La Prometida

9 ENFRENTANDO TODO

Acomodaron todas sus pertenencias y, luego de un bien merecido descanso, al día siguiente se dirigieron al despacho del abogado que las esperaba junto a unos cuantos hombres más. La situación era más grave de lo que creían.

Comenzaron a hacer un plan para tratar de salvar, aunque fuera la vivienda de Hortensia. Después de pasar balance en todas las propiedades, se dieron cuenta de que habían sido saqueadas y que solo algunos objetos de valor quedaban.

Con el corazón encogido, Hortensia observaba cómo iban vendiendo una por una todas las cosas que le provocaban un gran dolor. Era como si estuviera dejando a sus padres marchar otra vez. Cada objeto que salía de la casa parecía llevarse consigo un pedazo de sus recuerdos, de su infancia, de la vida que alguna vez conoció. Miranda, notando la angustia de su amiga, le tomó la mano y la apretó suavemente.

—Sé que es difícil, Hortensia, pero recuerda que son solo cosas. Lo importante es que tú estás aquí, y juntas saldremos adelante.

El abogado Durand, un hombre de avanzada edad, se acercó a ellas con una expresión grave a Hortencia que avanzó a su encuentro.

—Niña Hortensia, sé que es difícil, pero tenemos que reunir suficiente dinero para pagar las deudas más urgentes de la empresa.

Hortensia asintió, tratando de mantener la compostura. Tenía un gran nudo en su garganta y se esforzaba porque las lágrimas detenidas en sus ojos no rodaran por sus mejillas.

El último día de la subasta, por error, habían llevado el cuadro del paisaje que pintara su mamá. Aunque Hortensia trató desesperadamente de recuperarlo, no pudo pagar el enorme precio que obtuvo en la puja. Su corazón se encogió de dolor y, envuelta en lágrimas, regresó a su casa.

Al entrar a su salón, grande fue su sorpresa al ver el cuadro colgado en el lugar de siempre, con una nota adherida. Con manos temblorosas, la tomó y leyó: "Este es el lugar donde siempre debe estar este cuadro", M.M.

Otra vez aquellas iniciales. ¿Quién sería la persona que estaría detrás de las mismas? La intriga se mezclaba con el alivio en su pecho, creando una sensación agridulce que no sabía cómo manejar.

Estaba tan agotada emocionalmente que, sin desvestirse, se tiró en su cama. A lo lejos escuchaba la conversación de Miranda y la nana, sus voces un murmullo reconfortante en medio de su confusión. No supo cuándo se quedó dormida, pero cuando abrió los ojos, eran más de las diez de la mañana.

Se incorporó lentamente, sintiendo el peso de los acontecimientos de los últimos días. La luz del sol se filtraba por las cortinas, dando al cuarto un aire casi irreal. Por un momento, Hortensia se preguntó si todo había sido un sueño, si al bajar encontraría a sus padres desayunando como siempre.

Pero la realidad la golpeó de nuevo cuando vio el vestido arrugado que aún llevaba puesto. Con un suspiro, se levantó y se dirigió al baño. Mientras se aseaba, su mente no dejaba de dar vueltas. ¿Quién era M.M.? ¿Por qué se empeñaba en ayudarla desde las sombras?

Hortensia miró por la ventana al salir del baño. Era una linda mañana, el sol resplandecía hermosamente y el canto de los pájaros llenaba de vida la casa. Se dio un baño bien frío para despejarse, pensando que hoy sería un día mejor. De seguro que su tío habría podido pagar a todos y la casa estaría a salvo.

Al llegar a la cocina, vio el rostro lleno de lágrimas de su nana y la mirada preocupada de Miranda. El abogado acababa de llamar para avisarles que unos compradores irían a ver la vivienda. El corazón se le encogió, pero decidió tomarlo como un reto. ¡Ella podría encontrar trabajo! Miranda también, y podrían alquilar un apartamento donde vivirían las tres.

—Queridas, no se pongan tan tristes —dijo Hortensia con una sonrisa forzada—. Miranda y yo empezaremos a buscar trabajo. Ya verás, nana, vamos a alquilar un apartamento donde viviremos las tres sin problemas.

La nana, se sorprendió por la actuación optimista de Hortensia, secándose las lágrimas con el delantal, respondió:

—Eso no es necesario, niña. Yo tengo una casita, regalo de sus padres. Podemos ir a vivir allí —dijo para sorpresa y alegría de las dos jóvenes, y agregó apenada. — No es tan lujosa como esta, pero para nosotras tres está muy bien. Y, sobre todo, tiene un hermoso jardín.

Los ojos de Hortensia se iluminaron ante esta noticia inesperada. Miró a Miranda que estaba igual de ella sorprendida y como si se hubiesen puesto de acuerdo, corrieron a abrazar a la nana que les devolvió el abrazo. Ella las quería como a sus dos hijas.

—¡Qué bueno, nana! —exclamó Hortensia, sintiendo que una pequeña llama de esperanza se encendía en su pecho—. ¡Vamos, levanten ese ánimo, estamos bien! Mientras vivamos, todo puede arreglarse.

Miranda, conmovida por el optimismo de su amiga. Sonrió feliz a la nana que seguía limpiando sus lágrimas y dijo de inmediato en apoyo de su amiga.

—Tienes razón, Hortensia. Juntas podremos superar esto. Vamos nana, hemos vivido en un pequeño apartamento todos estos años y no pasó nada, tu casa será un paraíso —le habló tomando sus manos con cariño.

—Es verdad nana —dijo Hortensia volviendo a abrazarla. —Eres la madre que nos cuidó desde niñas. Levanta ese ánimo, estaremos bien.

La nana, las estrechó muy fuerte sintiendo que había hecho un buen trabajo con sus niñas, al ver que no se dejaban rendir ante la primera adversidad. Secó sus lágrimas y con una sonrisa tímida, añadió:




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