VAMOS DE NUEVO
Año 2018
Observe el maldito aeropuerto de Santorini una vez más. Había pasado menos de un año. Termine mis estudios en tiempo record, estuve en algunas grabaciones del Elemento Mortal, la cual pronto estrenarían y debía ir de nuevo a Nueva York donde sería lanzada, lo cual me emocionaba de sobremanera. Era increíble ver como mi vida comenzaba a cambiar en pequeñas proporciones. Ahora incluso tenía un representante que se encargaba de mi agenda, lo cual eso era malditamente nuevo.
Me tomé el estómago nervioso, mis brazos temblaban por la anticipación, a pesar de la distancia, Skype —una vez más —fue nuestro medio de comunicación. Nos hablamos todos los días, incluso cuando estaba en la universidad en medio de la clase. Vino a visitarme a Vegas por una semana, fue la mejor semana de mi vida. Fue única y mágica.
¡Mierda!
De verdad que estoy nerviosa por volver a verlo, sentir sus labios en los míos, ser uno otra vez, quizá más que nerviosa por verlo eran nervios porque estábamos a punto de empezar una nueva etapa mucho más formal. Tomé mi maleta y salí al lugar que me hacía sentir como mi hogar. Amaba este lugar y venir con la idea de quedarme a vivir era lo mejor del mundo.
Siempre creí que Santorini me daba paz, me daba inspiración y por primera vez en mucho tiempo tenía lo que siempre quise. Este era una vez más, un sueño hecho realidad ¿Cómo puede ser eso posible? ¿Qué hice en mi vida para que todo este saliendo como siempre imagine?
—¡Mia! —escuche su voz a través de un grupo de turistas que se organizaban para subirse a un bus.
Tire la maleta que tenía en la mano y corrí a su encuentro. Tenía puesta la pantaloneta color café claro, una playera blanca y sus lentes oscuros que acostumbraba a usar cuando salía.
—Te extrañe mucho —susurre a su oído.
—Más te vale —Me dio un beso suave en los labios —. Vamos por tu maleta que ya la dejaste tirada.
Caminamos el corto plazo donde estaba mi maleta, Alex se agacho recogiéndola. Nos encaminamos al Jeep, que por cierto estaba mal parqueado, nos subimos y como era costumbre, pusimos la música a todo volumen.
—Unos amigos vinieron de visita —Alex tomó mi mano sin apartar la vista de la carretera.
—¿Quiénes? —susurre viendo cómo me mordía el labio.
—Abbi y William Hamilton, son unos amigos de Londres —Alex sonrió.
En un principio no le puse importancia, Alex tenía una cantidad de amigos en Londres por haber estudiado ahí. Al mismo tiempo era emocionante empezar a conocer a sus amigos de Londres y sus acentos sexys.
Me puse a pensar en la hermosa vista, en lo mucho que me gustaba estar aquí y en que nunca quería marcharme. Definitivamente podía hacer una vida aquí, lejos de la ciudad. Una vida de pueblo. Un pueblo hermoso y mágico.
—¿Cuánto tiempo se quedan? —pregunté cuando mi curiosidad me gano.
—Una semana. Están de luna de miel.
Levanté una ceja pensando en que edad tenían sus amigos, deben de ser muy jóvenes para casarse a esta edad ¡Que locura! Al menos en Guatemala habían muchos matrimonios a los veinte porque la planificación familiar y el condón eran desconocidos para los adolescentes calientes.
—¿Son amigos de la universidad? —definitivamente la chica quedo embarazada o algo por el estilo.
—No, Mia. Son los chicos que conocimos hace unos años con Kat.
Abrí mucho los ojos cayendo en cuenta.
—¿Los chicos de la élite? ¡Dios! Él de la historia de película que me contaste hace un año —apreté su mano —¡Que romántico se casaron!
—Están locos —negó con la cabeza —. Están muy jóvenes para estas cosas.
—Pienso exactamente lo mismo pero… tienes que admitir que fue romántico que se casaran y quedaran juntos a pesar que no había ningún bebe.
—Ni se te ocurra estar pensando en bebes y casamiento —Me dio un beso en la mano.
—Quizá… bueno… ya sabes cómo somos las mujeres. Lo único que queremos en la vida es que nos embaracen para estar en casa cuidando niños —dije con sarcasmo.
Alex puso los ojos en blanco. Éramos de esta loca idea de que el matrimonio y los niños no eran para nosotros, al menos por ahora. Tomó mi mano con fuerza y manejo directo a Oia al tiempo que cantábamos y platicábamos de trivialidades. Nuestros mundos eran perfectos, nos sentíamos vivos y como si fuéramos uno otra vez.