UNA SEMANA Y CONTANDO
Año 2011
La semana paso demasiado rápido, fuimos a muchos lugares, playas, bares, museos y por supuesto restaurantes. Quizá en estos días había subido unas quince libra, eso no ayudaba para nada a mi autoestima, juro que cuando Vicky regrese a Miami no comeré en tres días en una dieta détox y después empiezo a comer ensaladas hasta que baje las mil libras que me subí.
A este paso nadie me pondría atención. Nadie se fija en personas que tienen un poco más de peso y eso es triste y deprimente. Pero al mismo tiempo pensar que dieta es de lo más difícil.
Hoy estábamos en la piscina del hotel que alquilamos. Vicky decidió que mi casa estaba bien para vivir pero no para pasar sus días de vacaciones; quería piscina y sol. Anemomilos era el lugar más adecuado, a dos minutos de Oia caminando con una hermosa vista a las faldas del volcán. Era un lindo lugar. La piscina de una forma abstracta con palmeras en los bordes, sillas de playa y una vista digna de ser una postal.
Definitivamente este lugar era un mundo mágico. Uno que tengo que poner en mi Facebook.
— ¿Entonces? —dijo mi mejor amiga, tomando un trago de Zacapa centenario, el mejor ron de Guatemala. Había cargado esa botella por seis meses y finalmente le estábamos dando buen uso.
—¿Entonces qué? —pregunté cerrando los ojos para recibir mi baño de luz solar.
—¿Vas a besar al chico ingles que te gusta o no?
Negue con la cabeza. Tenía una semana insistiendo que debía besarme con Alexander. Por más que quisiera aceptar era demasiado embarazoso después de la última vez que o vi.
Estábamos en Kamari, una playa bastante corriente como todas las playas en Santorini. Nada extraordinario como otros lugares en Grecia. Estaba comiendo un helado cuando vi pasar a Alex. Me quede paralizada por unos segundos, viéndolo pasar junto a nosotros sin que me notara el muy imbécil. Estaba caminando viéndolo con el ceño fruncido cuando ¡BAM! Siento un golpe solido en todo mi cuerpo, sobre todo en mi frente. El frio del helado lo empiezo a sentir en mi pecho al momento de separarme del poste con el que acabo de chocar. ¡Vergüenza total!
Alex me observaba exactamente en el momento que me chocaba y llego muriéndose de la risa para ver si estaba bien. El muy cabron no dejaba de reírse. Eso no era absolutamente nada justo.
—De seguro cree que soy una perdedora —dije tocándome la frente recordando el golpe.
—Ya se te debería de pasar la vergüenza, fue solo un pequeño golpe.
—¿Pequeño? ¡Fue horribleee!
— ¡Ya basta! —grito Vicky poniéndose de pie —. Vamos a hacer algo.
— ¡¿Qué?! —dije siguiendo su emoción.
—Vamos a cantar, beber y después ir a ese bar en Oia a continuar nuestra bendita fiesta que es la última. Vamos a pasarla bien y a olvidarnos de todo. Tú y yo contra Oia ¿Te parece?
Asentí, tomando mi vaso y chocándolo con mi amiga, brindando por el buen momento de tenerla junto a mí en los momentos que más la necesitaba. Es de esas amistades que sin importar que, están ahí. Levanté mi vaso cuando ya no tenía ni una gota de ron, definitivamente esta sería mi noche, podía presentirlo.
Cantamos canciones de pandora, hablando de cuando ella se casara, incluso yo imagine encontrando una persona que fuera perfecta para mí. Imagine caminando de la mano con alguien en alguna playa, imagine a alguien queriéndome como mi padre quería a mi madre. No es tan difícil de encontrar amor, ¿verdad?
Cuando mi cabeza aun funcionaba, pero mi nivel de felicidad estaba por los cielos, caminamos al único bar de Oia. Era normal que todos los locales se juntaran ahí cuando terminaran de trabajar y la fiesta comenzaría como cada noche. Vicky y yo, en cambio, caminamos a un restaurante más abajo a pedir un sándwich normal de jamona y queso. Me estaba muriendo del hambre. Pare junto al local cerrado donde compraría mi pan con jamón, enojada me di la vuelta para observar a Vicky entrar a Lotza, el restaurante de Alexander. La odie desde lo más profundo de mi maldito ser. Necesitaba algo en el estómago antes de ir a Marykay, por lo que la seguí a mi muerte.
Me senté en la mesa cuando la persona que llevo el menú a mi mesa llamo mi maldita atención al instante, esos ojos miel eran difíciles de olvidar. Le sonreí a Alex, sintiendo como intentaba seducirlo. Él me gustaba bastante y no veía porque no hacerlo. Estaba en modo “llamar la atención” y quería toda la atención de él, puesta en mí.