LA ULTIMA NEURONA
Año 2017
Sentada en el nuevo restaurante de Ilias Ziani me puse a pensar en todo lo que había cambiado en la isla. Seguía siendo la que conocí en un pasado, majestuoso pedazo de tierra con gente increíble. Pero nada era igual, la gente había cambiado.
La mitad de ellos ya no estaban en la isla, la otra mitad ya no iban a la universidad y trabajaban de fijo en los negocios familiares. Hace seis años tenía un trabajo en Oía en el que pasaba mi tiempo. Ahora… ahora tenía mi computadora para escribir y tres libros que debían alcanzarme las cuatro semanas que estaría aquí, no sé cómo funcionaría eso pero aquí estaba rogando porque fueran suficientes, si no siempre tendría las buenas historias de Wattpad.
—¿Más agua? —preguntó Ilias, levantando la botella frente a mí. Las gotas de humedad bajaban por el vidrio llenándome de frescura con solo verlo. Con el maldito calor de cuarenta grados agua congelada era lo único que mi ser necesitaba.
—Deja la jarra. Este calor va a matar hasta mi última neurona cerebral.
—¿Aun tienes? —dijo con una sonrisa en la cara.
—Serás idiota —susurré. Tomé mi vaso para darle un trago de agua bastante largo.
Me cruce de piernas viendo mi pantalón de tela blanco. Me gustaría poder usar de esos vestidos cortos o al menos un pantalón corto bonito, pero mis inseguridades me impedían poder ser libre con mi ropa. Casi nunca enseñaba las piernas, no porque no quisiera, pero un problema en la piel me impedía hacerlo con libertad, por otra parte no es como si fuera una modelo para poder enseñar pierna.
—¿No vas a la playa? —dijo riéndose de mí ¡Maldito! Ni de loca iba a caminar a la playa a morir del calor. Tampoco usaba traje de baño a menos que quisiera parecer la ballena Willy.
—¿Quieres ver ballenas en el egeo? —dije dándole una mala mirada.
—Te puedo liberar —dijo aprisionando mis manos antes que le pudiera pegar.
—Sí claro ¡Que me liberen! —grité. Me reí de la situación pero por dentro me sentía como la mierda por haber subido de peso en lugar de bajar. Odiaba este sube y baja, me gustaría tener un metabolismo fácil de tratar, comer como si fuera costal que había que llenar y jamás parecer lleno, bueno ese no era mi caso. Yo era un barril que si lo llenaba se notaba.
—Ti malaka ise —dijo en su peculiar griego refiriéndose a “que idiota eres”.
—Y perfeccionada —sonreí mostrándole los dientes recién blanqueados. Me había preparado psicológica y mentalmente para este viaje.
Este soltó el agarre de mis manos, caminando de regreso al bar para seguir atendiendo a la gente que llegaba a tomar café frio o a comer alguna de las delicias que había en este lugar. Ilias era un excelente cocinero y Giorgos el mejor bartender. Buena combinación.
—¡Mía! —escuche un grito a mi espalda. Me media vuelta para ver a Katerina —la hermana de Alexander— entrar corriendo en mi dirección. Me puse de pie para recibirla. La abrace sintiendo el cariño de una amiga, era raro recibir tanto cariño ya que estaba acostumbrada a la frialdad. En Guatemala tienes lo que das y yo no estaba esparciendo amor a nadie.
—¡Kat! —estaba emocionada de verla y gracias a los cielos eternos, ella no era nada parecida a Alexander. Su cabello negro lo llevaba despeinado, su rostro limpio sin una gota de maquillaje como era costumbre y una piel de porcelana.
—Te tardaste seis años, eso es demasiado. ¿Cuál es tu problema?
—Ya deja de alegar y cuéntame las nuevas de tu vida.
Kat sonrió tomando una silla, sentándose frente a mí. Comenzó a contar de cómo habían conocidos a unos ingleses que pertenecían a una elite o secta rara o algo por el estilo. Estaba triste porque había estado con uno por dos días, él tenía cáncer y acababa de dejar el mundo para unirse al universo.
Conocía a Kat y sabía que él chico había dejado algún tipo de impresión en ella, si no jamás me lo hubiera contado. Según me cuenta Kat, Lui era un chico estupendo que soñaba con venir a Santorini antes de morir, lo logro y eso era bueno.
—Pero ni creas —dijo acercándose más —. Con ellos venia un chico llamado William, él y Alex se hicieron muy amigos a tal punto que noto que cambio muchísimo luego de su plática. No tengo ni idea de que hablaron pero Alex cambio.
—¿Ahora es romántico? —dije un tanto pensativa y en tono de broma.