La promesa que nunca hicimos

Ia

IA

Año 2017

 

Tomé mi vaso de lo que sea que estaba tomando. Mi cabeza giraba como un maldito trompo y estaba segura que si no le bajaba un poco a esto, terminaría dormida en la maldita barra.

Ver a Alex con su novia había sido feo. No tachen lo feo, había sido horrible. Era como si los libros de Stephen King cobraran vida y peor aún, los que estaban llenos de sangre y mujeres locas. Cerré los ojos, al diablo lo de quedarme dormida, necesitaba más alcohol para desquitar mi maldita locura y enojo.

Levanté el vaso para que Adria lo chocara. Adria era muy divertido y un player en su totalidad. Sabía que su encanto y salidas no eran exclusivas y por más que pasáramos mucho tiempo juntos, esto no significaba nada. Era extraño porque algo en el me resultaba excesivamente familiar.

—Hoy estas callada —dijo Adria tomando una manía del cuenco que teníamos enfrente.

—Sí, al parecer mi día fue una mierda ¿Qué hay del tuyo?

Adria extendió una sonrisa, enseñando los dientes blancos y alineados. Unos dientes no dignos de ser europeos, no habían manchas de café, ni de cigarro, como los de… no, me niego a pensar en él.

—Bien. Vino mi primo de Atenas y almorzamos juntos. Tenía de no verlo como dos semanas —tomó mi mano entre las suyas besando mis nudillos —. Quiero presentártelo.

—¿A tu primo? ¿Para qué? —fruncí el ceño, viéndolo directamente.

—Porque es genial. Te caerá bien. Después de Kat, él es la segunda persona más cercana a mí.

¿Kat? Tenía que ser Katerina, sabía que eran amigos pero no sabía que tan amigos eran. Al parecer era su mejor amiga o algo por el estilo. Quien lo iba a decir, lo más seguro es que conociera a Voldemort, alias Alexander. No iba a mencionarlo y permitir que él se volviera tema de conversación. Vine aquí a olvidarme de él y era exactamente lo que iba a hacer.

—Okay —tomé su mano —. Preséntame al primo.

Esto sonaba más serio de lo que debería de sonar pero ¿Qué diablos? ¿Para qué quiere presentarme a su familia? no es como si fuéramos formal.

El tiempo paso, y como era costumbre con Adria, nos besamos, bailamos y olvide como mi miserable corazón sufría por alguien que en realidad no me quería como debería. La mente es tan poderosa que es capaz de arruinar un momento perfecto por la fuerza de la negatividad que podías crear.  Estaba siendo ridícula al ponerme en esta posición, más para la edad que tenía pero era inevitable, estaba regresando los años como si nunca hubieran pasado.

Estaba al borde de perder el conocimiento, pero había dejado ya de tomar. Esa era la diferencia de la antigua yo y la “más madura yo”. La perra que fui nunca hubiera dejado de tomar y hubiera perdido el maldito conocimiento. La nueva yo sabía cuándo parar… de vez en cuando. Estaba madurando pero aún no lo suficiente.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté cuando Adria tomó a una chica de la cintura y comenzó a hacerla bailar. La chica accedió riendo. Yo hice lo mismo porque… no sé porque pero no me molestaba que bailara con alguien más.

Adria me tomó de la mano, pegando mi cuerpo al de la turista con un vestido demasiado corto. Ignore mi instinto de estar pegada a otra persona y quitarme lo desagradable de tres cuerpos sudados bailando en una pista encerrada. No me gustaba la proximidad de cuerpos, me gustaba mi espacio personal.

De pronto la turista y Adria se tomaron un tequila más. Uno que yo rechace, por un momento me sentía como ente aparte en la ecuación turista y griego conectando. Por un momento me sentía seis años atrás cuando Ilias hacia exactamente lo mismo conmigo. Ignore la opresión que se formaba en mi maldito interior hasta que los labios de Adria tocaron los de la turista.

¡Vaya día más mierda!

Di la vuelta, topando con la pared humana más grande que había visto, y cuando digo grande me refiero a gorda y alta. Un hombre alemán con una panza de marinero antiguo paso dándome un empujón monumental que me hizo caer. Mi culo pegó contra el suelo y después los gritos se hicieron presentes por todos lados.

El gordo agarraba a Adria del cuello, Dándole un golpe seco en la barbilla. Cerré los ojos antes de reaccionar y ponerme de pie. La turista rubia pegaba de gritos, intentando jalar al gordo.

Adria reacciono de regreso, pegándole de golpes en la cara al alemán ¿Por qué siempre tienen que pegar en la cara? Me imaginaba que en el caso de Adria era mejor hacerlo en la cara porque la grasa no dejaría que le diera de golpes en otro lado. Los gritos en griego, alemán y español rodearon el lugar. Estaba tan exaltada por la pelea que mi español bien guatemalteco salió a relucir. 




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