La promesa que nunca hicimos

Distancia

 

DISTANCIA

Año 2011

Durante 2 largos días evite a Alex. No era exactamente por la pelea, era el hecho de perder a mi hermano me recordaba lo cerca que estaba de perderlo a él y la verdad, no quería volver a sentir este vacío. La primera vez fue con mi abuelo, la segunda con mi primer ex novio y la tercera con mi hermano. Tenía esta estúpida idea que si Alex y mi hermano se daban juntos no tendría que sentirlo una vez más cuando me fuera. Era mejor así, todo de un golpe.

Vi a Alex esperarme fuera del trabajo el primer día, se le veía tenso. Ese día solo le rogué de lejos que se fuera y me diera espacio. El solo asiento, dio la vuelta y desapareció. Vi mil mensajes en mi bandeja de entrada. Desde “buenos días” a un “¿Ya Viste la luna?”.

Era loco pensar que solo me faltaban cinco días en los que mi vida estaba dependiendo de esa despedida. Una que estaba intentando evitar.

Las personas estamos condenadas al dolor. Perdemos y nos auto torturamos, nos ilusionamos y creamos historias en nuestra mente que jamás pasaran.

Seguí caminando, con la música a todo volumen. Había regresado a mi casa en Finikia después del problema con Alex. Sabía que él había cometido un error y se arrepentía de eso, pero no era razón suficiente para perdonarlo en un abrir y cerrar de ojos.  Al menos eso quería creer.

Observe las faldas del volcán, la primera vista que tenía al salir de Finikia. Era tan diferente a la vista de Oia que daba a la caldera. Una verde con escasas casitas y la caldera rocosa llena de piedra volcánica.

La canción cambio y Stereo Love de Edward Maya comenzó a sonar. Me abrace a mí misma pensando en que esa era una de las canciones con las que más recordaría Santorini y Grecia en general.

Tomé mi teléfono, le puse repetir y con esa canción camine la media hora para llegar a mi trabajo. Ese día cuando llegue a la plaza, frente a la iglesia de Oia, estaba Alex esperándome en la puerta de mi trabajo. Estaba viendo al suelo, con un ramo de girasoles en la mano. No eran los mismos de hace dos días, esos se hicieron mierda por Kat.

—¿Cómo se dice perdón en español? —tenía la vista en el suelo, los hombros caídos y los girasoles en una mano.

—Se dice soy un idiota —sonreí esperando alguna reacción.

—No se español pero sé que es idiota y sí, estoy de acuerdo contigo. Mira Mia, tu viniste a Santorini a cambiar mi puta vida, solo… no supe cómo reaccionar y discúlpame por no estar ahí cuando más me necesitabas. Solo no me alejes. Quiero estar para ti. Por favor.

Lo observe unos minutos sin saber que decir. Era más fácil pensar que estábamos peleados y que nada importaba, pero no era cierto y jamás lo seria. Alex no solo me importaba y estaba cien por ciento segura que lo perdonaría rápido a pesar que dije que no lo haría.

Le sonreí, asintiendo con la cabeza. Ya había perdido a mi hermano, no podía perderlo a él. Sé que hace unos momentos pensé en dejarlos ir al mismo tiempo, pero verlo frente a mí era diferente, muy diferente.

—¿Cenamos hoy?

Lo vi fruncir el ceño, de seguro tenía trabajo y terminaría a la una de la mañana, pero no me importaba volver a comer a esa hora.

—Después de tu trabajo, Alex. No te estoy pidiendo que faltes otra vez —me mordí el labio nerviosa.

—No, me parece estupendo. Hoy a las once ven a Lotza.

Ahora era yo la que fruncía el ceño.

—No quiero ir a verte trabajar, Alex. Prefiero esperar.

Alex puso los ojos en blanco dándome los tres girasoles.

—Solo vamos a juntarnos en Lotza, pero pensándolo mejor. Yo paso por ti hoy a… ¿Te estas quedando en Finikia?

Asentí con una sonrisa en la cara, caminar hasta Finikia no era tan divertido para los locales. Para mí era una aventura exquisita. Me cruce de brazos sosteniendo los girasoles justo debajo de mi brazo. Él sol pegaba con intensidad y podía sentir la mirada de muchos turistas.

—Está bien, está bien. Finikia a las once y media. Me va a llevar una maldita media hora llegar.

—Es una dicha que seas deportista —dije con mi vos cargada de sarcasmo. 

Este sonrió, tomando la parte de atrás de mi cabeza y empujándome a sus labios. Su beso en la frente me recordó a esa época de dos días en las que Alex era sobreprotector y siempre intentaba tenerme bien. Me recordó como podíamos ser los dos de tiernos si no estábamos peleando.




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