Mithar: Tsk… siempre tan dramático. Pero… gracias por eso.
Doriam: No es por drama… solo… me importas, ¿vale?
Mithar: …Sí, lo que sea. Solo cállate o te callare con un palazo.