La Prometida

5  HERMANAS Y AMIGOS

Miranda se había quedado con la boca abierta, mirando asombrada a Hortensia, quien le sonreía con aquella hermosa sonrisa que le atraía tantos amigos. No podía creer que aquella preciosa criatura le estuviera pidiendo que fueran amigas, ¡y más aún, hermanas!

—Aquí está el chocolate, chicas. Cuidado que está muy caliente —interrumpió Andrés, depositando tres jarras llenas de chocolate que destilaban un rico aroma—. ¿De qué hablaban? ¿Por qué Miranda te está mirando de esa manera?

—¡Qué delicia, me encanta el chocolate caliente! —exclamó Hortensia, cambiando rápidamente de tema—. Toma, hermana, esta es la tuya.

Andrés, se sentó frente a las chicas mirándolas confundido, miró a una y otra chica alternativamente. Era claro que algo serio había sucedido entre ellas.

—¿No sabía qué son hermanas? —dijo con expresión confundida. Y agregó para explicar su actitud. —Pero si no se parecen en nada.

Hortensia sopló su chocolate caliente y miró a Miranda soltó una risita antes de explicar:

—Nos acabamos de hacer hermanas, Andrés. Ambas somos huérfanas y vivimos en la misma casa. Yo he decidido que a partir de hoy, Miranda será mi hermana para toda la vida.

Miranda no dejaba de mirar asombrada a Hortensia y de pronto, sin poder aguantarse, comenzó a llorar estrepitosamente. Andrés y Hortensia se miraron y corrieron a su lado, pasando las manos por los hombros de aquella que no dejaba de sollozar.

—Querida, disculpa —dijo Hortensia preocupada—. Si no quieres, no importa. Es que yo estoy tan sola que pensé que era una buena idea. No quise ofenderte.

—Miranda, no te pongas así —alegó Andrés—. Hortensia lo hace de buen corazón, no te desprecia ni te mira a menos. Es más, yo también quiero que seamos hermanos. Yo también soy huérfano.

—Disculpa, Hortensia —al fin pudo Miranda articular palabras—. No lloro por eso, es que me he emocionado mucho. Claro que quiero ser tu hermana para toda la vida y vivir junto a ti. Y de ti también, Andrés.

—¡Pues que no se diga más! —exclamó Andrés—. ¡A partir de hoy eres mi hermana pequeña, y hermana de Hortensia!

—¡Oye! —protestó Hortensia—. ¿Pero por qué yo no soy tu hermana también, Andrés? ¿Por qué solo dices que Miranda es tu hermana?

—Porque tú no puedes serlo —respondió Andrés con un tono misterioso—. Algún día te diré por qué. Seremos mejores amigos.

—¡Yo no quiero ser tu mejor amiga, quiero que me llames también tu pequeña hermana! —insistió Hortensia, haciendo un puchero.

—¡Que no puede ser, ya te lo he dicho! —gritó Andrés molesto—. Seremos los tres familia para siempre. Eso sí te lo puedo prometer.

Hortensia, miró al niño delante de ella sin comprender el porqué de su rechazo, y aunque un poco decepcionada, decidió ceder:

—Está bien, yo no soy celosa. Seré tu mejor amiga y los dos seremos hermanos de Miranda —aceptó con una sonrisa.

El ambiente estaba lleno de emociones. Los tres niños estaban felices y llenos de alegría, con un toque de confusión y misterio por el rechazo de Andrés a ser hermano de Hortensia. Por su parte, Miranda, secándose las lágrimas, miró a sus nuevos hermanos con una sonrisa temblorosa. Hortensia, aunque intrigada por la negativa de Andrés, se sentía feliz de haber formado esta peculiar familia. Y Andrés, guardando un secreto que no estaba listo para revelar, se prometió a sí mismo proteger a estas dos chicas que ahora formaban parte de su vida.

El chocolate, ya tibio, esperaba ser bebido mientras los tres sellaban su pacto de amistad y hermandad, sin saber las aventuras y desafíos que les esperaban en el futuro.

A partir de aquel día, la vida de Hortensia cambió radicalmente. Ahora sí le gustaba el colegio e ir a patinar con Miranda y Andrés. Los tres se volvieron inseparables, yendo a todas partes juntos y realizando todas las actividades del colegio como un equipo bien coordinado. Sus calificaciones mejoraron notablemente, sacando excelentes evaluaciones en todas las asignaturas.

Las tardes de invierno se llenaron de risas y competencias amistosas en la pista de hielo. Hortensia descubrió que tenía un talento natural para el patinaje artístico, y sus nuevos hermanos la animaban en cada giro y salto que realizaba. Miranda, aunque menos ágil sobre el hielo, se convirtió en su más ferviente admiradora, mientras que Andrés se contentaba con patinar a su lado, siempre atento para evitar cualquier caída.

Conforme pasaban los años, su amistad se fortaleció, convirtiéndose en un vínculo inquebrantable. Compartían sueños, miedos y secretos, apoyándose mutuamente en cada etapa de su adolescencia.

A la hora de decidirse por una carrera universitaria, los tres optaron por la administración y dirección de empresas. Aunque a Hortensia le fascinaba patinar y competir en los campeonatos de hielo, donde había ganado ya varios trofeos, sabía que algún día debería hacerse cargo de su herencia y quería estar preparada para ello.

—¿Estás segura de que quieres estudiar administración? —le preguntó Miranda una tarde, mientras observaban a Hortensia practicar una rutina especialmente complicada—. Eres increíble en el hielo, podrías llegar lejos como patinadora profesional.

Hortensia se detuvo, pensativa, y se acercó a la barrera donde estaban sus amigos. Le gustaba patinar, pero estaba consciente que ese no era su destino, aquel que habían trazado sus padres para ella.




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