La Promesa [saga Griegos #4]

Capítulo 1

Me senté en aquella mecedora con los ojos cerrados, mi padre me contaba que esa era su silla favorita y que le ayudaba a pensar.

Eso necesitaba pensar, siempre desee conocer el pueblo donde nacieron mis padres, pero nunca pensé que lo haría con el corazón destrozado.... Hatria sería el pueblo donde me refugiaria para tratar de sanar mis heridas... aunque no lo merecía. 

—Patrón...— abrí los ojos y miré a aquel hombre que estaba ante mi con un poco de temor.

—Dime 

—Disculpe que lo moleste recién llegando a Hatria, pero su padrino se ha dado cuenta que llegó y pide que lo visite.

— ¿Teopolos està aquí en Hatria?

—Si señor, él lleva creo como seis años de haber regresado —suspiré por que fue el tiempo en que mi corazón se hizo piedra y sólo pensaba en hacer daño, había perdido contacto con Teopolos; creo en el fondo no deseaba que él conociera al hombre en el que me había convertido.

—No conozco Hatria, dile que es bienvenido en mi hogar.

El se rasco la cabeza.

—Lo siento patrón, pero el señor Teopolos está en cama—fruncí el ceño y me puse se pie.

— ¿Tiene gripe?

—No, su padrino esta muriendo —sentí que el mundo se detuvo, Teopolos estaba muriendo... y yo me había alejado de ese hombre maravilloso. ¿Un castigo más? 

—Llevame a su casa — tomé mi móvil de la mesa cercana a la silla mecedora y lo guarde en mi bolsillo — ¿trabajas para mi?

El hombre asintió, debía conocer a mis empleados, no seguir encerrado en mi mismo.

—Me llamó Basil patrón —asentí y extendi la mano, él me miró un poco asustado y supe que él había estado hablando con uno de mis guardaespaldas, mi fama de malvado había llegado a sus oídos,  ahora entendía su temor.... quizás ya sabia que mande a ejecutar a Altaír por traidor, aunque agradecía a Mika no haberlo hecho, Altaír protegió a Effie de mi mismo y tendría mi agradecimiento para siempre.

—Llévame Basil —él se adelantó y pensé que debía hablar con mis guardaespaldas no quería que hicieran lo de siempre... infundir miedo en los que me rodeaban... yo ya no era el mismo hombre.

Basil me abrió la puerta del auto y espero que subiera, de reojo miré su mano temblar, me daba cuenta que tenía miedo de cometer algún error, frunci el ceño por que no sabia que mierda andaban hablando mis guardaespaldas.

Basil subió al auto y por el espejo retrovisor me miró y desvío la mirada rápidamente al ver que yo lo veía. 

Arrancó el auto y empezamos la marcha, recosté mi cabeza en el asiento y cerré los ojos, deseaba olvidar el pasado, arrancarlo de mis recuerdos pero no podía.

Abrí los ojos y me dediqué a ver aquel pueblo que hacia gala a su nombre " riqueza", la mayoría que vivía ahí estaban cansados de la gran ciudad y se habían mudado a Hatria, el resto pues simplemente les gustaba ese pequeño paraíso y no se marcharon nunca.

Basil detuvo el auto y antes que se meara en sus pantalones, abrí yo la puerta y bajé, suspiré al ver que él se bajo aterrado al ver que yo había abierto la puerta.

—¿Patrón hice algo mal? —no podía ser cierto trate de evitar que se asustará más pero fue peor.

—Todo bien Basil, conduces bien —me acerqué a él que se puso pálido al ver como me acercaba, le di una palmadita en el hombro y avance hacia la casa.

Me giré ante aquellas cuatro figuras que cuidaban mi espalda desde hace seis años.

—Quédense aqui—la sorpresa de ellos fue grande, jamás yo entraba a algún lugar sin ellos, salvo en mi hogar. Aún se culpaban por la bala que recibí de parte de Athenea, pero no fue su culpa, yo los había enviado a descansar — No pasará nada— levanté la mano cuando Igor iba a hablar — Es una orden— pusé mi cara de malo, ellos asintieron y se recostaron en el auto que usaban, Basil rápidamente entró al auto que yo usaba, negué con la cabeza ese hombre podía morir de un infarto.

Después que me anuncié, un mayordomo me llevó hasta el cuarto de Teopolos, mi corazón se encogió por que era una habitación como la de un hospital, tantos aparatos y el olor a hospital.

—Teopolos — una enfermera me miró con severidad.

— No grite— fruncí el ceño, hasta la mierda de guardar silencio la había adaptado esta mujer.

—Anker pasa muchacho—enarque una ceja ante la enfermera y pasé a su lado.

Me acerqué ante aquel hombre que no me abandono cuando mis padres murieron.

—Teopolos — tomé su mano y el dolor me embargó — Lamento haberte dejado por tanto tiempo.

El me sonrió.

—No te preocupes muchacho, sé por lo que estabas pasando — fruncí el ceño.

— ¿Sabes todo?—él asintió.

—Si muchacho, me dolió en lo que te convertiste — desvió la mirada —Por eso regresé a Hatria, no quería oír más sobre el Anker que hacia daño, ese no eras tú, tengo la esperanza de que estas en Hatria por que recapacitaste, no vendrías al lugar donde tus padres fueron inmensamente felices con el corazón negro, mancharias su recuerdo — Teopolos siempre había sido directo.

—Recapacite — me senté junto a él y decidí contarle la verdad desde el día que inició todo con aquellas fotos, él se mantuvo en silencio mientras le relaté mi historia, cuando terminé de hablar él se quedo un momento en silencio.

—Me alegra saber que el Anker que miré crecer está de vuelta, viviste una época oscura, pero todos tienen derecho a una segunda oportunidad, solo debes sanar muchacho.

Suspiré y lo miré a los ojos.

—Debo seguir sin Effie — cerré los ojos—Quisiera morir — abrí los ojos con sorpresa al sentir aquella cachetada.

—No vuelvas a decir eso, no sabes la dicha que tienes al estar con vida, otros no la tenemos— bajé la mirada avergonzado.

—Perdóname Teopolos.

—Bien, te mande a llamar por que necesito de ti —asentí —Tengo poco tiempo de vida Anker, y no me siento en paz pensando en mi hija — asentí y tenia un leve recuerdo de aquella adolescente desgarbada y poco agraciada que mantenía metida la nariz en aquellas novelas románticas — Desa quedará con una gran fortuna y temo que se acerquen a ella cazafortuna, quiero evitar eso Anker, sé que tú eres un hombre bueno por eso te pido que te cases con Desa —miré con sorpresa a Teopolos.




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