La Prometida

12.  EL ANUNCIO DE COMPROMISO

Hortensia enseguida miró a su abogado con la misma preocupación. El abogado se acarició la barbilla, pensativo.

—Bueno, ciertamente será un evento importante. —Caminó hasta su buró tomando una tarjeta de banco, la extendió a las jóvenes que lo miraron sin entender. —Quizás podrían ir de compras, buscar algo elegante para la ocasión. Y Hortensia, tal vez sería bueno que repasaras un poco sobre la historia de la empresa de tus padres. Nunca se sabe qué tipo de conversaciones puedan surgir en estos eventos.
—Tío, no necesitas darme dinero. Podemos ponernos unos de los hermosos vestidos de mamá, tiene muchos —dijo Hortensia pero no pudo evitar que el abogado le introdujera la tarjeta en la cartera.
—Tómala y vayan a comparar un elegante vestido —dijo con cariño. —Y que sea elegante, no se preocupen por el dinero.

Las chicas asintieron, agradecidas por el consejo y el regalo. Mientras se despedían del abogado, Hortensia no pudo evitar sentir una mezcla de emoción y nerviosismo ante lo que el viernes podría traer. Estaban por salir del despacho cuando la puerta se abrió y la secretaria apareció con el semblante muy preocupado.

—Señor Humberto, creo que debe mirar esto — entró la secretaria.

La secretaria se acercó con una tablet en la mano, mostrando un video que dejó a todos boquiabiertos. En él, se anunciaba el compromiso de bodas entre Hortensia y Ricardo. El video ya tenía miles de vistas y todos los canales de televisión lo transmitían como un hecho confirmado.

Hortensia no salía de su asombro, sus ojos abiertos de par en par mientras miraba la pantalla.

—¿Pero cómo...? Yo no... nosotros no…—balbuceaba, incapaz de formar una frase coherente.
Miranda, por su parte, estaba furiosa. Sus mejillas se habían tornado de un rojo intenso y apretaba los puños con fuerza.
—¡Esto es inaceptable! —exclamó. —Voy a llamar a todos los periódicos ahora mismo para desmentir esta locura.

El abogado, manteniendo la calma en medio del caos, levantó una mano para detenerla.

—Miranda, espera— dijo con voz firme pero suave. —Dejemos todo en mis manos. De nada servirá ahora desmentirlo precipitadamente. Podría empeorar las cosas.

Se volvió hacia Hortensia, que seguía mirando la tablet con incredulidad. Sus ojos no se podían despegar de la pantalla como si lo que se transmitía en el video.

—Hortensia, escúchame —la sacó de sus pensamientos el abogado mientras que la tomaba por el brazo para que lo mirara. — Quiero que tú y Miranda se queden en la casa de la nana por el momento, hasta que aclaremos todo esto. ¿Entendido?

Ambas jóvenes miraron al abogado como si fuera su tabla de salvación. Él repitió lo que había dicho y ellas asintieron, todavía aturdidas por la situación.

—Y Hortensia — añadió el abogado en lo que las guiaba a la puerta. — No olvides presentarte en la empresa el próximo viernes. Muy elegante, por favor. A pesar de todo esto, debemos mantener las apariencias.

Hortensia asintió de nuevo, tratando de procesar todo lo que estaba sucediendo. Se había hecho el firme propósito de comportarse bien ante toda las desgracias, pero no sabía por qué eso que había anunciado Ricardo la había afectado tanto.

—Tío — intervino Miranda—, ¿cómo es posible que hayan anunciado algo así sin el consentimiento de Hortensia?

El abogado frunció el ceño. Comprendía que ambas jóvenes no estaban al tanto de cuán crueles suelen ser algunos periodistas. Había logrado evitar que todo el asunto de la quiebra de la empresa de los padres de Hortensia se mantuviera lejos de la prensa, pero se olvidó de Ricardo y su padre. Pero su prioridad ahora era ponerlas a salvo de ellos.

—Miranda ahora no te puedo explicar. —Dijo muy serio. —Pero te aseguro que los demandaré por anunciar eso sin averiguarlo. Algo me dice que hay más en juego aquí que un simple anuncio de compromiso. Mantengan la calma, señoritas. Resolveremos esto.

Las dos se miraron, con preocupación. Sabían que eso haría que estos tiempos difíciles que estaban viviendo se pondrían peor por ese anuncio, pero al menos contaban con el apoyo mutuo y la guía de su tío.

Siguiendo las orientaciones del abogado, se trasladaron a la casa en las afueras de la ciudad, propiedad de la nana, cuya existencia era desconocida para todos. Hortensia estaba feliz, pasaba sus horas sentada en medio del jardín, balanceándose en un columpio mientras leía un libro. La ausencia de internet en la casa la hacía sentir más tranquila, alejada del bullicio mediático que había desatado el falso anuncio de compromiso.

Miranda, por su parte, salía con frecuencia con su amigo, el joven doctor. Se le veía feliz y sonriente, como si un peso se hubiera levantado de sus hombros. También se había presentado a la entrevista de trabajo en la antigua empresa de los padres de Hortensia, siendo seleccionada de inmediato. Comenzaría a trabajar la próxima semana, una noticia que la llenaba de emoción y nerviosismo a partes iguales.

Mientras tanto, Hortensia se dedicó a rebuscar entre las fotos de su niñez, aprovechando la tranquilidad de la casa. En una tarde particularmente nostálgica, encontró una fotografía que captó su atención. En ella aparecía junto a un chico que le resultaba extrañamente familiar, como si le recordara a alguien que conocía en el presente. Intrigada, continuó explorando la caja donde había encontrado la foto.




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